Si uno transita en este momento por la ciudad de Buenos Aires, se va a encontrar con cortes, gente decepcionada; y a muchos enfurecidos porque no tienen luz. Nos enteramos hoy de que tuvimos una regresión de 30 años en materia de organización económica, de salud, y para la economía de todo tipo, también familiar.
6,6% en el mes de febrero es una cifra que alarma a países europeos cuando se encuentran con ese número para todo el año; nosotros la tenemos en un mes y más de 100% de inflación anual.
Se acaban de firmar acuerdos con los bancos por bonos que se actualizan por inflación, quiere decir que esa deuda que se pactó con los bancos, el año que viene, va a valer el doble, va a ser impagable también.
Es decir, hay problemas enormes, graves, con la organización de la economía que nos remiten a niveles de la inflación que serían como una enfermedad que ya no existe, sería como tener tuberculosis o alguna otra enfermedad antigua: es una regresión. Y cuando uno mira de qué están hablando los que están encargados de este problema -porque se postularon para estar encargados del problema, porque quisieron gobernar-, vemos a un gobierno que no le habla a la gente. Se desconectaron del electorado, se desconectaron de la ciudadanía para la cual tienen que trabajar y le hablan a Cristina.
Vimos el discurso del presidente en la apertura de sesiones del Congreso hablando de temas judiciales, de un conflicto con la Corte, que solo se explica por los problemas judiciales, personales de la vicepresidenta. Después, vemos la reunión que hizo el PJ de la provincia de Buenos Aires, el peronismo bonaerense en cuyo núcleo está La Cámpora, este fin de semana, y también son referencias que lo que hacen es producirle un eco a la voz de Cristina hablando de cuestiones nostálgicas, elogiando gobiernos que sucedieron hace 10 años, como el de Néstor Kirchner. No hay ninguna explicación de por qué no hay luz o de por qué el salario se erosiona, se carcome con una inflación delirante.
Están en un estado de desconexión, de desapego con la realidad que aparece en todas las encuestas. Esto es lo que va de la mano de la decepción, del desencanto, que se expresa, sobre todo, en los sondeos cualitativos.
Cuando los sociólogos recurren a la sociedad y le preguntan a la gente “¿qué siente usted frente al entorno en el que se mueve?” Y la gente, en muchas de esas encuestas, llora. Llora porque no le alcanza para llevar al hijo al cine cuando sale a pasear; llora porque no sabe cuándo va a volver a ver a sus nietos porque su hijo se fue del país; llora porque le tiene que decir a su hijo o a su hija “te tengo que sacar de la universidad privada y mandarte a una pública porque ya no te la puedo pagar” o “le tengo que decir a mi familia que el plan de salud que tenemos hay que reducirlo porque no llegamos a fin de mes”.
Ese es el panorama frente a una clase política que le habla al dedo de Cristina, porque en lo que están pensando es “en qué lugar de la lista me va a poner la que manda”. Desconexión que se expresó en una de esas encuestas con alguien que le dijo al sociólogo cuando le preguntaron “¿y la política?”: “La política es un circo vacío. Ahí están los domadores, ahí están están los equilibristas, ahí están los trapecistas y muchos payasos. Nosotros ya nos fuimos”.