“Quiero una novia rusa”, repetía una y otra vez Alejandro Muñoz (47) en su círculo íntimo y entre sus amigos tras volver de unas vacaciones en Cuba, donde conoció a un grupo de chicas de esa nacionalidad y quedó “flechado” con una ellas.
Alejandro había viajado a esa isla del Caribe a fines de 2018 para hacer una especie de retiro espiritual y así recuperarse de su último noviazgo fallido. Él tenía muy en claro lo que buscaba de una mujer y no lograba que las relaciones prosperaran con las argentinas.
Veronika tiene 42 años y vívía en Moscú, Rusia. Alejandro tiene 47 y es de Villa María, Córdoba
Su entusiasmo por conocer al amor de su vida lo llevó a plantearse la posibilidad de viajar a Rusia, pero la pandemia frustró sus planes y tras el cierre de fronteras se tuvo que conformar de hacerlo de manera virtual.
“Encontré una página que se llamaba Russian Cupid (ahora se llama Eurocupid) y me pareció bastante seria. Para loguearte tenías que validar tus datos con el pasaporte y pagar una membresía mensual”, relató Alejandro, quien desde su hogar de Villa María, Córdoba, se lanzó a la conquista. “Esa plataforma te permitía contactar a chicas de distintos países de Europa Oriental, como Ucrania, Bielorrusia y Rusia, entre otros”, precisó Alejandro, quien no dudó ni un minuto en direccionar sus búsquedas hacia chicas rusas.
“Todos me decían que era un tarado, que cómo iba a buscar a una rusa con la cantidad de mujeres que hay acá en Villa María o en Córdoba Capital. Nadie me tenía fe, todos me subestimaron”, recordó sobre la resistencia de su entorno más cercano cuando les contó que se había enamorado de Veronika Anatolievna Garssia (42), originaria de Moscú, en agosto de 2021.
Fueron seis meses de intercambiar chats, fotos y videollamadas hasta que ella decidió venir a la Argentina para conocerlo. “Ella hablaba en ruso y yo en español. Usábamos el traductor de Google para entendernos. Veronika venía de una separación muy dolorosa y estaba cansada del machismo de los rusos”, contó Alejandro, quien la conquistó por su personalidad.
“El hombre ruso tiene sus complicaciones. La mayoría toma mucho alcohol y se ponen violentos. En cambio, el latino tiene más dulzura, romanticismo y seducción”, detalló el cordobés. “Le cantaba todas las noches y le hacía escuchar folclore. Estuvimos así durante seis meses hasta que nos vimos por primera vez en Buenos Aires”, aseveró.
En sus tiempos libres, Veronika también hace pestañas y cejas en un centro de belleza que le montó su marido
Veronika llegó el 18 de febrero de 2022. Se hospedaron en un hotel sobre la Avenida 9 de Julio, a pocos metros del Obelisco, y recorrieron los principales atractivos turísticos porteños. “Pensaba quedarse por tres semanas pero su vuelta se pospuso porque a los pocos días se desató la guerra entre Rusia y Ucrania y cancelaron los vuelos”, recordó sobre ese conflicto bélico que colaboró para que compartieran más tiempo juntos y pudiera llevarla a Villa María.
“Conoció mi casa, mi empresa. La llevé a pasear por Carlos Paz, La Cumbrecita, Villa General Belgrano y Córdoba Capital hasta que el 3 de abril pudo regresar a Rusia y se fue con una promesa que yo lo hice”, contó Alejandro al referirse a esa despedida, donde le dijo que estaba dispuesto a cumplirle el sueño de ser madre.
A pesar de que Veronika conoció a los amigos, los padres y al hermano de él sintió que no encajaba en su familia ni en su entorno social. Así como sus seres queridos le habían cuestionado la decisión de abandonar su país para ir detrás de un enamorado, ahora tenía que hacerle frente a lo que pensaban los cordobeses de ella. “Las únicas personas que creyeron en nosotros fueron un ruso, del que me hice amigo por casualidad cuando buscaba un especialista en refrigeración, y mi entrenador del gimnasio”, admitió Alejandro, que es dueño de una distribuidora de hamburguesas.
La relación que entabló con el ruso Sergey le sirvió para armar una red de contención para Veronika. Fue él quien lo sumergió en sus costumbres y le abrió las puertas para conocer a un grupo de rusos residentes en Buenos Aires, con quien entabló una linda amistad. Gracias a Sergey y su mujer, ella se sintió contenida a pesar de estar a 17 mil kilómetros de sus afectos. “Si bien hay muchos rusos viviendo en Argentina la mayoría elige Buenos Aires, Misiones, Ushuaia o Santa Cruz. En Córdoba prácticamente no había y muchos menos en Villa María”, remarcó.
Al regresar a Rusia, Veronika se dio cuenta que lo que sentía por él no era pasajero. “En el avión decidí que quiero estar con vos, que quiero volver a la Argentina y que tengamos un hijo”, le confesó ella. La reacción de Alejandro fue darla de alta en su prepaga para que cuando ella volviera a Villa María se sometiera a un tratamiento de fertilización asistida ya que no lograba quedar embarazada de manera natural.
Con 7 valijas a cuestas y 8 meses después de su partida, Veronika arribó nuevamente a Buenos Aires el 17 de diciembre, unos días antes de que Argentina se consagrara campeón en el Mundial de fútbol de Qatar. “Nos volvimos a hospedar en el mismo hotel para cerrar nuestra historia, vimos el partido de Argentina y después fuimos a festejar el triunfo por el centro porteño. Recién el lunes viajamos a Villa María”, resaltó.
Alejandro sabía que casándose con ella conseguiría su permanencia de manera legal. Si bien era algo que ya venían conversando, lo agilizaron por una cuestión burocrática y consiguieron fecha en el registro civil para el 18 de febrero. “Fue la misma fecha en la que había pisado Argentina por primera vez, pero un año atrás”, remarcó.
Lejos de tener una boda de ensueño, dieron el “sí quiero” sumergidos en un clima hostil. “Mis viejos estuvieron toda la ceremonia con cara larga pero ella se la bancó piola. Pero yo le aclaré algo, que es muy simple. ‘Mi familia sos vos’, le expliqué desde que nos propusimos avanzar en la relación”, enfatizó. “Si yo me tengo que pelear con mi familia e irme a Rusia por vos, yo me peleo con mi familia y me voy a Rusia por vos. Yo me lo jugué por vos y la sigo jugando”, le dijo sin vueltas.
Hoy, Veronika sigue trabajando a distancia para una empresa rusa y en sus tiempos libres se dedica a hacer pestañas y cejas en un local que su marido le alquiló y montó un centro de belleza. “A ella le gusta mantener su independencia económica, no quiere que la mantenga”, aclaró. Y a pesar que ya cuenta con DNI argentino aún debe esperar hasta febrero de 2024 para tramitar la ciudadanía.
Sin embargo, eso no le impide gozar de los beneficios de la prepaga de su flamante esposo y actualmente están haciendo un tratamiento de fertilidad: “Es el segundo. Cambiamos de método y este proceso va a durar dos meses”.
Alejandro le prometió que iba a hacer hasta lo imposible para que se convirtiera en madre antes de los 44 años. “Hasta esa edad tenemos la opción de seguir usando sus óvulos, después tendremos que recurrir a los óvulos de una donante”, concluyó, ilusionado con ampliar la familia.