Tiene 93 años y aún lleva adelante la última paragüería del país

Elías Fernández lleva el oficio en sus venas. Desde que llegó de España a la Ciudad de Buenos Aires, se dedicó a hacer lo que hacían todos en su familia: crear paraguas. Contó a MDZ su historia.
Tiene 93 años y aún lleva adelante la última paragüería del país

El sueño de encontrar un futuro mejor en el “Nuevo Mundo” y su empeño por escapar del servicio militar obligatorio de España, lo impulsaron, a Elías Fernández, a emigrar a Buenos Aires en los años ’50. Estaba por cumplir la mayoría de edad cuando se emprendió en un viaje a lo desconocido, que cambiaría el curso de su vida para siempre. No sabía que allí descubriría el oficio al que se dedicaría por el resto de su vida; un oficio por el cual abriría el negocio familiar; que sobrevivió a las crisis; que se mantuvo -y mantiene- por más de sesenta años; y que llegó a ser declarado como Sitio de Interés Cultural de la Ciudad: la Paragüería Víctor.

En el barrio de Boedo, en la esquina de avenida Independencia y Colombres, se ubica la famosa Paragüería Víctor. El local, aunque con algunos paraguas y accesorios modernos, parece ser un retrato fiel de tiempos pasados, como si se hubiese quedado en la década del ’70, una pausa “vintage” en medio del caos y lo efímero de la ciudad. Cientos de artefactos, bancos, telas con cualquier tipo de estampado, máquinas, una radio encendida y, por supuesto, decenas de paraguas -antiguos y nuevos- decoran el taller de don Elías, el paragüero de 93 años que sigue arreglando piezas y que recibió al equipo de MDZ con mucha calidez y un sinfín de historias para contar.

“Cuando yo llego en el año ‘50, era menor de edad. En ese entonces, para que tú te establecieras o residieras en la Capital Federal tenías que este tener una carta de llamada. Como yo era menor, más todavía; así que, el que me ‘llamó’, y se hizo cargo de mí en ese momento, había sido un tío de mi mamá, que ya estaba aquí del año ‘30”, relató Fernández, mientras arreglaba un paraguas.

Elías nació y vivió hasta los 17 años en Ourense, una de las cuatro ciudades que conforman la comunidad autónoma de Galicia. Tenía una familia como cualquier otra, integrada por su papá y mamá, dos hermanas mujeres y un hermano varón. Pero, por su oposición al servicio militar obligatorio, y la urgencia por escapar del contexto de las guerras que habían afectado a Europa, prefirió seguir el camino de su tío, quien había emigrado con toda su familia a la Argentina años atrás. “El servicio militar en Europa y principalmente en España fue muy bravo. Los que venían de la guerra contaban atrocidades que habían pasado en el servicio militar. Yo me preguntaba: ‘¿Y yo voy a hacer eso? No, no puede ser. Yo no soy de la guerra’”, se decía a sí mismo, entonces.

Su tío lo “reclamó”, de forma que pudo viajar para residir legalmente en Argentina. Así fue que, el 16 de enero de 1950, pisó, por primera vez, el puerto de Buenos Aires. Pero no pudo conocer al famoso tío que le abrió las puertas del continente americano, sino que se quedó con el resto de la familia gallega. “Al llegar al país, a los que éramos menores nos mandaban a un galpón. Pero, antes de ir al galpón, los menores estábamos haciendo la fila para desembarcar. Entonces viene uno que era algo de la Marina, que menciona mi nombre y dice: ‘Tu tío no pudo venir; pero no te preocupes, porque te va a sacar tu primo Antonio’”, rememoró como si se tratase de la anécdota más reciente. Finalmente, Elías se enteró que su tío no había ido a buscarlo al puerto porque había fallecido tan solo unos días antes, el 7 de enero.

 

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