“El sueño argentino se está convirtiendo en una pesadilla de débil actividad y fuerte inflación. El país parece vivir un trilema social, político y económico, en el que el Gobierno no encuentra solución. Cada día que pasa, la situación empeora”.
Así opina y describe la situación del país el economista Roberto Troster, un porteño con familiares en Mendoza que emigró a Brasil, donde reside hace varios años, país en el que edificó una prolífica y reconocida carrera profesional, repartiendo su tiempo entre la academia como profesor, como economista-jefe de la Federación Brasileña de Bancos y hasta ejerciendo el rol de consultor tanto del Banco Mundial como del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El mismo día en que el diario Valor Económico de San Pablo publicaba una columna de su autoría, LVDiez lo entrevistó durante el programa Opinión (de 8 a 10.30 de lunes a viernes). Faltaban pocas horas para que se conociera el último dato de la inflación argentina, la que finalmente se ubicaría en 7,4 por ciento por el mes de julio, la más alta mensual de los últimos 20 años “y el peor incremento interanual (71%) de los últimos 30 años”, según acotó tras el dato el también economista y senador nacional Martín Lousteau. Brasil, el país de residencia de Troster, dos días antes había difundido su propio dato de inflación por el mes de julio. El mismo resultó ser negativo, de -0,68 por ciento, con una proyección en el incremento de los precios hacia fin de año de entre 8 y 10 por ciento. Todos los países de la región han registrado incrementos de precios en julio por debajo del 1 por ciento, aunque Chile anunció una inflación mensual de 1,4 por ciento, un número de otra galaxia si se compara con el caso argentino y mucho más aún distanciado –por el dato del 7,4 por ciento dado a conocer este jueves– de lo informado en Colombia (0,8 por ciento), Uruguay (0,7 por ciento), Paraguay (0,7 por ciento), México (0,7 por ciento), Bolivia (0,6 por ciento) y Ecuador (0,2 por ciento).
El trilema, como le llama Troster al fenómeno que se ha asentado en Argentina, “tiene una dinámica perversa. Si sube el dólar blue se ajustan los precios en pesos y sube la inflación y si sube la inflación sube también el dólar blue. Si el país tiene una alta tasa de crecimiento, la demanda de dólares aumentará y, en consecuencia, habrá un alza en el azul y la inflación. Es un marco que se retroalimenta”, describe el especialista.
Troster supone, como muchos, que la llegada de Sergio Massa a la conducción de la economía del país no resolverá el problema por ahora porque lo que se ha anunciado “es más de lo mismo”. Esa visión coincide con la de muchos especialistas locales, quienes, tras el paso de los días del ex diputado por ese ministerio endemoniado, sintetizan los anuncios como una suma de “medidas inconexas”.
En su artículo de Valor Económico, el académico se detiene en el hecho de que Argentina, al insistir “en una política económica anacrónica”, ha producido un deterioro evidente en el desempeño económico de todas las variables. “Cuellos de botella en infraestructura, bajo nivel de inversión, racionamiento energético, riesgo de hiperinflación, una dinámica fiscal con un deterioro creciente y la confianza de los empresarios y la población en el Gobierno en caída”, dijo.
Este jueves, casi al mismo tiempo en que se conocía el nuevo dato, explosivo, de la inflación, el presidente Alberto Fernández, en un acto de entrega de viviendas sociales, insistía en su teoría de que los problemas internacionales como la pandemia, la inflación mundial y la invasión de Rusia a Ucrania son los que han activado los inconvenientes económicos en Argentina.
A los factores exógenos, el presidente les volvió a adicionar las consabidas críticas al endeudamiento del gobierno de Mauricio Macri, la fuga de capitales y demás. Troster, sin embargo, describe otra situación de la que, supuestamente, ve el presidente argentino. Dice: “El mundo se encuentra en una fase de transformaciones disruptivas, nuevos modelos de negocios y tecnología, mientras Argentina está sumida en debatir problemas elementales como la inflación y el control del déficit. Los desafíos son complejos, pero no imposibles. Más de lo mismo hará más de lo mismo. Eso sólo resolverá problemas a corto plazo”.
Para Troster, Argentina podría explorar otras recetas y alternativas, como ese plan que aplicó Brasil en los 90. Sostiene la idea partiendo de lo que llama el trilema y que podría resolverse “seleccionando uno y descartando los demás, o dejando fuera uno de los tres, o no teniendo solución. Algunos son famosos en economía y los hay ingeniosos, como el restaurante bueno, barato y vacío en las horas punta”. Seguidamente, Troster afirma con firmeza y seguridad que “el trilema argentino tiene solución”.
El economista se refiere al Plan Real brasileño: “El panorama era de descontento popular e hiperinflación. Se estructuró sobre tres pilares: uno, político, el plan fue debatido por toda la sociedad; en el aspecto social, se mantuvo la masa salarial real, y el económico, con ajustes fiscales y monetarios”.
Troster recuerda la creación, exitosa, de la Unidad Real de Valor, una suerte de nueva moneda creada para anotaciones en cuenta, no se emitía ni tampoco se contabilizaba. “Su valor se reajustaba diariamente y todos los precios y salarios se cotizaban en la URV. Cuando la inflación de la URV llegó casi a cero, se hizo la conversión a la nueva moneda, el real. El plan funcionó”, acota Troster. “La inflación, que alcanzó 46,6 por ciento mensual en el mes anterior a la conversión, bajó a 6,1 por ciento en el primer mes; a 1,5 por ciento el mes siguiente y en los veintiocho años posteriores a la conversión fue inferior a los seis meses anteriores al plan. La Argentina de hoy es diferente del Brasil de hace tres décadas, pero puede adaptar la estrategia a sus condiciones y evitar los fracasos del Plan Real”, añade.
El académico argentino-brasileño asegura que Argentina requiere de un plan creíble y sostenible, y que es posible. Aunque admite su complejidad: “Requiere determinación política. La necesidad de cambios, en lugar de parches, en la política económica es evidente. La receta es clara: adaptar la gestión del país a un nuevo paradigma”.
Para Troster, lo primero que se tiene que hacer “es eliminar la miopía”, que se podría alcanzar, agrega, “protegiendo a los más pobres y aumentando las perspectivas de crecimiento de todos los argentinos. Trabajando en tres frentes: reformas de competitividad, ajuste fiscal con reglas de rendición de cuentas y la creación de un patrón monetario similar a la URV (la UAV o ¿unidad argentina de valor?)”.
Troster, en medio del panorama desolador, describe con optimismo que, si se aplicara el plan brasileño, lo haría con la ventaja de que allí, en el país vecino, funcionó. “Abundan el capital humano, los recursos naturales, la capacidad empresarial y la voluntad de hacer que las cosas sucedan. La propuesta es posible y factible. A lo largo de su historia, Argentina ha demostrado que puede cambiar y hacer que las cosas sucedan. ¿Va ahora?”, concluye.