Escapadas: los mejores costillares y una iglesia abandonada en un pequeño pueblo cerca de Mar del Plata

A la vera de la Autovía 2, en Vivoratá se realizará la tradicional Fiesta Provincial del Costillar el 12, 13 y 14 de enero. El lugar tiene menos de mil habitantes y un enigmático templo que encierra misterios.
  • La Fiesta Provincial del Costillar, en Vivoratá, atrae a cientos de turistas en plena temporada de verano. (Foto: Municipalidad de Mar Chiquita)Por: Municipalidad de Mar Chiquita La Fiesta Provincial del Costillar, en Vivoratá, atrae a cientos de turistas en plena temporada de verano. (Foto: Municipalidad de Mar Chiquita)Por: Municipalidad de Mar Chiquita
  • Costillares que son un manjar en la fiesta que prepara Vivoratá. (Foto: Fiesta Provincial del Costillar) Costillares que son un manjar en la fiesta que prepara Vivoratá. (Foto: Fiesta Provincial del Costillar)
  • La iglesia ”San Eustaquio”, conocida también como ”La Micaela”, un atractivo turístico en Vivoratá. (Foto: twitter @arielmun) La iglesia "San Eustaquio", conocida también como "La Micaela", un atractivo turístico en Vivoratá. (Foto: twitter @arielmun)

Aquellos que buscan destinos atractivos para sus escapadas deben agendarse para el segundo fin de semana de enero la visita a un pequeño pueblo de menos de mil habitantes ubicado a apenas 42 kilómetros de Mar del Plata, que tiene dos enormes focos de convocatoria popular.

Se trata de Vivoratá, un nombre que resulta familiar para todos aquellos que utilizan la Autovía 2 por los carteles que señalan su presencia a la altura del kilómetro 366. Allí pueden disfrutarse los mejores costillares y al mismo tiempo conocer una iglesia abandonada que esconde muchos secretos.

Esta localidad, que pertenece al partido de Mar Chiquita, será anfitriona de la 18° edición de la Fiesta Provincial del Costillar los días 12, 13 y 14 de enero. Además de la actividad culinaria, que atrae a miles de personas, también habrá prueba de riendas, doma de potros y desfile de caballos.

Pero el plato fuerte (nunca mejor dicho) es la degustación de los costillares, hechos al asador. Ubicados en fila, los manjares se van cocinando lentamente ante la mirada de los turistas que a su paso van eligiendo al que tiene “mejor pinta” para hincarle el diente.

Pero Vivoratá no es sólo costillares y fiesta equina, ya que cuenta con una enigmática iglesia abandonada que atrae visitantes.

    
El misterio de la iglesia abandonada

Micaela Ugalde, la viuda del estanciero Eustaquio Aristizábal, fue quien ordenó la construcción de la parroquia, que durante muchos años fue la iglesia del pueblo. El paso del tiempo, algunas inundaciones que afectaron la zona y la falta de mantenimiento fueron llevando al templo a su actual estado de deterioro y abandono total.

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En los años 60, la iglesia quedó en desuso y alberga en su interior muchos enigmas, a punto tal que los habitantes de la zona afirman que escuchan voces y gritos por las noches. “Adentro hay algo”, aseguran. Esas voces, ruidos y movimientos constituyen un verdadero misterio y provocaron la huida de sus ocasionales cuidadores.

La iglesia se encuentra a la vera de la ruta y puede verse mientras se transita por la Autovía 2, ya que no hay más de 100 metros de distancia. El templo conserva su aspecto neogótico pero enseguida se percibe un deterioro del que se deduce que está en ruinas desde hace años.

Cuando murió Aristizábal, allá por 1906, su viuda ordenó la construcción del templo al que bautizó “San Eustaquio”, en honor a su marido, aunque los pobladores la conocen como “La Micaela”. El edificio está inspirado en la Catedral de Mar del Plata, aunque hecho en menor escala.

Tiene tres naves con sus altares, uno al centro y dos laterales. En el subsuelo del templo se construyó una cripta con seis nichos, que ocupaban el matrimonio Aristizábal y algunos familiares cercanos. Los nichos fueron revestidos en mármol y llevaban una placa simbolizando la agonía de Jesús.

Micaela era quien se encargaba de cuidar el templo y velar por su conservación. Cuando ella falleció, el deterioro empezó a manifestarse rápidamente y como la iglesia está construida en una zona muy baja, la inundación de 1960 afectó sus cimientos, causando daños irreparables en su estructura.

La cripta con los féretros padeció la inundación y fue necesario trasladar todos los nichos al cementerio vecino de Coronel Vidal, una ciudad de la que Micaela había sido una gran benefactora durante toda su vida.

Actualmente el edificio no tiene puertas ni ventanas y quienes se acercan pueden sentir el olor a humedad que dejó las inundaciones. El mito de que por las noches se escuchaban voces y gritos provenientes del interior de la iglesia precipitó el cierre del lugar, dado que nadie quería hacerse cargo de su cuidado.

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