Soltá la lupa y agarrá el espejo

“La gente se hinchó las pelotas de nosotros” (De Malena Galmarini)
Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa, ”somos seres humanos después de todo”
Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa, "somos seres humanos después de todo"

Esta columna podría comenzar con una pretendida pátina culturosa o una sobreactuación de malestar semántico. Nada eso. Es un decidido reconocimiento a la contextura de ciertos vocablos. Ya lo dijo el negro Fontanarrosa: de las llamadas “malas palabras” hay algunas que, por sonoridad, por fuerza, son irremplazables. “No es lo mismo decir que una persona es zonza a que es pelotuda”. Partiendo de esa base, hay que concederle a Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa y ex titular de Aysa –en ese orden o al revés, que suele hacer del vocabulario una orquesta de estridencia lingüística. “La gente se hinchó las pelotas de nosotros. El peronismo está muy en la boludez”.

 
 
Siempre es bueno el ejercicio de soltar la lupa y agarrar el espejo. Aunque, va de suyo, que algunos espejos distorsionan. Dijo la excandidata finalmente perdidosa a intendenta de Tigre que, de cuatro años de gobierno kirchnerista, solo tuvieron dos para llevar adelante políticas que demoran mucho tiempo (los casi dos en que Massa fue ministro, presidente en las sombras y candidato a idem); que Martín Guzmán no entendía qué pasaba en la calle; que, a pesar de Guzmán, su marido nos salvó de la hiperinflación y de que Alberto se fuera en helicóptero, y que por eso la gente “se hinchó las pelotas” del peronismo, al que acusó de “seguir en la boludez” discutiendo si Kicillof o Máximo Kirchner deben liderarlo. Sobre el silencio actual de Massa, dijo que “no se engancha en discusiones”, que “prioriza descansar”, porque, al fin y al cabo, “fueron años muy duros” y en su familia son “seres humanos después de todo”.

 

Un relativo vivo. O viveza para el relato. Se entiende que refiere a los dos primeros años de gobierno como nefastos por culpa de la pandemia –más lo fueron para las víctimas y sus deudos–; que a las ideas económicas de su marido le faltaron tiempo –dos años es poco en la Argentina kirchnerista, pero cuatro meses son un siglo para exigir mejoras al actual gobierno-; que si Alberto no se fue en helicóptero es porque mandaba el peronismo, y que se pierde un tiempo precioso pergeñando liderazgos que no incluyen al tigre que hoy descansa porque después de todo –lo que hizo y lo que omitió- es un común y apesadumbrado ser humano.

 
“Ya no podemos actuar como si no viéramos el elefante que dejamos en la cocina”, comentó con resignación ácida un diputado que viene amoldándose a todas las camisetas que fue adoptando el movimiento del General. Sin embargo, aseguró en susurros que nunca sacaría los pies del plato partidario porque “son demasiados los chanchullos” y que “hay mucho para perder, hasta la libertad”.

 

Poco antes de fallecer, el abogado Ricardo Monner Sans, uno de los primeros y principales denunciantes de la corrupción peronista le dijo con tristeza a un destacado periodista de investigación que lo tenía como fuente: “Decime una cosa, querido, todo lo que hicimos vos y yo ¿fue para llegar a esto?”

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Graciela Guadalupe

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