Me duele la humanidad

Hay muchas noticias dando vueltas por el mundo y demasiado dolor para que un alma absorba todo de manera solitaria. Hoy me duele la humanidad. Te pido me acompañes en este artículo para ver si hay alguna salida. Por Federico Poletto
Me duele la humanidad

Me tomé 10 minutos para descansar del trabajo diario y mirar la entrevista a Guido Kohan, sobreviviente del reciente y brutal ataque de Hamás a uno de los kibutz cercanos a la Franja de Gaza. Estuvo a centímetros de que su familia fuera secuestrada y probablemente despedazada. Lo salvó una pared blindada contra el odio. Una pared blindada que lo protegía de otro ser humano. ¡Que ironía! Imágenes que muestran huecos en lugar de edificios habitados; imágenes que muestran sangre de heridas inexplicables y no de las que dan vida. Muertos que ya casi no tiene sentido contarlos porque hemos perdido la perspectiva y la dimensión.

Y un poco más arriba del mapa, una guerra lleva más de un año y medio: Rusia y Ucrania. 120.000, 200.000, 300.000 muertos... nadie sabe, pero vale la pena lo que dije antes: ya casi no tiene sentido contarlos porque hemos perdido perspectiva y dimensión. Centenares de familias y personas desplazadas de los hogares donde deberían sentirse acogidos. Mientras las bombas retumban de un lado y del otro, Europa supo pender de un hilo por el abastecimiento de gas. Millones de habitantes dependiendo de otros millones de habitantes. La guerra sigue.      

 
Del otro lado del planeta, una ciudad de zombies bajo los efectos de un cóctel de drogas inexplicable, sorprende al país más poderoso del planeta, Estados Unidos. Calles con personas devastadas física y mentalmente, que alguna vez tuvieron sueños y que seguramente nunca hubiesen querido terminar así. A ellos les tocó caer del peor lado de la moneda, porque hay varios millones más en el mundo consumiendo droga. El efecto zombie no es un síntoma de una ciudad estadounidense, es una manera de ser y abordar el consumo de drogas: no hay punto medio, lo que hay es una fortuna de "no caer del lado malo", no hay "droga de la buena y de la mala". Es mala, punto. Hubo más de medio millón de muertos en la última década por sobredosis. Duele ver esos seres humanos que llamamos zombies. Duele ver que la droga sea una vía de escape, para ricos y pobres.


Solo en 2023 el Mediterráneo se cobró la vida de más de 2.000 migrantes. Vaya palabra migrantes para mitigar el dolor y no decir "seres humanos", como vos o como yo. Una estadística aproximada confirma en más de 50.000 los muertos en los últimos 10 años. Más de 50.000 almas que huyeron del hambre, de la muerte y de la violencia para ahogar involuntariamente su angustia. Ahogarla para siempre. Ya no es una puerta blindada que separa a los seres humanos, es uno de los mares más bellos de la Tierra que esconde en lo profundo de sus aguas la desesperación. Seres humanos iguales que están incalculablemente más lejanos que un puñado de kilómetros entre África y Europa. 

 
Me duele la humanidad. Me duele Ivana. Asesinada en la ciudad de Rosario, Santa Fe, por un grupo de violentos que incluyeron en sus filas agresoras a dos docentes. Una joven asesinada por aquellas personas que tienen la capacidad y la potestad para enseñarle a los niños, a tus hijos, a los míos. Nos estamos volviendo locos. Y lo peor de todo... por un partido de fútbol, por alentar colores diferentes. Un docente tirando piedras y baldosas en vez de enseñar. Un docente que expele violencia, que inculca odio y que es un signo más de una sociedad violenta donde la ilusión y la pasión se canalizan en los lugares equivocados y de la forma equivocada.    

Mientras tanto, en la India más de 70.000.000 de indigentes planifican su día para ver cómo sobrevivir. Estadísticas que gozan de una gran imprecisión pero que alguna orientación pueden dar. Casi "dos poblaciones enteras" de la Argentina viviendo en la indigencia. Creo que hemos perdido la capacidad de dimensionar; o al menos sería hasta casi peligroso tomar real conciencia de estos números para una pobre alma. Me duele la humanidad. Mucho. 

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No hay espinas sin rosas


Cuando era chico cantaba una canción que decía: la frase del mundo "no hay rosas sin espinas" se transformará, más bien se dirá "no hay espinas sin rosas". Después de escribir párrafos tan desgarradores y que a priori tienen una cuota de pesimismo insoslayable, podría optar por clavarme cientos de espinas sin tener en cuenta que también hay rosas en el camino y en el planeta. 

La humanidad duele. Pero eso que llamamos humanidad es palpable: es el prójimo que me rodea. El pasado puede dejar heridas imborrables causadas por el prójimo. Pudimos haber sido heridos como también pudimos haber sido capaces de causar esas heridas. El egoísmo y el rencor ha llenado de heridas a la humanidad. Heridas que duelen. Pero quizás el dolor del pasado podría ser el motor del presente. Podría ser la inspiración del futuro. 

Sé que no puedo salvar a la humanidad. Pero puedo ser un humano de esperanza en mi metro cuadrado, con quienes me rodean. Como hace algunos días me dijo un amigo: "Tenemos que mirar lo micro porque la macro no cambia". Y es verdad. La humanidad duele pero no deja de ser un conjunto de seres humanos donde, podríamos decir, un individuo tiene un mismo efecto que otro. Somos todos iguales. Hay algunos que podrán tener más capacidad de influenciar, pero en definitiva, en la micro somos todos iguales, con la misma capacidad de aportar nuestra cuota positiva (o negativa) en ese metro cuadrado. Y quizás la suma de cuotas positivas pueda transformar el día donde nos toque estar. Porque la suma de metros cuadrados llena un planeta.

Tengo fe en un Dios Padre y en que los seres humanos son hermanos. Y caminamos hacia una vida donde la Paz no nos será quitada. Mientras tanto, en este peregrinaje terráqueo, hoy me propongo transmitir esperanza y gratitud, al menos en mi metro cuadrado, aunque la humanidad duela. 

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