A Geppetto le pasó con una ballena; a Eric Nerhus, con un tiburón. La gran diferencia es que uno es un personaje de ficción y el otro es real.
El buzo australiano de 57 años contó recientemente en una entrevista lo que vivió cuando un enorme tiburón blanco intentó comérselo vivo.
En diálogo con The Sun, Nerhus relató que en enero de 2007 se encontraba buceando cerca de los arrecifes de Cape Howard, en Nueva Gales del Sur, cuando fue divisado por un tiburón de tres metros de largo. Estaba buscando abulones, un tipo de caracol de mar comestible, antes de llevarse la no tan agradable sorpresa.
Al verlo nadar hacia él, el buzo, quien en aquel entonces tenía 41 años, creyó que en unos segundos todo estaría perdido. Tal es así que medio cuerpo suyo terminó rápidamente entre las fauces del animal.
El hombre estaba metido de cabeza en el interior del depredador mientras este le clavaba los dientes e intentaba aplastarlo. Para su fortuna, a su enemigo se le dificultó la tarea porque él llevaba puesto un duro traje de buceo.
"Un minuto era de día, al segundo siguiente todo se volvió negro. Dentro de las mandíbulas estaba oscuro, no podía ver nada porque estaba mirando la parte posterior de su garganta. Nunca había experimentado algo así", reveló Nerhus.
Luego el animal intentó morderlo en la tráquea y comenzó a moverlo descontroladamente: "Empecé a ser sacudido horizontalmente con un movimiento de trilla muy fuerte. Pensé 'es este el final, esto es lo que es morir'".
Pero nuevamente la suerte estuvo de su lado. En medio de la dramática situación, el australiano, completamente a ciegas, tocó con sus dedos un ojo del tiburón y lo apretó lo más fuerte que pudo para que el carnívoro lo soltara. Y así sucedió.
Eric seguía con mucho miedo porque sabía que a veces los tiburones dejan libres a sus víctimas a propósito para que estas se desangren. "El gran ojo negro y redondo me miraba directamente a la cara sin una pizca de miedo a ningún bote, a ningún ser humano o a ningún otro animal en el mar. Fue la vista más aterradora que he visto".
Sin embargo, no dudó en aprovechar la única oportunidad que le dio el animal. Nerhus respiró, se tranquilizó y retornó a su barco, donde fue puesto a salvo por su propio hijo. Desde allí se dirigió al hospital de Wollongong para ser atendido por las fuertes mordidas.
"Me alegro de estar todavía aquí. A veces tienes un descanso en la vida... Soy un hombre trabajador que solo quería sobrevivir muy, muy mal, a toda costa", finalizó el sobreviviente a más de una década del episodio que marcó su vida.