Última semana en el paraíso

Llegamos con tres candidatos competitivos: Milei y Bullrich como opciones de cambio y Massa como continuidad del albertocristinismo cerrutista. Por Alejandro Borensztein
Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa. De acá sale el futuro presidente.
Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa. De acá sale el futuro presidente.

Así como la realidad argentina suele facilitar la tarea del humor político, cada tanto ocurre algo que la hace imposible. Exactamente eso pasó esta semana.


¿Cómo salir del estupor y remontar el dolor ante semejante acto de terrorismo? Muy difícil. Tal vez, una primera aproximación sea tratar de encontrar la parte positiva del atentado: sirvió para iluminar la cantidad de antisemitas que se las ingenian para buscarle la vuelta y justificar lo injustificable. Algunos son antisemitas de puro ignorantes nomás y otros por hijaputez. Los hay en todo el mundo y también en la Argentina.


Acá suelen esconderse en el kirchnerismo porque es donde más cómodos se sienten. Esa histórica predilección por el chavismo y por Irán va deslizando militantes hacia el confortable silloncito antisemita. También hay una izquierda delirante que, si bien ya perdió el pelo, nunca pierde las mañas. Por suerte, todos ellos constituyen una pequeña minoría. La inmensa mayoría del pueblo argentino observa con solidaridad y dolor lo que todos hemos visto.
 
Sin embargo, nunca tan oportuna la idea de que el pueblo judío ha sobrellevado sus tragedias y se ha repuesto de ellas por diversos atributos que lo caracterizan. Entre otros, el humor.


Mi abuela Sara, polaca ella que llegó a la Argentina escapando de todos los horrores, murió a los 99 años. Días antes de partir, se despertó postrada en el Sanatorio Mater Dei de Buenos Aires donde la cuidaban con amor. Sabiendo que su vida se apagaba, observó a su alrededor y vio un crucifijo con un rosario colgado en la pared. Lo miró a mi viejo con complicidad y le dijo en yiddish “¿no éramos judíos nosotros?”. Ante la muerte, el humor.


Mucho más cerca en el tiempo, mi gran amigo Gerardo Rozín solía decirme desde siempre y en relación a su obsesión por la limpieza que, si él se moría primero, yo debía ocuparme de escribir en su lápida el siguiente texto: “si podés pasale un trapo”. El último encuentro fue un almuerzo en su casa, un par de días antes del final. Nos despedimos sabiendo ambos que ya no volveríamos a vernos. Nos dimos un abrazo y cuando ya me estaba yendo me dijo con los ojos vidriosos: “acordate, si podés pasale un trapo”. Comedia hasta el final, como le gustaba decir.


Por todo esto, como buen judío, no cabe otra que recurrir al viejo truco del humor como una forma de sobrellevar tanta bronca y tanto dolor. Vayamos por ese camino y digámoslo claramente y con una sonrisa: que esta barbarie insoportable no nos tape el yate de Insaurralde.

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Y más importante aún, que semejante tragedia no nos haga olvidar que el ex jefe de gabinete de Kicillof pagó el barco, los vuelos privados, el champagne, los Rolex, los regalitos en Louis Vuitton y posiblemente la hechura de varias tetas con la guita de todos nosotros.


Según dijo Kicillof, él nunca vió nada. Ni siquiera se había dado cuenta de que su jefe de gabinete andaba de joda por ahí. Eso explica muchas cosas. Si no sabe lo que pasa en el despacho que tiene al lado, mucho menos iba a saber el quilombo en el que nos estaba metiendo cuando estatizó YPF. Si no vió los relojes ni los viajes ni las tetas que tenía a pocos metros de él, no podemos pretender que viera el juicio multimillonario que nos esperaba a 8.500 km. de distancia, en Nueva York.


Esto nos lleva a otra pregunta inquietante: ¿De cuantos funcionarios más no sabe nada este muchacho? ¿No lee los diarios? Están todos escrachados con nombre y apellido. ¿No los vió? ¿Será como Cristina que nunca se enteró de que sus secretarios habían comprado propiedades en EE.UU .por millones de dólares? Raro. Se ve que, como Ella no mira El Trece, se perdía los programas de Lanata donde mostraban todo. O por ahí ya conocía las propiedades y le aburría volver a verlas. Nunca lo sabremos. O si.


El que seguramente nunca supo nada de estos ladris es Sergio Massa. Ni los debe conocer. Como Kicillof. Las cosas que se van revelando sobre intendentes, juego y demás asuntos deben ser toda una sorpresa para él y sin dudas, en caso de ganar las elecciones, va a barrer a los delincuentes que lo rodean. Tantas veces prometió barrer que, al final, algún día va a agarrar la escoba.


Ahora no tiene tiempo porque está muy ocupado tratando de ser el presidente que derrote a la inflación, premisa fundacional del albertismo. Recordemos aquel martes 15 de marzo de 2022, cuando Alberto declaró: “el viernes empieza la guerra contra la inflación”. Ahora Massa tomó la posta. En cualquier momento convoca a la Mesa del Hambre.


Detallecito: cuando Alberto le declaró la guerra a la inflación teníamos 4,7% mensual. Esta semana clavamos 12,7%. Ya es hora de que salgan con una bandera blanca y se rindan incondicionalmente.
En este contexto entramos en la última semana previa a las elecciones. Sin menospreciar a Schiaretti y a Bregman, es evidente que llegan tres candidatos competitivos: Milei y Bullrich como opciones de cambio y Massa como continuidad del albertocristinismo cerrutista.


En principio, hay tres escenarios posibles para el próximo 22 de octubre:


Opción 1. Vamos a un balotaje entre una de las fuerzas opositoras, Javier Milei o Patricia Bullrich, contra el candidato oficial Sergio Massa, alias “mil mangos” (el alias le dura poco últimamente, hace un mes era Sergio Massa, alias “setecientos”).


Opción 2. Vamos a un balotaje entre las dos fuerzas opositoras, Milei versus Bullrich, para definir cual de los dos termina con el kirchnerismo o cual de los dos hace todo mal y lo trae de vuelta.


Opción 3. No hay balotaje, uno que yo sé gana en primera vuelta y el lunes 23 arranca la motosierra.
Amigo lector, desconfíe de quien le diga que ya sabe como termina esta historia porque la realidad no la sabe nadie. Mucho menos Kicillof, obviamente. Nuestros políticos y sus analistas suelen confundir lo que creen que va a pasar con lo que quieren que pase. Siempre habrá uno que adivine el resultado, pero no será porque lo sepa sino porque simplemente acertó el número en la ruleta.


Milei supone que gana en primera vuelta. ¿Será así? Imposible saberlo. Se autoconvencen entre ellos, prenden antorchas, se ponen capas brillantes, bucaneras de cuero negro, canta Fátima, ladran los perros y así van creando su propio microclima de victoria.


Por su parte, las encuestas que paga Bullrich indican que entra al balotaje y gana Bullrich porque justamente las paga Bullrich. Recordemos que la mayoría de los encuestadores tiene como lema “el cliente siempre tiene la razón”.
 
Del mismo modo, las encuestas que paga Massa suelen indicar que gana Massa porque las paga Massa. En este caso, lo de “las paga Massa” es un decir, obviamente. Es como si apareciera Insaurralde diciendo “el yate me lo pagué yo”. Acá todos sabemos todo. Menos Kicillof.


En fin, arrancan los últimos siete días. Tomémoslo con calma y pongamos todo en perspectiva. Cuando suceden cosas como en su momento el ataque a las Torres Gemelas o ahora el ataque sobre Israel, uno agradece vivir en esta tierra bendita. Comparado con todo aquello, podemos decir que vivimos en el paraíso.


Un paraíso gobernado como el orto, pero paraíso al fin.

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