Ella, que es gobierno, dice que el gobierno es pésimo y que el ministro de economía puesto por el presidente que puso ella, a instancias de ella, está haciendo todo mal y en ese mismo momento el ministro le renuncia por tuiter en una carta larguísima que no le importa a nadie porque lo que esperábamos hace dos años y medio era un plan, no una carta de renuncia.
Según el gobierno, el gobierno no es el gobierno.
La que eligió quién iba a ser candidato a presidente dice que bueno, que mala suerte, queva’cer, que es humana, que se equivocó feo, que ese presidente que eligió es pésimo y que su ministro es peor y que por eso ni le habla y dice además que síganla, que no los va a defraudar cuando el año que viene elija al que va a ser candidato a presidente, que ahí sí va a elegir bien y van a ver lo que es bueno, que le tengan confianza porque por algo es la jefa. De una organización ilícita según la Justicia, pero bueno, es la jefa.
El gobierno dice que no es el gobierno.
El gobierno es el otro dice el gobierno.
No, no es esquizofrenia.
La esquizofrenia es un trastorno muy doloroso que afecta la capacidad de una persona para pensar, sentir y comportarse de una manera lúcida.
Quien lo padece, sufre.
Mucho.
Le tocó en (mala) suerte y debe ser una manera horrible de vivir. Merece compasión y entendimiento.
La esquizofrenia te llega y nada podés hacer.
El gobierno no es esquizofrénico.
El gobierno piensa, siente y se comporta como se comporta porque quiere.
Su capacidad para la sevicia y el fraude está intacta
No es una enfermedad.
Es incapacidad, trampa y engañifa.
Es choreo, impunidad y venganza.
Y las peleas, denuncias y renuncias son para ver quién chorea más, quién es más impune, quién se venga mejor.
Son patrones de estancia con 45 millones (más o menos, estamos esperando aún saber cuántos somos, así como los censistas están esperando que les paguen) jugando con nuestras vidas, nuestro tiempo, nuestras pertenencias.
A esta altura del partido, con las cartas tan jugadas, el problema ya no es la murga de la Casa Rosada, somos nosotros mismos.
Nuestra falta de respuesta.
¿Por qué tanta sumisión y obediencia ante un poder tan execrable?
La sociedad argentina tolera lo intolerable por miedo.
¿A qué?
Al peronismo.
A su capacidad para el apriete, la discriminación y la violencia. De la Triple A a Montoneros, sin escalas. Del Operativo Puf al apriete sindical o al escarnio mediático.
Miedo al poder intrínseco de una fuerza que nació de la ingenuidad de un pueblo que vio a un salvador de la patria y a una madre generosa donde sólo había un general fascista y una actriz demagoga.
Y se entregó dócil a los manejos de vivillos de toda laya que en nombre de los pobres se enriquecieron, condenando a los demás a vivir en la miseria.
Y a festejar el día del orgullo villero, porque no les alcanza con joderte la vida, además exigen monumentos.
Lo que es insoportable en gobiernos no peronistas recibe miradas indulgentes cuando quienes gobiernan son los herederos del militar fascista.
De la Rúa es Churchill al lado de la pareja de Fabiola y todos lo vemos. Sin embargo, nada explota. El silencio de quienes deberían estar quejándose, aturde.
No hay que saber sumar 2 + 2 (menos mal, porque cada vez menos gente puede hacerlo) para entender por qué ahora no hay puebladas ni saqueos.
Quienes las organizan están en el poder.
La inflación está descontrolada; la escuela pública fue bombardeada; se cierra la importación de elementos básicos; se corta la luz y no hay gas; PAMI no atiende; todos los ministerios están paralizados; nadie sabe a cuánto el dólar este lunes, las internas son feroces; la jubilación es miserable; no hay una sola obra de infraestructura pública en funcionamiento; los cortes y piquetes se repiten; nos hicieron amigos de los dictadores; por las fronteras pasan desde camioneros que hacen su ganancia con el precio del gasoil nacional hasta terroristas del país que ya atacó dos veces a la Argentina disfrazados de fleteros de autopartes.
Argentina está parada.
Los que decían que venían a poner el país de pie, lo pararon.
No hay gasoil.
El mundo tiene un problema de energía y combustible, sí.
Pero el mundo reacciona.
No le alcanza con recostarse sobre el argumento de que “hay un problema”; es justamente por eso que busca soluciones. En Europa bajan impuestos a los combustibles porque entienden que es su responsabilidad, que no son panelistas.
En Argentina, la figura máxima del transporte camionero, Hugo Moyano, fue a aplaudir al presidente en un acto intrascendente, hecho como de favor por la central obrera peronista, recordando la figura del militar fascista que murió cuando todavía el 70 % de los argentinos de 2022 no había nacido.
Un acto que fue contestado con otro acto de parte del mismo gobierno y que fue tapado por la renuncia del ministro de economía.
Mientras tanto, los camioneros -literalmente- se matan entre sí y el ministro de transporte se pavonea en Nueva York presentando un plan de seguridad vial en el país en el que todas las rutas son las rutas de la muerte, ahora no sólo por su estado calamitoso sino además por el peligro de una situación social insostenible donde la violencia es rey.
Y no pasa nada.
Silencio y miedo.
El campo no se mueve porque no hay gasoil. ¿Cuál es la respuesta de los afectados?
Anunciar un paro de buenas maneras para dentro de dos semanas.
Ojo, no vaya a ser que el peronismo se enoje.
Alguien deberá decirles a los integrantes de la mesa de enlace del campo que si el paro lo anuncian para dentro de 15 días, no parecen estar dando un mensaje de urgencia.
¿No es tan urgente o tienen miedo de la reacción de un gobierno que no reacciona?
Lo que en otros gobiernos son paros, movilizaciones, escraches y levantamientos, bajo el peronismo es: “Disculpe, ¿me permite decir que no la estoy pasando tan bien? No se ofenda, eh, pero me arde ¿me pasaría un poquito de alcohol ahí donde me sangra?, si no fuera molestia, claro, faltaba más”.
“En el mejor momento de Cristina había 11 millones de trabajadores sin derechos y ese país es una mierda”, dijo valiente don Emilio Pérsico, un señor de barba tan grande como la caja que maneja, pero se olvida de un detalle.
Lo que no dice don Emilio, es que el Movimiento Evita es absolutamente responsable de ese país de mierda, ya que siempre se reconoció como un brazo del kirchnerismo, y que el mismo Pérsico fue funcionario del partido que gobernaba ese país de mierda como Secretario de Organizaciones territoriales del PJ desde 2007 y que por su participación en ese país de mierda es hoy funcionario del Estado como Secretario de Economía Social.
Claro, en aquél momento del país de mierda don Emilio no se quejó pero en su caso no fue por miedo.
Fue por complicidad.
Digamos que puso su kilito de caca para hacer de éste un país de mierda.
No sólo hay miedo.
Hay complicidad.
Y es difícil diferenciar uno de otra.
Cuando Martin Cabrales -premio Konex de Platino 2018 como empresario Pyme- al mismo tiempo dice “me va mejor que en el gobierno de Macri” y “el cupo que tenemos para importar café no alcanza” mientras elogia a Scioli ¿es miedo o complicidad?
Las cámaras empresarias, la UIA y todos esos pescadores de peceras humillan, gritan y cascotean cuando quien está sentado en el sillón de Rivadavia no es peronista. Pero cuando es un heredero del general, ¡ah!, ahí se cuadran, hacen la venia y bajan la cabeza. No vaya a ser cosa que se les enojen y pierdan la licitación amañada, el contratito con cláusula de retorno, la prebenda ancestral de todo gobierno peronista.
Acostumbrados a la mafia, la prefieren antes que la competencia con reglas claras que no saben enfrentar.
Solange, Abigail, Lara, Florencia Magalí, la sobrina de Alperovich: todas víctimas sin solidaridad sorora. El sororismo será K o no será nada, parece ser la consigna.
Los chicos no aprenden a leer ni a escribir en la escuela primaria; en el secundario no entienden lo que leen (voy a repetir la frase porque es tremenda: en el secundario los chicos argentinos no entienden lo que leen), estuvieron dos años sin clases presenciales y sólo un mínimo porcentaje de alumnos tuvo clases virtuales para las que no estaban preparados ni los estudiantes, ni los profesores ni las escuelas ni la conectividad del país.
Mientras tanto, los intelectuales argentinos en su gran mayoría no dijeron una sola palabra.
No hay un solo pronunciamiento de la academia argentina sobre la mayor tragedia educativa de nuestra historia contemporánea.
No hay estudios del Conicet ni reclamos en la feria del libro ni solicitadas ni clases públicas en la calle.
Los centros de estudiantes, siempre tan dispuestos a la lucha callejera, no levantaron la voz sobre la ausencia de su razón de ser: el estudio.
¿Qué es un estudiante que no puede estudiar porque el Estado lo impide? ¿Cómo es que no se queja?
¿Miedo o complicidad?
Los chicos no saben leer ni escribir y a los maestros no parece importarles. ¿Se puede saber para qué son maestros si no les importa si los chicos aprenden algo o no?
¿Qué merece un maestro que se desentiende de lo que aprenden sus alumnos?
El gobernador peronista de La Rioja dice de los maestros “si no les gusta el sueldo, que se busquen otro trabajo”.
¿Los sindicatos peronistas, los intelectuales, los estudiantes? Silencio.
Eso sí, que no se le ocurra a una ministra no peronista decir que en el colegio se debe aprender el idioma que todos manejamos y si alguien tiene alguna veleidad minoritaria, que lo aplique en su casa pero no en las aulas porque ahí sí, todos a la calle, sindicatos, centros de estudiantes, intelectuales, escritores, artistas.
Encerrados en sus jaulitas de subsidios de oro, intelectuales y artistas dan clase de moral y progresismo.
Dan asco.
Cómplices buscando ventajitas roñosas.
Miedo a perder esas ventajitas roñosas.
Y defendiendo tu miguita mirando para otro lado permitís que los funcionarios se lleven el queso. Y cada vez tenés menos miguitas. Y cada vez sos más dócil. Y más pobre. Y menos importante. Y un día ya sos esclavo y lo festejás por las dudas para que el funcionario no se enoje.
Veintiocho peritos determinaron que Alberto Nisman fue asesinado a sangre fría.
Eso fue pedagógico y disciplinador.
¿Alguien es capaz de matar a un fiscal y hacerlo pasar por suicidio?
Si es capaz de eso, ¿de qué no es capaz?
Es entendible el miedo cuando ves que hay fuerzas capaces de matar.
Sin embargo, callarse por miedo es el peor camino.
Nos encerraron y no dijimos nada.
Nos retacearon vacunas y no dijimos nada.
Nos prohibieron despedir a nuestros seres queridos y no dijimos nada.
Nos dejaron varados en el exterior y no dijimos nada.
Nos roban las jubilaciones y no decimos nada.
Nos obligan a marchar para recibir un plan de hambre y no decimos nada.
Nos cortan las calles y no decimos nada.
Por televisión un almacenero dice “la gente se da algunos gustos los primeros días del mes”. El periodista le pregunta: “¿Qué gustos, por ejemplo?”. El almacenero responde: “Alguna galletita dulce”.
El gusto extra que se puede dar una familia argentina, y sólo a principio de mes, es un paquete de galletitas dulces.
¿De qué vamos a tener miedo?
Todos los días son ofensas al sentido común.
¿Alguien entiende que el miedo se termina y entonces todo explota?
Hay ira desatada en la calle y nadie sabe en qué puede terminar.
La locura ha tomado la vida pública y la vida privada.
Las noticias al respecto son cada vez más espeluznantes.
¿A qué le vamos a tener miedo?
¿A la pareja de Fabiola?
Nunca nadie tuvo tan poca importancia.
¿A Cristina?
Por más que lo disimule con sus camperas de cuero, sus bravuconadas berretas y su maldecir sin respeto por la gramática, la decencia o la verdad, es ella la que nos teme. Por más que se haya convertido en la Lagomarsino de Guzmán, es ella la que nos teme.
Que unos cuántos peronistas trasnochados vayan como perritos falderos detrás de sus palabras no significa que sea todopoderosa. Significa que los perritos son menos aún que ella. Pero esa jauría, otrora feroz, hoy anda con la cola entre las patas, tratando de rapiñar lo último que queda, antes del colapso, antes de la cárcel.
Los empresarios no dicen nada.
Los periodistas no decimos nada.
Los intelectuales no dicen nada.
Todos tenemos miedo de ser tildados de golpistas porque sabemos que el gobierno está tan débil que un leve soplo y vuela todo por los aires.
Y mientras nadie dice nada por miedo, la viuda amarga organiza su propio operativo clamor, rodeada de focas aplaudidoras que le temen, porque ella dijo que había que tenerle miedo. Impulsa golpes con la experiencia que le dio haberlo hecho contra De la Rúa. Claro que al menos antes tenía la deferencia de hacerle golpe a los extraños, ahora se lo hace a los propios que ella misma encaramó en el poder, tal es su grado de descomposición.
Habla la viuda y sube el dólar.
O sea, habla la viuda y somos más pobres.
¿Y vamos a seguir teniendo miedo?
¿A una de las personas con peor imagen del país?
Vamos, que no nacimos para hacerle caso a semejante incompetente.
Algo significa que una de las palabras del año sea “autoconvocados”.
Son los que se cansaron.
Los que se sienten dejados de lado por todas las instituciones.
Padres autoconvocados, empresarios autoconvocados, transportistas autoconvocados, productores autoconvocados. Todo por fuera de las formas que deberían representarlos.
Alguien debe contener tanta bronca acumulada, darle forma republicana, convertir la ira en afirmación democrática.
Las instituciones se muestran vacías.
Falta un año y medio de esto.
Nuestra vida no es tan larga.
El poder de la mafia radica en que se le tiene miedo.
Quizás haya llegado el momento de dejar tener miedo y empezar a ser un poco más dignos.
Quizás haya llegado el momento de decidir nuestro destino.
Al miedo se lo combate con libertad.
Seamos libres, lo demás se arregla.