- Pero esa historia es hermosa! Por qué no la cuentan? –me preguntó mi hija, a pesar de que sabe la respuesta, porque no necesita que sea yo quien le diga todo lo que el feminismo pop, esa ola de mierda que está tapando al feminismo, se ha encargado de pervertir…
Porque mi hija sabe que hay gente que opina que si te dejo pasar primero es porque te considero menos, si te abro la puerta del auto es que creo que sos una tarada que no sabría cómo hacerlo y si me ofrezco a ayudarte con algo pesado es que estoy menospreciando tus capacidades.
Pero toda esta pavada industrial no sería nada si no fuera que han llegado al máximo punto de una disparatada contradicción, ésa en la cual yo no puedo marchar a la par reclamando derechos de un sector de la sociedad porque soy hombre. Por eso no puedo pedir igualdad de oportunidades y derechos para mis hijas, para mis amigas, para mi mujer, o para cualquier mujer por el simple hecho de considerar justo el reclamo y tener esa empatía que paradójicamente viven reclamándome.
Soy hombre y por eso se me discrimina y no se me permite manifestarme.
Un sinsentido que movería a la risa si no fuera por la violencia con la cual podés llegar a ser echado literalmente a golpes por aquellas personas que luchan por la “igualdad”.
“Sector de la sociedad”, “personas”… términos que utilizo adrede para marcar lo que la verdadera igualdad es. Las mujeres son tan miembros de la sociedad como yo y tan personas como yo. Y viceversa.
Pero algunas de ellas, las que he dado en llamar feministas pop para poder diferenciarlas de las mujeres que son feministas pero no son idiotas (la inmensa mayoría, gracias a Dios) resulta que han decidido quitarme mi derecho a manifestarme.
Es como si ahora, después de la cena, me mandaran a la sala de hombres a bordar mientras ellas hablan de política, fuman habanos y toman whisky.
O como si los padres de los alumnos no pudieran sumarse a un reclamo docente porque no son maestros.
En ese afán de destruirlo todo bajo la premisa de la “deconstrucción” han llegado al punto de subvertir el significado del 8 de marzo. Ni más ni menos.
Todos los que me leen saben que yo no felicito ni a mis hijas en ese día, porque sé que muchos hombres cambian el ramo de flores o la caja de bombones por el permiso moral para seguir menospreciando al sexo femenino los otros 364 días.
Pero de ahí a que haya dejado de ser un día de júbilo hay una distancia sideral. Y resulta que es una de las “conquistas” de estos grupos de fanáticas que buscan distorsionarlo todo para justificar su discurso de odio al varón.
Vaya como intro un pequeño dato histórico:
El famoso incendio no ocurrió el 8 marzo de 1908. En esa fecha 15.000 personas se manifestaron exigiendo mejoras salariales, derecho al voto, reducción de jornada y condiciones laborales dignas. Ya en 1857 obreras textiles habían comenzado a movilizarse hasta que lograron crear sus propios sindicatos en 1859.
El incendio, que ocurrió por falta de medidas de seguridad, en realidad fue el 25 de marzo de 1911 y terminó con la vida de 146 PERSONAS. La diferencia que hay con el discurso actual es porque se omiten los 23 hombres que también murieron. Algunas cuentan la historia como 146 mujeres y algunas otras omiten a los hombres y hablan de 129 mujeres (porque no saben restar, incluso).
El problema es que si mencionan a los hombres se estropea el discurso. Si los incluyen, deja de ser un problema de género (porque no lo era) para ser un problema de corte patronal / obrero, en el cual la parte patronal explotaba a sus trabajadores. A TODOS. A las mujeres y a los hombres que trabajaban en esa fábrica.
Pero la perla de la distorsión es que la fecha 8 de marzo no fue elegida por el incendio, algo lógico teniendo en cuenta que en realidad ocurrió un 25 de ese mes.
Fue en el marco de la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora en Copenhague, en 1910, que la comunista alemana Clara Zetkin propuso conmemorar el Día de la mujer a nivel global, ya que el año anterior, el Partido Socialista de América había declarado al 28 de febrero como Día Nacional de la mujer y lo había festejado en esa fecha en EEUU.
Alrededor de 100 mujeres representantes de 17 países aprobaron en forma unánime la propuesta de la alemana, pero sin acordar una fecha concreta.
Un año después, se celebra el primer Día Internacional de la Mujer, el 19 de marzo de 1911, reuniendo a más de un millón de personas en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
He aquí la hermosa historia que mi hija reclama que sea contada. La que hizo que finalmente fuera elegido el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Y que es realmente bella, porque se ve que cien años atrás, los seres humanos podían distinguir “Sistema” de “individuos”. Y las mujeres distinguían muy bien a LOS hombres de ese Sistema...
…
La fecha tiene su origen en el 25 de febrero de 1917 del calendario juliano, que era el que usaban los rusos en la época en la cual el Zar de Rusia mandó a reprimir a los tiros la huelga de las mujeres (y hombres) que protestaban por los muertos en la guerra y reclamaban los mismos derechos civiles, sociales, políticos y religiosos que los hombres.
Esa huelga, que había comenzado el 23 de febrero bajo el lema “Pan y Paz” fue acompañada por los OBREROS METALÚRGICOS, a pesar de que ellos pensaban que era un poco pronto para incluir los reclamos que las mujeres proponían.
O sea, HOMBRES que NO ESTABAN DEL TODO DE ACUERDO con el momento en que se hacían esos reclamos, DE TODAS FORMAS, se sumaron y se expusieron a los balazos con los que el Zar mandó a reprimir la protesta.
Y MUJERES y HOMBRES a la par, resistieron el embate de la represión y siguieron adelante con la protesta.
La medida del gobierno finalmente fracasó y lo que había comenzado como una huelga terminó siendo la revolución de febrero y acabó con la caída del Zar.
Y las mujeres OBTUVIERON EL DERECHO AL VOTO que les reconoció el gobierno provisional.
El 25 de febrero en el calendario ruso es el 8 de marzo en el gregoriano, que es el que usamos.
Y de ahí, a partir de ese puntapié inicial que tan bien relata la historiadora Temma Kaplan (y no paginitas de progres en situación de IPhone con agendas de odio propias), es que finalmente se eligió al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Una maravillosa historia en la que –codo a codo– hombres y mujeres lucharon por los derechos que las mujeres no tenían en ese entonces.
Y que cuenta cómo, JUNTOS, los miembros de una sociedad lograron comenzar a cambiar al Sistema de aquellos tiempos…
…
Nunca deberíamos haber dejado que el Día de la Mujer se haya convertido en un día en el que se conmemora a pasivas víctimas que murieron en un incendio accidental.
Porque es un día para festejar el verdadero empoderamiento de la mujer que luchó y consiguió comenzar a cambiar la Historia. Y que lo hizo con el total apoyo de los verdaderos “machos” de aquella época.
Y que debería ser un recordatorio para las feministas pop, esas radicales que se supone buscan la igualdad mientras expulsan de sus filas hasta a los transexuales (porque ellas dicen que son hombres), de que la lucha para cambiar aquellas cosas que estén mal en una sociedad, es de interés de todos aquellos que forman parte de esa sociedad.
De todos aquellos que quieren un mundo justo, que respetan a los otros seres humanos sin importarles una mierda de qué sexo son o qué orientación sexual tienen y por lo mismo no aprueban ninguna forma de desigualdad de derechos.
De todos aquellos que están dispuestos a sumarse a las filas de los que reclamen cambios en el Sistema aun cuando puedan disentir en algunos puntos de esos reclamos.
La igualdad de derechos para todos los miembros de una sociedad es un tema de TODA la sociedad.
Y esa Sociedad está repleta de hombres a los que les chupa un huevo que sus hijas, sus hermanas, sus madres, sus parejas y sus compatriotas sean mujeres.
Porque las respetan porque son seres humanos y no porque hagan pis sentadas.
Hombres “de bien” –como decía mi abuela– que persiguen incansablemente la utopía de un mundo mejor.
Hombres, machos, xy cromosomáticos. Que valoran a las mujeres, hembras, portadoras de las dos equis en su ADN, tanto como a sí mismos.
Hombres como yo,
miembros de la sociedad,
personas…
- Monólogos de un hombre cualquiera