Un francés y un belga cambiaron sus vidas para criar larvas de mosca en Balcarce: “El potencial es enorme”

François Nolet y Julien Laurençon crearon la primera biofábrica de insectos para consumo animal del país. Convierten toneladas de desperdicios alimenticios en compost y proteína de alta calidad gracias a un insecto endémico de Sudamérica, la mosca soldado negra.
Un francés y un belga cambiaron sus vidas para criar larvas de mosca en Balcarce: “El potencial es enorme”

Un francés y un belga se instalan en Córdoba para criar hongos y larvas de mosca. Podría ser el comienzo de un chiste, pero fue en realidad el inicio de una aventura empresarial pionera en la Argentina: pusieron la primera biofábrica de insectos para consumo animal de la Argentina.


Detrás del emprendimiento están François Nolet, el belga, y su socio Julien Laurençon, el francés. Se conocieron en 2018, en los pasillos del Ministerio de Ambiente, mientras trabajaban en proyectos de agroecología y enseguida pegaron onda. “Qué loco, ¿qué hacés acá?”, se dijeron mutuamente, emulando la pregunta que los argentinos siempre le hacen a los europeos que se instalan en el país.

“Con Julien venimos de dos historias muy distintas. Yo estudié ingeniería comercial en Bruselas y estaba ligado a ONGs y a la economía azul que promueve el economista Gunter Pauli. Julien trabajó en consultorios grandes en Singapur durante 15 años. Se cansó, renunció y se puso a viajar para descubrir otro estilo de vida, otra forma de trabajar y contribuir a otras cosas que no sean llenar el bolsillo de gente muy rica”, contó Nolet a TN sobre sus respectivos backgrounds. “Somos muy diferentes, pero nos complementamos muy bien”, agregó.

Los dos europeos se instalaron primero en Colonia Caroya, en Córdoba, donde arrancaron con un cultivo de hongos comestibles y en paralelo empezaron a estudiar el tema de la cría de insectos. “Vimos un gran potencial para desarrollar esta actividad en el país, un gran potencial de impacto para tratar deshechos de la industria agroalimentaria”.

El poder de la mosca soldado negra

Nolet y Laurençon le pusieron todas sus fichas a la mosca soldado negra (Hermetia Ilucens), un insecto endémico de Sudamérica que tiene la particularidad de multiplicar su peso por 10.000 en apenas 12 días biodegradando el alimento y generando un compost.

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“Su única misión es comer y transformar esta comida en biomasa, es el animal que tienen el mayor factor de toma de peso en tan poco tiempo. Este es el poder de esta larva”, dijo con admiración.

    
“A la mosca soldado, la descubrí a través de la economía azul, que trabaja en buscar soluciones a los problemas con base en la naturaleza. En Colombia, un médico que trabaja con insectos y larvas de mosca para curar heridas de larga complejidad en pacientes me contó la belleza de los insectos y cuantas soluciones pueden proveer”. Esa charla lo convenció del potencial de la industria.

“Los insectos degradan los desperdicios y los convierten en abono, es el rol clave que cumplen en la naturaleza. Cuando hay una fruta que cae y se pudre, un cadáver, lo primero que viene es una mosca que pone huevos, de los cuales sale una larva que come, come y come. Transforma esta materia en nueva vida, en humus y nutrientes para el suelo, y quizás después se convierte ella misma en alimento para un pájaro. De algo muerto hace vida”, sostuvo.

“La población mundial creciente y cada vez más carnívora presiona los recursos naturales de una forma insostenible. Gallinas, chanchos, peces, todos necesitan proteína para crecer y hoy en día alimentamos los animales o con harina de soja o con harina de pescado, cuya producción contribuye a la pérdida de biodiversidad de los suelos y de los ecosistemas marinos”, destacaron desde Procens, como llamaron a la empresa de ambos.

Según destacó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un informe -destinado a la alimentación humana, pero que aplica también para los animales-, la cría de insectos “emite considerablemente menos gases de efecto invernadero que la mayoría de las demás fuentes de proteína animal y requiere sustancialmente menos agua que la cría de ganado”. Además, la cantidad de tierra necesaria para criar insectos es significativamente menor que en el caso de la producción animal y destacaron el “gran potencial económico y nutricional” de los insectos que “aún no se ha aprovechado plenamente”.

Del pequeño emprendimiento a la primera biofábrica de la Argentina


Durante más de un año, Nolet y Laurençon estudiaron el ciclo de la mosca en un container convertido en bioterio. Analizaron que le gusta comer, cuáles eran sus condiciones óptimas de desarrollo. Cuando estalló la pandemia, decidieron salir en busca de inversores para llevar el proyecto a escala industrial.

Fue entonces cuando se mudaron a Balcarce, tras convencer a 10 socios inversores y lograr un acuerdo por varios años con un gigante de la industria de la papa frita, que le provee de toneladas de deshechos por día para alimentar a las larvas. Allí montaron una planta piloto mientras se terminaba de adecuar el marco regulatorio, ya que el SENASA entonces no contemplaba la cría de insectos para consumo y tuvo que crear la categoría especialmente para ellos. Finalmente, hace pocas semanas “se aprobó un proyecto para autorizar transformación y venta de productos para consumo animal”, dijo Nolet.

“Par alimentar a los insectos necesitás materia prima estable, segura y disponible en volúmenes suficientes. Hablamos con distintos actores para encontrar un aliado estratégico para proveer desperdicio alimenticio para la larva”, sostuvo.

“Nosotros recuperamos la cáscara de papa, la damos de comer a las larvas, y así generamos un abono que se puede usar en el campo para mejorar la composición de los suelos y transicionar los cultivos. Es un lindo caso de sinergia y de economía circular”, explicó el cofundador de Procens. “Recuperamos desperdicios y los convertimos en enmienda y biomasa”, sostuvo.

En cuanto a larva de mosca, el proceso con el que se trabaja es bastante sencillo. “Se procesa, y deshidrata para separar los aceites del cuerpo y obtener una harina con un 60% de proteínas de alta calidad que sirve para alimentar animales como peces, aves, cerdos y mascotas“, precisó Nolet.

Desde Procens destacan que el proceso es totalmente natural y no requiere ningún solvente químico y que las proteínas que se obtienen “son fácilmente digeribles y tiene propiedades hipoalergénicas, antioxidantes y antimicrobianas”.

La planta que tiene en Balcarce tiene por ahora capacidad para procesar cinco toneladas de desperdicios por día y produce a diario unos 700 kilos de larvas.

“Nuestro modelo productivo se basa en la belleza del rol que cumple la mosca en la naturaleza. Los insectos fueron la base de la alimentación de animales a estado salvaje durante miles de años”, recalcó el emprendedor a TN.

Sobre el lado ambiental del emprendimiento, Nolet destacó que “el sistema agroindustrial ha eliminado los insectos, los considera como una plaga a erradicar. Nosotros buscamos un cambio de mirada según los principios de la economía azul, tratamos de inspirarnos en como funciona la naturaleza para desarrollar nuevos modelos y volver a valorizar el rol de los insectos en esta cadena”.

Con mucho entusiasmo, Nolet asegura que el potencial de la industria “es enorme” y apenas explotado en América Latina. “En cada pueblo o ciudad donde hay desperdicios alimenticios, podés poner una biofábrica para eliminarlos. Se estima que en el país se generan por año 16 millones toneladas de desperdicios que terminan en los vertederos, pero que no son basura. Una planta de insectos provee enmienda natural para regenerar los suelos y genera una fuente de proteína muy noble para alimentar animales localmente”, sostuvo.

Cómo fue emprender en la Argentina


“Con Julien decimos siempre que tuvimos que hacer un MBA, un Master of Business of Argentina”, dijo Nolet y soltó una risa. “El país tiene sus particularidades, es un desafío, pero hay posibilidades de convertir la crisis en oportunidad. Hoy las reglas del juego están cambiando mucho y necesitamos soluciones para los desafíos de la época, el cambio climático, las crisis sociales. Como emprendedores de impacto pensamos poniendo el corazón. No solo buscamos hacer plata, sino resolver problemáticas. Hacerlo en la Argentina es un baile todos los días, pero nos gusta”, aseveró.

    
Laurençon y Nolet afirman que “se pasan el día en la fábrica” pero, cuando no cuidan de sus moscas, disfrutan de la vida en Balcarce: “No podríamos volver a la ciudad grande, con el estrés, la locura que conlleva. Buscamos una vida más tranquila. Acá nos podemos escapar a las sierras para recargar baterías”.

La próxima etapa para la dupla europea será extender la planta en 2025 “para poder procesar 10 a 15 veces más desperdicios” y así nutrir suelos y animales.

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