Un paper publicado en la revista Science basado en un estudio preclínico de una vacuna a la que los expertos llegaron literalmente por accidente abrió una pequeña esperanza para uno de los problemas de salud que más preocupa a la comunidad científica: las infecciones intrahospitalarias producidas por patógenos resistentes a los medicamentos. La famosa RAM, sigla que alude a la “resistencia a antimicrobianos”.
Hay que resaltar que se trata de una vacuna hasta ahora solo probada en ratones, pero el interés está en la novedad que representa, tanto si el trabajo (de científicos de Los Ángeles, Estados Unidos) avanza, finalmente, hacia una fase clínica -con humanos- como si en el futuro toma la posta algún otro equipo de investigación. Es una puerta que se abre.
La novedad se enmarca en un escenario preocupante que hay que aclarar: la tendencia mundial a minimizar el uso de antibióticos (o antimicrobianos), dada la enorme cantidad de hongos y bacterias que se volvieron resistentes a ellos, culpa del excesivo uso que durante décadas hicimos (y hacemos) de estos fármacos, lo que aceleró, en los patógenos, un fenómeno evolutivo natural llamado “presión por selección”.
Al haber sido empujados a "reconvertirse" para sortear los antimicrobianos utilizados en exceso, el resultado fue que muchos microbios se fortalecieron, y los remedios ya no les hacen cosquillas. Pero hay más, y es que cuando los científicos desarrollan una nueva droga, a los microbios les lleva poco tiempo fortalecerse (con tanto entrenamiento adaptativo encima...).
En reemplazo de esas drogas y acusando recibo de que este es uno de los problemas de salud de mayor pertinencia mundial, esta vacuna fue diseñada justamente para levantar la inmunidad, ya desde el comienzo de la internación. Los científicos reportan en el paper que la protección dura 28 días y cubre un grupo importante de gérmenes, entre bacterias y hongos.
Un cocktail hallado por error
En la nota de Science donde se comenta el paper, sugieren que se trata de una vacuna diseñada en forma “accidental”. En realidad, los científicos habían preparado una vacuna posible, que contenía algunas proteínas microbianas para que el cuerpo las reconociera y levantara, luego, la inmunidad correspondiente. Sumaba, además, lo que se conoce como “adyuvantes”, un “push up” con distintos compuestos a través de los cuales se busca hacer más efectiva una vacuna.
Lo que pasó es una nota de color: en la fase preclínica, siempre con ratones, aplicaron la vacuna a un grupo selecto y la dosis mostró efectividad. Sin embargo, en el grupo “control”, donde en muchos estudios se suele dar placebo para comparar efectos entre los dos grupos, los ratones recibieron una segunda versión de la vacuna, que solo tenía los adyuvantes (sin las proteínas microbianas).
El resultado fue un hallazgo, y es que la inmunidad generada fue todavía mejor en el segundo grupo.
De entrada, la publicación enumera la lista de patógenos contra los que -con viento en popa- los futuros pacientes estarían cubiertos: “Desarrollamos una vacuna libre de proteínas compuesta de hidróxido de aluminio, monofosforil lípido A y manano fúngico, que mejoró la supervivencia y redujo la carga bacteriana de ratones con infecciones sanguíneas o pulmonares invasivas causadas por Staphylococcus aureus resistente a la meticilina, Enterococcus faecalis resistente a la vancomicina, Escherichia coli que expresa beta-lactamasas de espectro, y cepas resistentes a carbapenémicos de Acinetobacter baumannii, Klebsiella pneumoniae y Pseudomonas aeruginosa”.
Suman que “confiere protección contra los hongos Rhizopus delemar y Candida albicans”, y que “la eficacia fue evidente a las 24 horas y duró hasta 28 días después de una dosis única de la vacuna, y una segunda dosis restableció la eficacia”.
Una vacuna para la internación hospitalaria
La resistencia a antimicrobianos tiene en vilo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace años. En una reunión en marzo de este año con periodistas de Buenos Aires, Kitty van Weezenbeek, directora de Vigilancia, Prevención y Control de la resistencia a los antimicrobianos de ese organismo, lo enfatizó: “En 2019 y a nivel global, murieron, por esta causa, 1,3 millones de personas. Es una cifra superior a las muertes por VIH, malaria y tuberculosis, sumadas”.
En Argentina, la resistencia a antimicrobianos es un tema sobre el que el Ministerio de Salud avanzó de distintas maneras, pero los datos parecen ser siempre “muy parciales”, opinó Pablo Scapellato, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y jefe de infectología del Hospital Santojanni.
“Por eso, desde la SADI y la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) se está impulsando un estudio -con la intención de que se lleve adelante en diciembre- para tener una medición clara de cuál es el impacto real y la prevalencia de estos gérmenes en las unidades de terapia intensiva del país. La idea es tener información precisa, lo antes posible”, compartió.
La clave de los gérmenes resistentes
Les dicen “superbacterias” pero muchos de los responsables de las muertes en los hospitales son hongos y todo el problema encierra un par de paradojas. La primera está en que uno pueda contraer una segunda enfermedad justamente adentro del hospital adonde había ido para consultar por una primera afección.
La segunda paradoja es el hecho central de que hayamos hecho tal abuso de los antimicrobianos que ya muchos no nos sirvan. Es decir, que hayamos logrado barrer nuestra flora microbiana tantas veces y durante tantos años, que se haya generado, en muchos gérmenes, esa presión en la que, (bien a la darwiniana) sobreviven “los mejores”. En este caso, los patógenos que aprenden a sortear el efecto de los remedios.
Según Scapellato, “la propuesta de esta vacuna es muy interesante porque implica poder combatir bacterias y hongos que producen infecciones intrahospitalarias sin el uso de antibióticos, lo que es terriblemente importante, ya que debería disminuir los fenómenos de resistencia que causan gran parte de las muertes en los hospitales”.
Los matices de las vacunas
Nadie espera que la vacuna haga magia. Siguen siendo centrales las campañas de concientización contra la automedicación, que las farmacias interrumpan la venta de antibióticos sin orden médica y que los médicos que a veces indican antibióticos "preventivamente", dejen de hacerlo. Un dato central, en este sentido, es que cerca del 90% de los cuadros gripales son producidos por virus y no por bacterias. A los virus (bien lo sabemos por la influenza o el Covid), los antibióticos no les hacen efecto.
“Es cierto que es un paper con una experiencia preliminar, en fase preclínica, pero el hecho de que haya mostrado utilidad o beneficios es siempre un potencial para tratar de anclarse y seguir creciendo en el conocimiento. O sea, para sumar herramientas”, analizó Scapellato.
Según Daniela Hozbor, “vacunóloga”, investigadora del Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM-Conicet) y profesora de la Universidad Nacional de La Plata, el estudio de Science es valioso y aborda un tema "muy complejo”
“Ya desde antes de la pandemia se viene buscando dar una respuesta al problema de la RAM, pero el tema se complica porque cada vez que se introduce un antimicrobiano nuevo, lleva muy pocos años encontrar bacterias resistentes a él”, comentó.
En este contexto, "la vacunología, en tanto medida preventiva, vino intentando hacer su aporte. En este caso, hicieron una formulación con adyuvantes. Creo que es una buena idea y es la que se viene queriendo explorar”.