La columna de Osvaldo Bazan: 10 de diciembre de 2023

  • Se conocerán los datos de pobreza. Se conocerán los datos de pobreza.
  • La columna de Osvaldo Bazan: 10 de diciembre de 2023

El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2023 recibirá un país atrasado, endeudado, pobre y formateado en décadas de populismo, autoritarismo y corrupción.

Se trata de un país, el nuestro, que nos moldeó a todos y que todos moldeamos, de una u otra manera.

Muy pocos pueden decir “yo no fui”.

No, claro que no somos todos lo mismo o que todos tenemos la misma responsabilidad, ni de lejos; ni que todos hayamos respondido de manera igual a iguales estímulos; ni que no haya habido millones, a lo largo de los años, que no hayan intentado en algunos casos hasta dejando la vida, que el declive no fuera inevitable.

Esta decadencia no es de ayer o de antes de ayer, no es de dos o tres culpables, aunque haya una docena de grandes traidores, grandes ladrones, grandes asesinos.

Es de millones de argentinos a lo largo de los años.

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Por eso estamos tristes.

Por acción u omisión, acá estamos.

Individualmente, Argentina ha sido una cantera de buenas personas, pero la sociedad argentina ha fallado y no estaría mal que nos pusiéramos a pensar cómo y por qué estamos acá, abajo del fondo del pozo.

No alcanza con echarle la culpa a “los políticos” como si una raza de aliens verdes con antenita se hubiera apoderado del país a lo largo de los años de vida de Argentina. Es más, aún si así hubiera sido, si de otra galaxia hubieran venido a colonizarnos, también sería responsabilidad nuestra haberlo permitido.

Y hacia ahí voy.

Permitimos.

Dejamos que ocurriera.

Quizás usted, querido lector, no.

La mayoría de sus conciudadanos, sí.

Por desidia o por conveniencia, a lo largo del siglo 20 fuimos viendo sin preocuparnos cómo distintos cánceres fueron carcomiendo lo que había de república.

La metástasis es total.

Ese cuerpo canceroso es el que recibirá el gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2023.

Habrá un cepo monumental; habrá una deuda imposible y restricción de financiación externa. Pero aún con lo grave que es la cuestión económica, no será ni de lejos lo peor.

Venimos de un siglo 20 cruzado por gobiernos militares y peronistas, con breves e inacabados interregnos radicales.

Ese fue el caldo de cultivo, la cancha en la que se jugó el partido que hoy perdemos por goleada.

Cien años como una canaleta de estiércol que viene a desembocar en este presente nauseabundo.

Cada una de las llagas que indolentemente vimos crecer en el siglo 20 se fueron llenando de pus en el 21.

¿En serio nos quejamos como si toda esta calamidad se nos hubiera venido de golpe?

Nos fuimos acostumbrando y hoy pasan por normales en Argentina situaciones que en la mayoría de los países occidentales ni siquiera son pesadillas.

Tan corridos estamos.

Fue un proceso largo, de mirar para otro lado, de buscar la propia, de ventajitas que terminaron perjudicándonos a todos.

Un siglo 20 que explotó en el 2001 y que, a diferencia de “El Gatopardo”, no cambió para que nada cambie, sino peor aún, para que todo caiga vertical al infinito.

Pedíamos “que se vayan todos”, pero fuimos demasiado ingenuos. Creímos que se venía una sociedad solidaria, que al fin tantas canciones de Mercedes Sosa se harían realidad. No notamos, ¡qué ilusos!, que quienes nos daban las consignas eran los que siempre volvían; quienes nos usaron para abrir la puerta al reciclaje de lo peor de lo de siempre.

Vamos a ser honestos: puesto en el lugar de Sergio Massa, con todos esas traiciones acomodaticias sin costo a mano, ¿usted cumpliría su palabra porque sabe que está mal no hacerlo?

¿O aplaude al pancista de Tigre porque “qué bien la hizo, no le importa nada”?

Si fuese Manzur, ¿usaría el avión sanitario de su provincia para irse de compras a Nueva York con su esposa o entendería que el avión no es para eso y que quizás su paseo condene a muerte a un changuito cañero que sí lo precisaba?

¿Y si por una carambola del destino -y unas cuántas coimas y correctivos bien aplicados- pudiese disponerse a sí misma de tres millones mensuales de jubilación, las cobraría?

El tema es que la mayoría de quienes no traicionarían, no viajarían aprovechándose de medios públicos o no cobrarían cifras exorbitantes en desmedro de la población, pocas veces son votados.

Argentina viene premiando a lo largo de los años a los traidores Massa, a los angurrientos Manzur, a los ladrones Kirchner.

Es más, cuando ellos no ganan una elección, casi que se siente como una anormalidad. Y asombra que si ellos pierden, quienes ganen lleguen al final de su mandato.

La sociedad argentina ya sabía quién era Cristina Kirchner cuando en el 2011 ganó las elecciones con el 54%, sacándole 37 puntos a su seguidor y quedándose con el Senado y la Cámara de Diputados. No le importó, porque el yuyo malquerido traía los dólares que se gastaban en fiestas, curros y subsidios irresponsables.
54 %.

¿Seguro que usted no estuvo ahí?

Cristina Fernández de Kirchner, como confirma la rigurosa periodista Lucía Salinas, tenía, en diciembre del ’19, siete prisiones preventivas.

Siete.

En los mismos días en que juraba como vicepresidenta -con el 48% de los votos de los argentinos que ya la conocían- sus siete prisiones preventivas se cayeron por un fallo de la Sala 1 de Casación, con la firma de la jueza de Justicia Legítima Ana María Figueroa. Diciembre del ’19.

Si al 48 % de la población no le molestó que su candidata -quien, además, hacía alarde de haber elegido al presidente- tuviese siete prisiones preventivas, ¿estamos hablando de qué futuro?

Hoy, Cristina Fernández de Kirchner, que quiere hacerle creer a la población que no tiene nada que ver con el gobierno, está imputada en tres causas: aviones, espionaje ilegal y ruta del dinero k; está procesada y enviada a juicio por la causa madre cuadernos y dos conexas: cartelización de la obra pública y subsidio a los trenes. Está en pleno juicio oral por la causa de obra pública. Está en revisión en la Cámara de Casación por las causas Hotesur, Los Sauces y pacto con Irán y en revisión en la Corte por la causa dólar futuro.

Hoy, Cristina Fernández de Kirchner tiene embargos por más de 15.000 millones de pesos.

Quince mil millones de pesos.

“Porque cada uno que se queda con lo que no le corresponde, se lo está quitando a alguien que lo necesita”, tuiteó desde su cuenta @CFKArgentina a las 12.39 del 6 de abril de 2013.

 
El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2023 tendrá, entre propios o entre ajenos, a Cristina Fernández de Kirchner.

Estará ahí.

Si es oposición, hará lo posible para que todo explote. Porque ya lo hizo. Si es gobierno, uf, si es gobierno.

El país del 10 de diciembre de 2023 tendrá chicos que salen de la escuela primaria sin saber leer. Y que salen de la escuela secundaria sin comprender lo que leen. Tendrá maestros y profesores brutos y tendenciosos, dirigidos por Baradel. Y sindicalistas de ATE que sólo marchan en días hábiles porque el descanso es sagrado.

Tendrá adolescentes que no entenderán el concepto de esforzarse, de conseguir el premio del saber acumulado, de la aventura del conocimiento.

Esos chicos serán dirigentes o dirigidos.

Elegirán a los nuevos gobiernos.

El gobierno que asuma el 10 de diciembre del 2023 tendrá alrededor todas las Cabecitas de Sarlo de una intelectualidad forjada a golpe de subsidio, viajecito a alguna feria, cátedra mohosa en universidad cooptada del conurbano o estudios sociológicos sobre el peronismo bancado por el peronismo. Y actrices que soñarán con presupuesto público para representar a Eva Perón una vez más, como si hiciera falta, como si alguna vez contaran la verdad, esa que asoma en la comedia musical “Evita” que filmó Madonna, que triunfó en todo el mundo, pero que no casualmente nunca pudo ser representada en Argentina, que debió conformarse con la subsidiada Nacha Guevara.

Estarán ahí, el día de la jura de los nuevos gobernantes, los empresarios de los cuadernos, silbando bajo, mirando para otro lado, escrudiñando cómo y con quién rapiñar una licitación; estará la UIA y su llanto por un país cerrado, un coto de caza privado, lleno de atraso y ataduras. Estarán esos sindicalistas que engordaron al tiempo que los trabajadores enflaquecían. Estarán los periodistas que no tienen miedo de decir sus verdades si no gobierna el peronismo y si la de ellos está. Habrá organizaciones sociales que tomarán como un derecho adquirido manejar el hambre de millones de compatriotas rehenes.

El gobierno que asuma el 10 de diciembre del 2023 tendrá las empresas del Estado tomadas por La Cámpora, tan incompetentes como venales en cargos dirigenciales, en plantas permanentemente inútiles y carísimas, funcionarios sin colegio secundario siquiera. Seguramente, en 2023, antes de las elecciones, entrarán otros nuevos brutos en batallón a las plantas permanentes, ante la posibilidad de la derrota electoral. Ya lo hicieron en 2015.

PAMI, como nunca, en desatención total de la tercera edad.

Total.

Quien tenga un familiar allí sabe lo que es el destrato, la indiferencia, hasta la maldad que recibe.

Los jubilados a duras penas consiguen ser mantenidos por sus hijos, mientras que ANSES es sólo una caja propia en manos de una militante que sonríe hasta la exacerbación y uno no puede menos que preguntarse si alguna vez nos enteraremos de qué carajo se ríe María Fernanda Raverta si no es de nosotros mismos.

El gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2023, si no es peronista, tendrá en contra a la iglesia argentina, al cardenal primado de la Argentina (si sus terrenales trapisondas inmobiliarias no lo alejan antes del celestial cargo), al Santo Padre de Roma y a todos los curas villeros que también cuelgan la foto de la multiprocesada.

El país del 10 de diciembre de 2023 tendrá a Juan Carr arreando muertos de frío. Y a la perfumada colonia artística, sin maquillar, poniendo cara de circunstancia y cartelitos demagógicos, llorando el hambre de la derecha.

Y faltarán, el 10 de diciembre de 2023 miles de argentinos, los más capacitados, los que se fueron, los que no aguantaron más. Los que creyeron, con más de una razón, que esta tierra está maldita. Esos que ya están viviendo una vida normal que este país, enorme, potencialmente rico, no puede darle por los próximos años.

Y acá hay otra bomba que explotará, que está explotando, que tendrá que ver con las expectativas.

Crecimos sabiendo que éste era un país rico.

El octavo en el mundo en extensión.

Todos los climas.

La llanura más fértil, las montañas más ricas en minerales, el mar más extenso de enorme riqueza ictícola, el petróleo, el gas, el litio y el viento y el sol si quisiéramos pensar en verde.

Las vacas vivas y la Vaca Muerta.

Todo.

Sin embargo, hoy somos pobres.

Pobres de toda pobreza, de gente que no come.

Nuestro estándar de vida no será, como lo pensamos siempre, como el del país que dejaron los abuelos en Europa. Ni siquiera como el de los vecinos, a los que siempre miramos por arriba del hombro.

Somos de los más pobres del continente.

Somos como África -como la parte pobre de África- con aspiraciones de Suecia.

El cachetazo es brutal pero necesario.

Si pensamos que el próximo gobierno nos llevará a Suecia en cuatro años, es probable que el 11 de diciembre ya estemos pidiendo destitución.

Habrá que fabricar paciencia, porque ya no hay.

Porque estamos cansados.

Porque los que pusieron el hombro, están desanimados.

Porque corrés y nunca alcanzás.

Porque habrá pobreza por mucho tiempo más.

Y porque, en el mejor de los casos, tendremos que ajustarnos para poder empezar de nuevo y tener una -una sola, una bala de plata- posibilidad de progreso.

Porque todas las que vienen son malas.

Y a la fiscal que investigó a Uribarri la rajaron y Uribarri sigue como embajador en Israel.

Y acá no ha pasado nada.

Porque la justicia le deja al presidente cerrar su causa por burla a los argentinos y acá tampoco ha pasado nada.

Porque Cristina sigue viajando en aviones estatales a descansar sus cuatro días por semana, como casi siempre.

Y acá no ha pasado nada.

Porque los líderes de la anticasta que se venden como lo nuevo, apenas pudieron, usaron los vuelos privilegiados de la casta bajo el argumento de que lo hacían o se lo quedaba la casta. Sic.

No estamos acá por casualidad o por designios del destino.

Cuando aceptamos a la esposa del militar mussoliniano, la amiga de Franco, la demagoga fascista, como valor patrio, caminamos unos cuántos kilómetros hacia el abismo.

Seamos claros e iconoclastas: el peronismo nunca hizo política.

La compró hecha.

Con dinero ajeno.

No es redistribución sacarle 5 al que produce, quedarte con 4 y tirarle 1 a los pobres.

Es robo.

Ahora que la lata ya quedó vacía, no saben qué hacer

El 10 de diciembre del 2023 el país vendrá de cuatro años de amistad con las peores dictaduras del mundo: Rusia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Irán. Nos hemos portado demasiado mal, este ¿gobierno? nos hizo cómplices de esos asesinos. Vamos a tener que hacer muy buena letra para que nos vuelvan a creer.

El 10 de diciembre de 2023 la tuya no va a estar.

Por mucho tiempo.

Habrá que reconstruir una serie de valores que se nos fueron perdiendo y sí, habrá que reivindicar el mérito.

Y el esfuerzo.

Y la inteligencia.

Y la dedicación.

Y la honestidad.

El tema es que quienes tienen ese trabajo por delante son aquellos que nos trajeron hasta acá: nosotros mismos.

Ojalá que estemos a la altura.

Porque no hay después.

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