Constitución: la calle del "microtráfico" donde las drogas le ganaron a la prostitución

Entre el 1200 y el 1800 de Santiago del Estero reina el descontrol. La cocaína se ofrece a toda hora del día. Los vecinos denuncian violencia e inseguridad vial en la zona.
  • Una cuadra de Santiago del Estero, la calle de Constitución donde la droga le ganó a la prostitución Una cuadra de Santiago del Estero, la calle de Constitución donde la droga le ganó a la prostitución
  • Como zombies. Los automovilistas tienen que esquivar a los adictos que caminan por la calle. Como zombies. Los automovilistas tienen que esquivar a los adictos que caminan por la calle.

Son las 19.32 de un viernes en la esquina de Santiago del Estero y la Avenida Juan de Garay, en Constitución. El semáforo marca verde para girar a la izquierda en Santiago del Estero y para seguir por Garay hacia General Paz.  

 En una esquina, en diagonal a la estación de servicio, el movimiento es constante: las mujeres que se paran como si estuvieran ofreciendo sus servicios sexuales solo reciben consultas de clientes que no parecen estar interesados en sus cuerpos.

Es común el ir y venir de personas que se frenan delante de otras personas que esperan paradas, hablan por unos segundos, entregan dinero y reciben algo en sus manos. Otros cruzan Garay a las apuradas, casi sin mirar, como si estuviesen "zombies" por la cocaína. Solo en los pocos minutos que pasan entre el verde de un semáforo y el verde del otro se pueden contabilizar varias maniobras bruscas de automovilistas que intentan esquivar a los adictos.  

En la ciudad de Buenos Aires se dice que Libertad es "la calle del oro", que Warnes es la de las autopartes, Murillo es la del cuero y la zona de Belgrano y Jujuy, la de los muebles. En esa lógica, tranquilamente, se podría afirmar que Santiago del Estero, entre el 1200 y 1800, Constitución, es la calle del "microtráfico" de drogas.

 O más que eso, porque también se puede decir que es la zona donde se vendería la dosis de cocaína más barata de la ciudad: 500 pesos por unidad.    

Clarín recorrió la arteria durante tres tardes. No solo presenció transacciones de venta de droga en vivo y en directo. Además, recibió ofertas: "Tengo de la rica", escuchó de una mujer, a metros de un hotel. Un hombre con la camiseta de Defensa y Justicia decía tener lo mismo. Otra mujer, ya sobre Garay, y en la postura típica de quien se encuentra ejerciendo la prostitución, propuso el mismo negocio.

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"Prácticamente no toman un solo recaudo para vender. Te ofrecen y te venden seas taxista, un trabajador que está en la zona de paso o un adicto en situación de calle. No se detienen a sospechar de un policía encubierto. Es todo muy ordinario", describe un investigador que trabaja en la zona desde 2021, y que participó de innumerables procedimientos policiales. Según sus cálculos, los realizan mensualmente. El problema es que los vendedores se renuevan.   

Sobre Santiago del Estero hay dos domicilios "históricos" para las divisiones Antidrogas Sur de la Policía de la Ciudad. Son los de 1426 y 1422. "El de 1422 lo allané cinco veces. Me cansé de reventarlo y ver que al día siguiente estaba activo. Por suerte fueron cerrados en los dos últimos dos años", cuenta el investigador consultado. 

 Se trataba de viviendas cuyos dueños habían fallecido y fueron tomadas por okupas que se dedicaron al narcomenudeo. La Policía detuvo a vendedores de droga de nacionalidad dominicana. Y el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat estuvo a cargo de la reubicación de 15 familias que nada tenían que ver con la venta de drogas, pero compartían domicilio con los detenidos.  

"Sobrevivimos", aclara Milagros, una vecina referente en la lucha contra la inseguridad, que prefiere no revelar su apellido, cuando se le pregunta sobre el día a día en Constitución. "No podemos salir a pasear con nuestros nietos; salimos a hacer las compras con miedo. Día y noche venden droga y los consumidores en un momento se desconocen, rompen botellas y se ponen a pelear", jura. 

Llegó al barrio hace 20 años y cuenta que en aquel entonces "la venta de droga era disimulada" y las travestis se limitaban a ofrecer un servicio sexual. "Pareciera que se dieron cuenta que el negocio es la venta de cocaína", dice, a modo de hipótesis. El investigador agrega que existen bandas de prostitutas dominicanas y trans peruanas que se paran en las calles. Por lo general siempre cerca de hoteles alojamientos. Aunque aclara: "Te diría que la gran mayoría no se prostituye. Solo venden droga. Casi no existe la demanda de sexo".    

 Milagros nombra esquinas, bares, restaurantes, barberías, hoteles y casas tomadas que funcionan como bunkers. Comenta que en un trabajo en conjunto con comisarios lograron detectar 55 puntos de venta. En el marco del último megaoperativo de la Policía de la Ciudad en la zona se allanaron 21 domicilios. El saldo fue de 31 detenidos y se secuestraron 730 dosis de cocaína y más de 2 millones de pesos.

La particularidad de la investigación fue el allanamiento de dos comercios (kioscos). "Los vendedores de droga de la cuadra dejaban sus dosis al cuidado de los empleados de los kioscos. Ganaban más dinero con ellos que como trabajadores", explica el detective. Sus jefes, o sea los dueños de los comercios, no estaban al tanto de la situación.

El pacto entre vendedores y kiosqueros se dio en el marco de una estrategia delincuencial. Los dealers saben que tener más de cinco dosis de droga los perjudicaría en el caso de una potencial detención. Si lo que les secuestran es menor a cinco dosis, pueden decir ante la Justicia que se trata de "consumo personal". Por eso entregan sus "bombas" (bolsas en las que guardan decenas de dosis) en el kiosco y se limitan a tener menos de cinco en sus bolsillos. Cuando las venden, vuelven al kiosco y buscan más.

También hay argentinos. No solo son los clientes. En la última investigación se identificó al proveedor. Era un vecino de La Matanza. Todos los días, cerca del mediodía, llegaba a Constitución para abastecer a las dominicanas. Y una de ellas, a la vez, le vendía en cantidad a las trans peruanas. Estas últimas son las que ofrecen la "promoción" de 500 pesos por lo que serían 0,2 gramos de cocaína "estirada" hasta con analgésicos. 

 Los conventillos narcos de Santiago del Estero y de alrededores suelen contar con un "portero". Lo común es que sean argentinos y adictos. Su tarea es abrir la puerta y acompañar al cliente durante la transacción y su salida. Los vendedores no les pagan dinero. La moneda de cambio es la cocaína.

Clarín presenció varias de esas "secuencias" de "porteros" que abrían y cerraban la puerta en compañía de clientes. Un investigador jubilado y con pasado en la zona entre 2010 y 2017 aclara: "Los hacen pasar para no ser filmados cuando venden. De todas formas el consumidor salía y lo primero que hacía era darse un saque de merca. Eso ya nos servía como prueba".

En "la calle del microtráfico" es fácil encontrarse con personas "en situación de consumo". Así se denomina a los adictos que se pasan varios días en la zona, sin regresar a sus casas.  "Muchas veces los parás para identificarlos, les pedís el DNI y ves que son del conurbano. Cuando les preguntás de dónde se conocen, te dicen que de ahí. Andan día y noche, de bar en bar, de bunker en bunker. A veces compran para revender y financiarse el consumo. O para tener algo de dinero para regresar a sus casas", cuenta el detective.  

El hecho de violencia más grave de los últimos meses fue en Garay y Lima. Todo comenzó por una pelea entre un hombre de nacionalidad peruana, de 46 años, y otro de nacionalidad dominicana, de 22. El peruano atacó con una faca estilo tumbera y el dominicano respondió con un arma calibre 365. Un niño de 4 años que caminaba junto a su abuela recibió un disparo en la espalda. Sigue internado en la ex Casa Cuna.  

Si bien en un principio se creyó que se trató de una disputa entre bandas, luego se confirmó que se trató de una pelea personal. En Constitución no se detectaron peleas entre bandas. En los allanamientos tampoco se secuestran armas. Y las condiciones de las viviendas de los vendedores están lejos de los lujos. "Son lugares mugrientos, sin luz, con mal olor", describe el investigador.    

La violencia, según aseguran los vecinos, es entre consumidores. "Muchos son cartoneros, otros trabajadores que compran antes de subirse al tren Roca camino al sur del conurbano y también hay vendedores ambulantes. Sus armas son las botellas. Nos la pasamos escuchando ruido de botellas y ahí entendemos que las rompen para pelearse. En el barrio no hay calles sin manchas de sangre", cierra Milagros, que lleva años contando lo mismo. Por lo pronto, la situación no termina de cambiar.

 

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