A debatir, mi amor Por Alejandro Borensztein

Cómo estarán los porcentajes a tres semanas de las elecciones? ¿Modifican algo los debates? Gran momento para aprovechar a la numeróloga que contrató Batakis en el Banco Nación.
A debatir, mi amor                                Por Alejandro Borensztein

Hoy es un domingo de fiesta. No solo porque juegan Boca y River en la Bombonera sino porque a la noche volveremos a vivir un debate presidencial, esta vez en Santiago del Estero ya que la ley indica que el primer debate de cada elección debe realizarse en una capital de provincia.

Allá tienen todo preparado. Perfectamente organizado. Incluso, ante la eventualidad de que el candidato Milei tenga un brote y se descontrole peligrosamente, hay previsto personal especializado de Temaiken con dardos tranquilizantes. La palabra clave es “Daktari” (se ve que los responsables son toda gente mayor).


Ojalá no suceda, pero siempre es mejor aclararlo así nadie se sorprende si durante la transmisión vemos que el candidato de La Libertad Avanza cae desvanecido con una plumita clavada en el cuello.

Trascendió que hubo una propuesta para que los moderadores, además de conducir el programa, vayan munidos de cerbatanas pero finalmente la idea fue descaratada, no sea cosa que en el tumulto le erren y lo terminen durmiendo a Schiaretti.


Más allá de este detalle, debemos celebrar que esta nueva edición va consolidando la necesaria y democrática costumbre de que los candidatos a presidente debatan por televisión.
Históricamente en Argentina los debates eran imposibles porque todos los candidatos estaban dispuestos a participar, salvo el que lideraba las encuestas que no quería arriesgarse ni loco. Y como era obvio, si el favorito no venía, no tenía gracia.


El mejor ejemplo fue en 1989 cuando Carlos Menem dejó plantado a Eduardo Angeloz en el famoso debate organizado por Bernardo Neustadt. Mientras todos esperaban en vivo que apareciera Menem, Neustadt le decía al candidato de la UCR “si quiere, vamos debatiendo nosotros”. Nunca sabremos si se lo decía en serio o le estaba tomando el pelo.
El episodio quedó grabado como uno de los momentos más desopilantes de la historia política argentina y se lo recuerda como “la noche de la silla vacía” porque la cámara mostraba permanentemente la silla en la que no estaba Menem. Podrían haber trasmitido una semana seguida que el Turco no iba a aparecer nunca.

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Luego de esto, transcurrieron décadas sin que hubiera debates presidenciales hasta que en 2015, gracias a la iniciativa de Argentina Debate, se pudo realizar el primero. Fue en la Facultad de Derecho y allí estuvieron Macri, Massa, Stolbizer, Rodriguez Saá y Del Caño. Como era de prever, el candidato que se autopercibía ganador en primera vuelta no se presentó: Daniel Scioli.
El debate se hizo igual, pero con el atril del Compañero Lancha vacío. El tipo había decidido quedarse lo más pancho en su camarote practicando nudos náuticos y escuchando meditaciones de esperanza y buena onda, con la tranquilidad de saberse ganador.


Sin embargo, cuando se abrieron las urnas el resultado no fue el esperado: Scioli solo había conseguido el 37% y Macri el 34%. O sea, era victoria segura de Macri en segunda vuelta. Moraleja: nunca te autopercibas ganador porque siempre puede fallar.


Desesperado por revertir lo irreversible, en el camino al ballotage, Scioli pasó de no querer debatir a pretender hacerlo de lunes a viernes y por cuanto canal estuviera disponible. Fue entonces que el Gato tuvo un gesto histórico: rompió la tradición de que el favorito no debate y aceptó el desafío. La única condición que puso Macri fue que se hiciera un solo debate, el que originalmente había previsto Argentina Debate para la eventualidad de un ballotage.


Además de pedir debates a toda hora, Scioli lanzó la famosa campaña del miedo, que es lo que siempre hace el kirchnerismo cuando se ve venir la debacle. Como ahora. “Vienen por tus derechos", gritan los kirchneristas. Hay que reconocer que sería tremendo perder el derecho a bañarte en agosto con una palangana de agua fría debajo de una chapa, por no mencionar otros derechos más escatológicos.


Daniel Gollán, quien luego sería el ministro de salud de Kicillof, hizo punta diciendo que si ganaba Macri no habría más tratamientos oncológicos. “Ojo que si tenés cáncer, Macri te va a dejar morir”, gritaba el tipo que años después rechazaría la Pfizer y demás vacunas norteamericanas mandando a la muerte a miles de argentinos. Aclaremos que Gollán no fue el único responsable: Cristina, Alberto, Ginés, Nicolini, Vizzoti, Rachid y otros amigos de la Sputnik lo acompañaron en la gesta sanitaria antiimperialista. Tienen la suerte de que Strassera ya no está, pero también la incertidumbre de que en cualquier momento pueda aparecer otro fiscal que se anime.


Volviendo al debate, hay que reconocer que en el segundo evento del 2015, el del ballotage, Scioli le puso garra y dio pelea durante casi dos horas. Era empate hasta que en el saludo final entró Juliana, lo agarró al Gato y le clavó el histórico chupón que lo consagró presidente y campeón mundial, obviamente por Juliana más que por otra cosa.


Ese debate entre Scioli y Macri hizo 51,1 puntos de rating, apenas por debajo de los 52,8 que había tenido la final del mundo entre Argentina y Alemania en el Mundial de Brasil 2014.
Semejante suceso empujó para que en 2016 se promulgue una ley de debates presidenciales obligatorios y ya no le fuera tan fácil, al que va primero en las encuestas, evitar el desafío.


En 2019, los peronistas se avivaron e impusieron una regla: prohibir en el final el ingreso al escenario de los cónyuges, no fuera cosa que entrara de vuelta la Hechicera y volviera a producir el milagro.
Así quedó pautado, de ahí que hoy a la noche nos vamos a perder el beso de Patricia con su marido, lo cual no tiene ninguna importancia si pensamos que tampoco vamos a poder ver a Malena subiendo al escenario del brazo de Moria, y a esta intentando meterse a Massa en el escote. Ni hablar de ver entrar a Fátima disfrazada de Cristina mientras la jauría de perros que tiene Milei se abalanzan sobre el libertario y le chupetean hasta la peluca.


La revancha será la semana que viene en la Facultad de Derecho. ¿Pueden los debates cambiar el destino de las elecciones? ¿Se modificarían los porcentajes que surgieron en las PASO? ¿Cómo están los números a tres semanas de las elecciones? ¿Cómo llegaremos al 22 de octubre? Gran momento para aprovechar a la numeróloga que contrató Silvina Batakis en el Banco Nación. Tanto que la putearon por gastar millones en cualquier cosa y al final nunca tan necesario como ahora.
 
Lástima que a la numeróloga no la contrataron cuando el ministro de economía era Kicillof. Nos hubiéramos ahorrado los 16.000 palos verdes que nos cuesta la multa por YPF, más los 10.000 palos que, entre bonos e intereses de los bonos, le dimos a Repsol. Por ahorrarnos los honorarios de la numeróloga, nos terminamos patinando 26.000 palos verdes, solo con YPF.
Si analizamos lo que hicieron Cristina, Kicillof, Báez, De Vido, Alberto, Zannini, Boudou, Massa, Máximo y tantos más, veremos que con el kirchnerismo siempre nos pasa lo mismo: lo barato sale caro.
Temazo para debatir esta noche.

 

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