Gildo, uno de los mejores seres humanos

Por Osvaldo Bazan
Gildo, uno de los mejores seres humanos

El primer sueldo que Gildo Insfrán cobró del Estado fue como funcionario del Ministerio de Asuntos Agropecuarios y Recursos Naturales de la provincia de Formosa, cargo al que entró el 5 de mayo de 1978 y que cumplió por más de cinco años, hasta el 10 de diciembre de 1983.

Sí.

 
Gildo trabajó en la dictadura.

El 10 de febrero de 1978 le envió una carta a “S.E. el Señor Gobernador de la Provincia, General de Brigada (R) don Juan Carlos Colombo” en donde le escribió: “El que suscribe, Gildo Insfrán, argentino de veintisiete años de edad, titular de la Libreta de Enrolamiento N° 8.448.676, con título de Médico Veterinario otorgado por la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste, se dirige por este medio a S.E. Gobernador con el propósito de ofrecer sus servicios profesionales”.

Lo de “su excelencia” se vio empañado un poco al final, cuando Colombo fue condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad, asociación ilícita y coautor de nueve privaciones de la libertad y dos casos de torturas seguidas de muerte.

 
Gildo Insfrán comenzó a trabajar en el Estado “en la noche más negra” por la carta que le mandó a “su excelencia”, ¿será por eso que hablan de “dictadura cívico-militar”?

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Quizás también por esto la provincia jamás se presentó como querellante en el juicio por delitos de lesa humanidad contra Colombo e Insfrán personalmente mandó a demoler el centro clandestino de detención en la zona de Monteagudo, a 35 kilómetros de la capital.

Favor con favor se paga, decía mi abuela y nunca te devolvía el táper vacío, siempre venía con alguna vitualla casera.

Claro que el mismo día que dejó de trabajar para la dictadura empezó a trabajar para la democracia, récord en velocidad de travestismo político.

Ya tenía Gildo facilidad para las transiciones violentas: a comienzos de los ’70, mientras estudiaba veterinaria en Corrientes dio comienzo a su carrera política militando en el Partido Comunista Revolucionario (el PCR maoísta) y al poco tiempo ya era afiliado peronista, cosa que como bien sabemos puede querer decir que siguió siendo maoísta o bien todo lo contrario, sin ponerse colorado porque peronismo y vergüenza son paralelas que nunca se tocan.

En las elecciones provinciales de 1983 fue quinto en la lista a diputado provincial en la legislatura de Formosa por el Partido Justicialista. Envuelto en la lista sábana, saltó de la dictadura a la democracia.

En el ’85 vuelve a presentarse como diputado y la lista que lo arropa le gana por casi nada a la UCR, por 44,95% contra 44,06%.

Así, de los cinco años como funcionario de la dictadura, pasó a cuatro años de diputado peronista. Le quedaban dos, pero renunció para ser, en el ’87, candidato a vicegobernador con Vicente Joga como gobernador.

Con esta fórmula le ganaron al radicalismo por 6 puntos.        

Primera gobernación Joga/Gildo, 1987-1991.

Al llegar al ’91 Joga y Gildo se encontraron con un problema: la Constitución no permitía la reelección.

Uno dice “problema” porque es democrático, pero Joga y Gildo se mandaron una constituyente, se sacaron esa basurita en el ojo y ¡ualá!: segunda gobernación Joga/Gildo 1991-1995.

En el ’95, de acuerdo al “pacto” que habían acordado con Joga, de “tomala vo, dámela a mí”; “una vez cada uno no le hace mal a ninguno”; “una mano lava la otra y la dos lavan la cara”, le tocaba -y gracias a la espantosa Ley de Lemas, lo consiguió- ser gobernador a Gildo.

Tercera gobernación, esta vez, con concertado cambio en el orden de la fórmula: Gildo/Joga 1995-1999.

Cuando en el ’99 le tocaba jugar a Joga, Gildo dijo: “no, yo quiero otra vuelta más”.

Joga dijo que le tocaba a él ser gobernador, “pibito corto mano, corto fierro”.

Gildo dijo “pido gancho, el que me toca es un chancho” y lo jodió el turno a Joga.

Si, la gobernación como la pelota. Es mía y se juega como yo digo.

Joga y los radicales, obviamente, se quejan.

Pero se sabe, en Formosa las quejas a Insfrán no dan mucho resultado. O al menos, no lo han dado hasta ahora. El futuro -como dice el reivindicado Fito Páez- es libertad.

Todo el lío fue a parar a la Corte Suprema de Justicia de la provincia y ahí, el martes 2 de marzo de 1999, por dos votos contra uno, se rechazó la posibilidad de la reelección de Insfrán.

Sí, la corte provincial formoseña rechazó en 1999 la reelección de Insfrán.

Era 1999 y Gildo Insfrán ya tenía 5 años como funcionario de la dictadura, 4 como diputado provincial, 8 como vicegobernador de Formosa y 4 como gobernador (21 años estatales, entre dictadura y democracia).

Pero Gildo es insaciable.

A las 8.40 del miércoles 3 de marzo 1999 -la mañana siguiente en la que a Gildo se le había caído legalmente la posibilidad de ser reelecto gobernador- un señor salía de su casa en una manzana céntrica de la capital formoseña en su 4×4.

Pocos metros pudo avanzar.

Un patrullero de la policía provincial le cortó el paso.

Toda la manzana estaba rodeada por la policía formoseña.

Sacaron al hombre de los pelos, arrugándole su irreprochable traje, lo esposaron y lo metieron de prepo en la patrulla hacia el cuartel de bomberos.

Quizás con técnicas aprendidas como funcionario de la dictadura, con su excelencia el general de brigada Colombo, la policía de Insfrán le dio este trato nada más y nada menos que a Carlos Gerardo González, presidente del Superior Tribunal de Justicia de Formosa; el señor que salió de su casa y nunca llegó a su trabajo.

¿El delito del magistrado?

Haber fallado en contra de la posibilidad de la reelección del magnánimo Gildo.

La máxima autoridad judicial de la provincia empujada brutalmente al encierro por una sentencia que no le gustó al gobernador.

Todo había sido una maniobra que comenzó cuando el apoderado legal del peronismo formoseño, Armando Felipe “Papacito” Cabrera hizo una denuncia por prevaricato y abuso de autoridad contra Carlos González, nada menos que el presidente del Superior Tribunal de Justicia de Formosa; consiguiendo que González fuese llevado de los pelos a la cárcel y permaneciera encerrado por horas.

En 1999.

Podemos imaginar el nivel de seguridad de todos los formoseños comunes, sin los fueros de la máxima autoridad judicial de la provincia, desde el ’99 para acá.

Es revelador detenerse en este hecho fundacional del inframundo insfranismo. Hecho fundacional no cuestionado por científicos, intelectuales, artistas y claro, el peronismo en general, siempre tan dispuesto a los amigos todo, a los enemigos ni justicia, como enseñó el General.

Ese mismo día de los tironeos de pelo al máximo representante de la justicia en Formosa, Gildo declaró, lo más campante “Siempre he respetado la independencia de los poderes”.

Bueno, se autopercibe respetuoso, es válido.

La denuncia de Papacito fue tomada por el juez de instrucción Arturo Aquirrogaray, quien en el orden jerárquico era claramente menos que González.

No importó.

Un amigo peronista denunció, un juez menor -también amigo, también peronista- se hizo cargo y mandó preso a su superior y la policía, también amiga también peronista, lo agarró de los pelos y lo metió en cana.

Había cometido el delito de decir que Insfrán no podía ser eterno.

Acallado el Poder Judicial por el Poder Ejecutivo, quedaba el Poder Legislativo.

Y ahí el quilombo ocurrió el 26 de agosto del ’99.

Había 26 diputados en la sesión: 12 de la UCR, 8 de Joga, 6 de Insfrán. Un peronista enardecido le tira una taza de café a otro peronista enardecido. Piña va, piña viene, se abren las puertas del sagrado recinto legislativo y un grupo de matones de Insfrán, trepados a las bancas reparten puñetazos, bofetones y remoquetes.

No queda nada en pie.

Ni la Legislatura ni la legitimidad.

Peronismo peleando con el peronismo porque a las buenas tradiciones se las abona permanentemente y el resultado siempre es el mismo: gana el peronismo.

Gildo, demostrando lo que aprendió en los primeros años como funcionario estatal con el general Colombo, manda a clausurar la Legislatura. De paso, se salva del juicio político que le correspondía y en su segundo mandato como gobernador, logra modificar la Constitución.

Gildo Eterno se hace realidad.

No es el único eterno.

El bueno de Papacito Cabrera aún hoy es presidente de la Cámara de Diputados de la provincia. Lo pueden ver en las sesiones, debajo de su guedeja acarmelada y su bigotito a lo Roberto Galán pintado con betún, faltándole el respeto a los diputados no peronistas, manejando la cámara a puro desprecio y soberbia ignorante.

Gildo gana en 1999; en 2003 con el 67,1 de los votos; en 2007 con el 75%; en 2011 con el 76%; en 2015 con el 73,3%, finalmente en el 2019 ganó con el 70,64% sumando a 55 lemas.

Ninguna de esas elecciones estuvo libre de trapisondas, por decirlo suave. De los normales y democráticos 40 puntos se pasa a los sospechosos 70. Lo que sólo puede significar que o bien hace una gobernación espectacular en donde todos los indicadores económicos y sociales crecen a tasas astronómicas o practica el más rancio clientelismo.

Sea el lector quien decida.

Sólo desde 2011 hay 87 causas judiciales sobre irregularidades en las elecciones, con 4.780 imputados. La justicia provincial no hace nada para avanzar estas causas de padrones truchos, robos de DNI, aprietes y clientelismo rancio.

La muerte de Pablo Egues puede sumarse a este catálogo de victorias gildistas.

Nunca aclara el peronismo por qué está tan interesado en defender a quienes se perciben aborígenes aún sin serlo, como los falsos mapuches del sur y es tan desdeñoso con aquellos que de verdad pertenecen a los pueblos autóctonos, como los wichís formoseños.

No lo aclaran, pero todos lo sabemos.

Con unos hacen negocios, con los otros, no.

Pablo Egues era autoridad de la comunidad wichí Esperanza.

En 2009 había denunciado a Cristino Mendoza, intendente gildista del municipio de Ingeniero Juárez por haberle sacado los documentos de las 800 personas de la comunidad para usarlos en las elecciones. Mendoza ya estaba procesado por eso y por discriminación y maltrato a los aborígenes desde 2009. Igual, siguió en su cargo porque la justicia formoseña coso y se volvió a postular en 2011.

Fiel a su costumbre -y con la venia de los poderes provinciales y nacionales, todos peronistas- volvió a exigir los documentos y como Egues se negó, le chocaron la vivienda. El anciano, con problemas de presión, no soportó la violencia y murió.

Después de su muerte, Mendoza arreó a los indígenas, los encerró y usó los DNI de sus “presos” para que lo voten a él como intendente, a Gildo como gobernador y a CFK como presidenta.

Acá sigo sentado esperando la reacción de los organismos de derechos humanos, las colectivas de artistas famosas, el Conicet y las miniseries escritas por lo más granado de la inteligencia vernácula.

Según AMRA, el Foro Médico Ciudadano de Formosa, uno de los observadores de las elecciones de 2011 (esa que Gildo ganó con el 76% de los votos) 10.000 paraguayos cruzaron al territorio formoseño el día de las elecciones; un día en el que poco se puede hacer en todo el país, excepto votar. Por vía terrestre, 8.122 personas, por vía fluvial, 1.775. Esto, sin contar los que entran por pasos como “La Pasarela de la amistad” de Clorinda, donde se pasa sin ningún control.

En las PASO de 2017, una dirigente del Frente para la Victoria, por una radio de la localidad paraguaya de Alberdi recordaba a todos los paraguayos que recibían algún subsidio del Estado argentino, que tenían la obligación de votar en Formosa.

Así es como se vota en la provincia de Gildo Insfrán.

Será por eso que el apolillado Guillermo Moreno dijo en entrevista radial: “Formosa es el templo del peronismo, cuando uno entra se persigna. Hay un gobierno extraordinario, eso es lo que pasa”.

Gildo, claro, no está sólo, nunca lo estuvo.

Todos estos años de gente no hubieran sido posible sin el apoyo explícito, contundente, material e ideológico del Partido Justicialista y su eterno coro adulador de empresarios, medios, intelectuales, sindicalistas, religiosos y artistas. Si fue convencimiento, conveniencia o miedo, jamás lo sabremos.

El 28 de mayo de 2020, en una de sus primeras salidas de la ciudad de Buenos Aires, mientras todos estábamos bajo el mando de sus autoritarios DNU, el ya ni dicen que presidente Alberto Fernández fue a Formosa a abrazarse -sin barbijo, cosa que al doctor Pedro Cahn, a quien se lo pregunté expresamente por televisión, no le pareció grave- con Gildo Insfrán, en el centro de la polémica en ese momento por las draconianas medidas de la cuarentena que tomó en su provincia.

El discurso presidencial -profundamente analizado en estas páginas, ver www.elsol.com.ar/opinion/gildo-es-bueno-gildo-nos-ama/) es una pieza oratoria de primera magnitud. Primera magnitud de la estupidez, podría decirse.

Dijo Alberto Fernández, en esa ocasión: “Y yo lo he visto a Gildo en todos estos años, siempre que lo he visto, lo he visto preocuparse por Formosa, siempre que me ha visto ha dicho allá en Formosa estamos necesitando, allá en Formosa estamos haciendo, y su mayor obsesión es que sus comprovincianos, los formoseños y las formoseñas vivan cada día mejor. Eso no habla de un buen político, que lo es, por eso lo eligen digo siempre yo, eso habla también de su condición humana. Gildo siempre que pide, pide para Formosa, siempre que trabaja, trabaja para Formosa, piensa la Argentina con una Formosa que sea parte de una Argentina próspera, pero pide prosperidad para Formosa. Y esos son los mejores políticos, y son los mejores seres humanos”.

Gildo Insfrán, para Alberto Fernández, es uno de los mejores políticos, uno de los mejores seres humanos.

Se ve que no conoce a a mucha gente.   

Como todo con Gildo, continuará…

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