Escuché por la radio el viernes a la tarde que “Alberto Fernández asistirá a la Misa por la Paz y la Fraternidad en Luján. El mandatario participará el sábado de la liturgia con el objetivo de reencauzar la convivencia democrática”.
Y dije: “¡Basta!”.
En los últimos tiempos tardé en entregar a la sacrificada gente de El Sol este escrito, siempre jugando con los límites, un poco porque procrastinar está en mi adn y otro poco ante la aprensión de quedar atrasado frente a la exaltada realidad nacional.
Siempre hay un anuncio, una renuncia, una denuncia que enciende una llama y su luz opaca todo lo demás y entonces corremos todos a hablar de eso y después la llama resultó ser un fosforito, pero ya se encendió otro y otro y nunca terminamos de ver el incendio completo.
Que existe.
Hoy quema Córdoba, Jujuy arde, mañana Corrientes, pasado la Patagonia. Que el ministro de coso, Cabandié no se entere es parte de la misma hoguera.
Generalmente con el fondito de responsabilidad que subsiste me digo: “No, voy a esperar un poco, no vaya a ser que pase algo importante y yo quede hablando de otra cosa”.
Pero bueno, ¡basta!
Es hora de un poquito de seriedad.
Si se me permite un segundo de honestidad brutal y cierto manejo grosero del lenguaje: desde lo más alto del poder se lo pasan tirando boludeces y allá vamos, en alegre montón, periodismo y la parte más informada de la población, a discutir boludeces.
-Esta boludez es muy importante, no es ninguna boludez.
-¿A usted le parece que esta boludez no es boluda?
-Si a usted no le parece es porque es un boludo.
Los canales de noticias, así como anuncian que cierto contenido es inconveniente para menores, deberían prevenir en sus videographs: “Gente hablando de cosas que nunca van a suceder”.
Podría haberse usado esta etiqueta cuando en marzo de este año el (ex) ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, presentó la Agenda Productiva 2030; cuando en diciembre del año pasado el que dicen que presidente lanzó el plan plurianual; cuando en abril de este año el (ex) ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez explicó el plan “Carnes Complementarias Industrialización Avícola”; con todos los anuncios de Paula Español y Roberto Feletti; con la presentación del hiperkinético Manzur y su Juan 2023; con la llegada de Scioli y su relanzamiento como la gran esperanza blanca; con los 8400 millones de dólares del hidrógeno verde; con el proyecto de ley “compre argentino”; con la Empresa Nacional de Alimentos que iba a fijar precios de referencia; con el Correo Compras que dejaría así chiquito a Mercado Libre; con la empresa estatal de telefonía celular Libre.ar; con el plan Redes para el bien común de Zapatitos Rápidos Béliz; con las cajas de ahorros que los turistas iban a abrir para cambiar dólares; con la reforma judicial; con la estatización de Vicentín; todo tiempo de discusión, horas de tele y de radio para nada; todo anuncio que al final, chorizo.
Eso, claro por no remontarnos a éxitos tales como la isla de Marchi o el Tren Bala, verdaderos hitos de “Gente hablando de cosas que nunca sucederán”.
Meses discutiendo la reestructuración de la deuda; del presupuesto; de si se lanza o no se lanza el albertismo; de si hablan o no hablan entre el Fernández y la Fernández; si Guzmán renuncia o no renuncia; si Cristina quiere o no quiere; si Alberto puede o no puede.
Por eso, el viernes cuando leí lo de “reencauzar la convivencia democrática” dije basta pibito, corto mano, corto fierro, uno, dos, tres, el que no se escondió, se embromó.
No podemos vivir así.
No queremos vivir así.
Tenemos una murga que ocupa cada uno de los estamentos del Estado haciéndonos la vida cada vez más incómoda y además, todo el tiempo tirando cañitas voladoras mientras se quejan de la pirotecnia.
Y esas cañitas las tiran en nuestro cielo, en nuestro tiempo.
Si no te dedicás al asunto que proponen, sos un traidor a la patria.
Y si no decís lo que se espera, te tiran con un camión de estiércol, por las dudas para que aprendas.
Tenés que hablar.
Estás obligado a definirte.
Pero no digas cualquier cosa.
Decí lo que ellos están esperando que digas.
En eso, las universidades nacionales, esos Salem cazabrujas con dinero estatal, marcan el camino.
Nada menos libre que gran parte de las casas de altos estudios y bajas estofas.
Cada minuto el que dicen que presidente, la señora que tuitea sobre sus causas judiciales, los chupamedias consuetudinarios, los marrulleros de ocasión largan una astracanada en las radios adeptas. Futurrock o El destape o AM530 o Radio Rebelde o el mayor conglomerado de medios argentinos, el de Santamaría, el sindicalista de los porteros con helicóptero y aires de gran de señor -que va desde Aspen hasta Página/12, siempre con sueldos miserables- son la plataforma de donde salen los fuegos artificiales.
Desde ahí explotan cada media hora cañitas voladoras, rompeportones, petardos, chispitas varias que tienen a la población enceguecida. No son más que debates vanos e inconducentes pero se nos va la vida en estas mojigangas.
El niño mimado de la UIA, el nuevo peronista racional, Wado de Pedro, dice que hay que bajar un cambio después de decir que quiere incendiar la ciudad; el pendenciero Larroque saca pechito y convoca a una comisión por la no violencia; D’Elía delira en su guerra islámica; las universidades cooptadas defenestran a quien se le ocurra no cumplir las soviéticas bajadas de línea.
Provocan, arman agenda, te dicen de qué opinar, te increpan si no decís exactamente lo que están esperando.
Tiran de la soga, abusan de la confianza, contrabandean sus intenciones, se meten en tu vida todo el tiempo, se enseñorean mandoneando tipos que no pueden hacer la O con el culo de un vaso como Mayans. ¿Alguien puede decir que vive en el país donde Mayans es senador nacional sin que se le caiga la cara de vergüenza?
El tema es que gran parte de la población ya colmó su paciencia y pregunta: “¿Oigan, a quién se comieron?”
La única razón por la que tienen poder es porque se lo damos.
Sin sicopateados no hay sicopateadores.
Tienen un master en crear situaciones, en provocar polémicas, en responsabilizar a los otros de lo que deberían hacerse cargo, cosa que jamás le hemos visto hacer.
Nada los dejó más en evidencia que el atentado a la vicepresidenta.
La banda de los copitos de azúcar, ¡por favor, chicos!, ¡cómo se nota que esto no es Harvard!
No somos serios ni para los magnicidios.
La chica que va a Telefé a que le hagan una nota; el pibe que vive en una piecita mugrienta y se fotografía con ropa Versace; la amiga youtuber que besa linyeras para hacerse famosa y que pide un sugar daddy por televisión; un arma que no dispara porque coso; el palito con copos de azúcar a tres metros de altura por sobre las cabezas de todos los demás, como diciendo “¡acá estoy, mírenme!” y resulta que los servicios de inteligencia nacionales ni cuenta se dieron; el neonazi brasilero que tiene tres autos pero no los puede sacar del taller porque no tiene un peso; las declaraciones del mecánico; la acusación del ex novio de la novia del neonazi brasilero que dice que el tipo es zoofílico; los detectives de tuiter que descubren tatuajes, pulseras y pistolitas de agua; el padre y el tío de la chica que son punteros kirchneristas en San Miguel y que consideran a Cristina como su mamá; la chica que dice que estudia pero no estudia y saca unos mangos mostrando las tetas por internet; el atacante y su novia con certificados truchos de discapacidad; el teléfono al que se le pierden todos los datos porque coso; cien guardaespaldas que pagamos todos pero el que agarra al agresor es “El Jirafa”, el militante que justo estaba ahí a diferencia del guardaespaldas Kevin Kostner de CFK que justo no estaba ahí.
Más de la mitad de la población (el 53% -y contando- según una encuesta de la consultora Trespuntozero) cree que fue “un hecho inventado por CFK para victimizarse”.
Me impresiona lo poco que se habla de este dato, que parece sustancial
Porque loquitos que atenten contra personas importantes hay cientos en la historia de la humanidad.
Es horrible, sí, pero es bastante humano.
Es espantoso, pone a todo el mundo en peligro, pero Lennon, la cantante Selena o el Papa Juan Pablo II pueden dar cuenta de ello.
Más grave aún -aunque se diga bajito porque los sommeliers de desgracias y su fascismo no lo permiten- es que el Gobierno se haya montado sobre eso para elegir los enemigos funcionales de siempre: la Justicia, los medios, la oposición.
No pueden más de aburridos y obvios.
Es gente muy desteñida.
No es nuevo que haya loquitos asesinos (mientras la Justicia no demuestre otra conexión, es lo que hay).
No es nuevo que este Gobierno culpe a los enemigos de siempre.
Lo nuevo es que, mayoritariamente, no importe.
Los argentinos, entre la incredulidad y la indiferencia, siguen con su vida.
Incluso con un feriado con fórceps, incluso con la presión psicopateadora, incluso con la obligación sindical, con el patrullamiento en redes de la intelligentzia criolla, la población sigue con su vida.
Parece que es demasiado lo que tenemos que hacer todavía, como para andar perdiendo tiempo.
La explosión de memes de esta semana le bajó los humos a la solemnidad manifiesta y puso las cosas en su lugar.
Una vez tuve la oportunidad de preguntarle al gran Luis Eduardo Aute por su canción “Al Alba” (“Si te dijera, amor mío,/ Que temo a la madrugada,/ No sé qué estrellas son éstas/ Que hieren como amenazas/ Ni sé qué sangra la luna/ Al filo de su guadaña/ Presiento que tras la noche/ Vendrá la noche más larga,/Quiero que no me abandones,/Amor mío, al Alba”). Durante años se comentó que estaba dedicada a los últimos cinco condenados a muerte por el franquismo, que serían fusilados de madrugada, pero también existía el rumor de que el cantautor la había compuesto por los condenados a muerte por la dictadura de Pinochet. Le pregunté entonces si “Al Alba” era compuesta por lo hecho por Franco o por Pinochet. Su respuesta, magistral como todo lo que hacía tanto con las letras, con la música o con la pintura, fue una pregunta “¿Tú sabes el trabajo que es hacer una canción? ¿Cómo voy a dedicarle el tiempo y el esfuerzo que llevan una canción a Pinochet o a Franco? No puedo ser más claro ‘quiero que no me abandones, amor mío, al alba’. No, no puedo perder mi tiempo con gente tan chiquita”.
Salvando todas las distancias del caso -que es lo que se dice en estas circunstancias para que no aparezcan los pazguatos de siempre a decir “istis quimpirindi i Cristini quin Pinichit”- hay una lección ahí.
Ya sé que no son lo mismo dictaduras sangrientas que Kicillof bravuconeando en su media lengua, pero ahí anda Firmenich hablando de terrorismo y guerra civil.
Día a día, se descargan paladas de estiércol sobre la población y en lugar de esquivarla, nos convertimos en sommeliers de caca.
Si pudiéramos poner en perspectiva lo que fueron estos tres años veríamos los distintos sentimientos por los que pasamos. Desde la resignación o esperanza, cada uno sabrá, del 10 de diciembre del ’19 a la incertidumbre de la cuarentena; desde el cono de silencio de los primeros años, donde no se decía nada para no molestar, para no meterse en problemas, para no arruinar la cena familiar a este presente en donde todo ya saltó por los aires y ahora esto, el “hacé lo que quieras, no te creo nada”.
Tenemos una vida de la que ocuparnos, Máximo, seguí haciendo tus pucheritos.
Rachid y Ramos Padilla, esos Statler y Waldorf, los viejitos de los Muppets con olor a pis, pueden seguir saltimbanqueando por las plazas porteñas, tenemos otros placeres, otras pasiones que contentar.
Las psicopateadas no van más.
¿Así que Dalbón, el abogado más loco de la matrícula dice que el atentado es cosa de tropa propia?
Mirá vos.
El gobierno de científicos devino en una misa en Luján “para agradecerle a Dios y a nuestra Santa Madre, la Virgen María, por haber protegido la vida de la vicepresidenta de la Nación”. Acá en la tierra el trabajo era del Ministerio de Seguridad y de la Agencia de Inteligencia, pero, bueno, más efectiva parece que fue la Virgen. Los científicos más locos del mundo.
La Iglesia, mientras tanto, está más preocupada por la misa que por la falta de atención a las personas con discapacidad. Gracias, Francis, seguí así.
La psicopateada necesita de alguien que la siga, que la crea, que la discuta.
Eso también ya pasó, ya fue.
Como pasó todo de este gobierno.
Ya pasó.
Todo eso ya fue.
Nos estamos enfocando en cómo vamos a reconstruir esta tierra arrasada, cómo elevarnos desde la fosa de las Marianas en la que nos están dejando.
Estamos pensando en mañana porque el hoy está contaminado de consignas vacías, curros varios y unos truchos que se hicieron importantes, primero, por nuestro silencio, y después porque los tomamos en serio.
No hay que reencauzar la convivencia democrática, sr. pareja de Fabiola.
La convivencia democrática sigue su curso, incluso a pesar de usted.
Por lo demás, la única medida que se les pide es: prohíban la exportación de maíz.
Estamos precisando mucho pochoclo para ver caer el imperio de la polenta.