Opinión 04/06/2022 21:47hs

La columna de Alejandro Borensztein: Miss Privatización

El amor de los Kirchner por YPF se completa con los 600 palos verdes que recibió Santa Cruz en concepto de regalías y que el entonces gobernador Néstor Gasoducto fugó a un banco suizo para protegerlos. Los protegió tan bien que nunca más aparecieron.

La columna de Alejandro Borensztein: Miss Privatización

Más allá del show que el viernes protagonizó el dúo cómico del momento, Cristina y Alberto (suenan platillos) o Alberto y Cristina (suenan platillos), nos sumamos a los festejos por el centenario de YPF, una empresa emblemática del país fundada en 1922 por Hipólito Yrigoyen y arruinada en 1992 por Néstor, Cristina y Carlos Saúl Kirchner.

Si bien no hay registros del fiestón que hicieron los Kirchner para celebrar aquella privatización de YPF, está el video de Néstor en el Congreso apoyando la medida como gobernador y diciendo textualmente: “Para nosotros esto es muy importante porque va a permitir la inversión y la reconversión económica de Santa Cruz”. Pueden entrar a Youtube, poner “Kirchner privatización YPF” y, como por arte de magia, ahí aparece todo.

Lástima que no está el video del entonces diputado Oscar Parrilli defendiendo en la Cámara de Diputados el proyecto privatizador como miembro informante de la derecha neoliberal. Literalmente fue así. Posta.

Lo que sí está es la transcripción taquigráfica de aquel inolvidable 23 de septiembre de 1992. Dijo el p. Oscar Parrilli (aclaremos que la p. es de peronista): “No venimos a esta sesión arrepentidos de lo que fuimos, no sentimos vergüenza de lo que somos y tampoco venimos a pedir disculpas por lo que estamos haciendo… este proyecto va a oxigenar a nuestro gobierno y va a representar una bocanada de aire puro que fortalecerá al Presidente Menem”. Hermoso. Este discurso es como aquel texto de Alberto de febrero de 2015 en el que acusa a Cristina de impulsar el Memorándum con Irán para encubrir a los autores del atentado. Son recuerdos imborrables que no cansa repetir.

Si alguien piensa que la privatización de YPF provocó algún cargo de conciencia en Néstor, Cristina, Parrilli o Alberto (el “presidente” también fue parte de aquel dream team), siempre es bueno recordar que, dos añitos antes, estos cuatro jinetes del progresismo habían apoyado los indultos a Videla y a Massera. O sea que para estos muchachos y esta muchacha, privatizar YPF, rifar Gas del Estado o liquidar Aerolíneas fueron detalles menores.

Por eso, cuando Alberto dice que “solo teme que vuelva esa derecha maldita”, dicho por tipos como ellos, da para una reflexión: lo brava que debe ser esa derecha maldita para que estos ñatos de derecha estén tan preocupados. Acá siempre hay que recordar que, en el año 2000, Alberto fue en la lista de Cavallo junto a Elena Cruz, emblema de la reivindicación del Proceso. Que lindo todo.

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La primera etapa del amor de los Kirchner por YPF se completa con los 600 palos verdes que fueron pagados a Santa Cruz en concepto de regalías y que el entonces gobernador Néstor CCK fugó a un banco suizo para protegerlos, según el mismo confesó. Los protegió tan bien que nunca más aparecieron.

La segunda etapa de esta joda empieza en el año 2007 cuando Néstor decide recuperar parte de YPF, ya en manos de Repsol. Para eso no tuvo mejor idea que presionar a los españoles para que vendieran el 25% del paquete accionario a alguna empresa argentina.

Y para asegurarse de que todo se hiciera prolijito como a él le gustaba, el Compañero Gasoducto eligió una empresa amiga: la de los Eskenazi. Ya los conocía de antes, cuando les había vendido el Banco Provincial de Santa Cruz en ocasión de su privatización en 1998 (si, querido amigo de La Cámpora: Néstor también privatizó el Banco Provincial de Santa Cruz).

  Cristina Fernández, junto a su cuñada, Alicia Kirchner, en 2020.
Como a los Eskenazi no les alcanzaba la guita para comprar semejante empresa (Lázaro todavía no había juntado la suficiente y Cristóbal estaba más orientado al escolazo), Kirchner obligó a Repsol a vender las acciones en cuotas a pagar por los Eskenazi con los mismos dividendos que daba YPF. O sea, amigo lector, la compraron sin plata. Así también comprábamos usted y yo. Los españoles aceptaron felices porque de ese modo, al exigirse el reparto anual de dividendos, ellos también se llevaban su parte a España y no reinvertían un sope.

El kirchnerismo manejó este proceso a través de su rama “genios del bolso” liderada por De Vido, Baratta, José López y otros presidiarios. Así fue como la Argentina se quedó sin petróleo y sin gas.

Años después, en 2012 apareció Kicillof liderando otra rama del kirchnerismo, la de “genios del Clio”, e inmediatamente decidieron expropiar YPF y reestatizarla. Axel prometió que no íbamos a pagar lo que Repsol pretendía y que además les íbamos a cobrar el daño ambiental provocado por la empresa española. Juntó fuerzas y se fue a Madrid a cobrarles el famoso daño ambiental.

Cuando volvió, no solo no les había sacado un dólar sino que había contraído una deuda de 5.000 palos verdes en bonos al año 2033 con el 8,75% de interés anual. En otras palabras, vamos a terminar pagando casi 10.000 palos verdes por el 50% de una empresa cuyo valor total bursátil actual no llega a los 2.000 palos verdes. Un crack.

Todo esto explica, en parte, por qué la Argentina perdió el autoabastecimiento energético con Cristina y por qué en los últimos doce años nos fumamos cerca de 100.000 millones de dólares importando gas y petróleo.

El tema remata con un juicio que la empresa de los Eskenazi le hace a YPF, a raíz de errores cometidos por Cristina y Kicillof durante la estatización, que fue derivado al fondo Burford y que actualmente se dirime en los tribunales de Nueva York. Si la cosa sale bien, solo nos va a costar unos 2.000 o 3.000 palos verdes. Si sale mal, va a costar otros 10.000.

Cuando hablamos de las ramas “genios del bolso” y “genios del Clio” estamos diferenciando dos niveles distintos de honestidad pero, a los efectos prácticos de la gestión, tienen todos el mismo talento.

Pensando en la desinversión, la desconfianza, la hostilidad y la mala praxis generalizada, podríamos afirmar que la actual falta de gas oil en todo el país, más que por la invasión de Rusia a Ucrania, es por la invasión del kirchnerismo a la Rosada.

Lo notable del asunto es que, una vez más, los Kirchner se las ingenian para presentar esta catástrofe energética como un logro, aprovechando que las generaciones se renuevan y la verdad de los hechos va quedando en el olvido. Lo mismo hacen con todo, sea YPF o los DDHH.

Moraleja: el kirchnerismo es un abuso de la desmemoria.

Ahora estamos todos pendientes de un gasoducto que el gobierno presenta como si fuera el Eurotúnel que pasa por debajo del Canal de la Mancha. Fue más fácil traer de vuelta al Apolo 13 que arrancar esta obra. Como no podía ser de otro modo, se va a llamar “Gasoducto Néstor Kirchner”. En honor a esta historia, yo le hubiera puesto “Gasoducto Flor de Joda” pero ellos son muy de ponerle Kirchner a todo.

Una pena ya que la imagen del expresidente podría preservarse para cuando tengamos que emitir el billete de 10.000 mangos. Ese sería un justo homenaje.

Por fuera de todo esto, en un nuevo capítulo de la comedia, esta semana el “presidente” viaja a EEUU. Lleva el dedito en alto y los mofletes enrojecidos para decirle al Norte en la cara todo lo que no piensa callarse. Despúes vendrá la reunión con Biden a quien seguramente le va a ofrecer que Argentina sea la puerta de entrada de EEUU a Latinoamérica.

Lamentablemente no coincidieron las fechas para que Alberto pudiera aprovechar el viaje y asistir a la convención anual del National Automobile Dealers Association. Una lástima porque podría haberse reunido con Mike Alford, el chairman de la asociación y dueño de la concesionaria Marine Chevrolet en Jacksonville, North Carolina. Se hubieran entendido de maravillas.

La próxima convención anual será el 23 de enero de 2023 en el Convention Center de Dallas, Texas. El “presidente” debería aprovechar el viaje para inscribirse.

Siempre tendrá algo nuevo para aprender.

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