Mientras los modelos climáticos predictivos le dan continuidad a La Niña hasta por lo menos enero de 2023, la consecuencia directa del fenómeno que, en la mayoría de los casos, provoca lluvias por debajo de los promedios históricos, también puede apreciarse en los ingresos de divisas al país por parte del sector agrícola.
Las distorsiones que provocó el dólar soja con la entrada en este septiembre de 8.120 millones de dólares —algo jamás visto—, contrastaron con los U$S 1.217 M del mes que pasó. La caída es del 85 %; y de casi el 50 % si se compara con igual segmento de 2012: U$S 2.416 M.
Aún con este ritmo, las exportaciones de los complejos cerealeros lograron otro récord para los primeros 10 meses del año: 35.034 millones de dólares. La cifra ya es superior al histórico de U$S 32.807 M del año previo.
Es decir, aún con las enormes pérdidas de producción como consecuencia de una seca que se extenderá, el sector podría llegar a exportar U$S 40.000 millones en todo 2022. Un milagro, por donde se lo mire.
La circunstancia se producirá en el caso de seguir un promedio inferior aun a los U$S 3.500 M de meses anteriores, ya que, por el momento, no volverá el dólar soja (un fruto prohibido a 200 dólares la tonelada que sólo se negoció en septiembre) y no está claro cuáles serán los volúmenes exportables tras las primeras (magras) cosechas de la fina, entre trigo y cebada, que se anticipan para este diciembre.
De este modo resulta fácil deducir que los números en rojo —por decirlo de una manera con acepción contable— aparecerán a partir de la campaña venidera, porque, si no cae agua desde el cielo, no habrá biotecnología superior que remonte el barrilete.
Pero en la letra chica es donde hay que poner el acento en función del futuro. Esto se apreció en el último informe del Monitor Agroindustrial de las Cámaras de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y de los Exportadores de Cereales (CEC).
Más allá de la fuerte caída en las ventas de soja por parte de los productores, explicada líneas arriba, hay dos temas que preocupan en derredor del cultivo de gruesa en el país:
—La primarización de las exportaciones. Es decir, aumentan las de poroto en detrimento de las de aceite y de harina.
—El estancamiento de la molienda de soja, una circunstancia evidenciada en la última década y que la coyuntura ha acentuado (en forma dramática).
En este punto va la comparación: en el mismo lapso, Brasil ha crecido al 27 % y los Estados Unidos al 19 %. El dato no es menor: se trata de nuestros más fuertes competidores, lo que significa que toman mercados que nosotros dejamos de proveer.
Más allá de La Niña y de la imposibilidad por una mayor recaudación, el impacto de las exportaciones pegan de lleno en el área económica del Gobierno nacional.
Desde el área de estudios económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario le pusieron número a la casa: de no ser por las exportaciones actuales del sector de cereales y oleaginosas, las reservas netas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) estarían con balance negativo.
Considerando a las RN como la resta entre las reservas brutas del BCRA y los pasivos que la integran, como cuentas corrientes en otras monedas, Derechos Especiales de Giro, obligaciones con organismos internacionales y swap con China, por ejemplo, se concluye que con los niveles de liquidación (promedio) de los últimos cinco años, las RN hubieran seguido una trayectoria negativa desde hace mucho tiempo.
Se sostiene que si la liquidación hubiera continuado en el promedio mencionado, hoy las RN serían negativas en casi U$S 9.000 M. Y que, en contrapartida, por los récords actuales son positivas en U$S 2.800 M.
Volvamos al clima. ¿Cuándo lloverá? Existen más certezas que dudas en los modelos predictivos.
Esta semana hubo registros en una gran parte del país (núcleo) agrícola. Llovió, pero en la mayoría de los casos ha sido tarde e insuficiente, y en un marco de altas temperaturas para la época.
“La Niña tiene en vilo a quienes estamos ligados a las cuestiones atmosféricas, oceánicas o agropecuarias. Su duración y dureza genera altos niveles de sequía, campos secos, incendios y altas temperaturas, tal como en el último verano cuando se superaron los 40°C en varios días consecutivos”, dijo Bautista Agustiño, analista de modelos climáticos.
“¿Qué se espera? Para el corriente mes y diciembre y enero venideros existe un 86 % de probabilidad de ocurrencia de La Niña”, añadió.
Otros especialistas consultados coinciden en algo semejante. Y que una eventual orientación hacia posición neutral (El Niño está desterrado) se va desdibujando con el correr de las semanas. Esto es, lo que viene puede ser peor que ahora.
Del otro lado, los productores saben que sólo pueden esperar que un milagro baje del cielo.