El Índice Global de Pensiones Mercer, que nació en Australia, casi una década y media atrás, con el objeto de establecer un método que permitiera identificar las mejores condiciones de vida para jubilados y pensionados tras años de aportes y de trabajo activos, ubicó a Argentina en su último reporte al fondo de la tabla de un ranking que encabeza Islandia, y al que le siguen Holanda y Dinamarca, en una competencia virtuosa para estos tres países que se han venido alternando los mejores lugares del podio.
El informe, conocido sobre fines del año pasado, realiza un estudio integral de todos los sistemas de pensiones a nivel global, abarcando a 65 por ciento de la población mundial. Los tres sistemas que encabezaron la lista, de todos los mejores Estados en donde rigen los programas más promisorios y beneficiosos para el momento del retiro, para cuando llega el momento en el que ganan protagonismo absoluto las jubilaciones y pensiones, recibieron una calificación A, todos compartiendo métodos sostenibles, bien administrados, con “sólidos” beneficios para las personas que reciben ese tipo de mensualidad. Como era de suponer, todo lo contrario a lo que sucede en Argentina, que quedó en el puesto 42, penúltima, superando a Tailandia, última, en el puesto 43 y por detrás de Filipinas, que se ubicó en el lugar 41.
Bien se puede decir que la situación no ha cambiado desde que el Mercer hiciera estremecer a Argentina con aquel dato, en octubre del año pasado. Los aumentos trimestrales que fijó la nueva fórmula de actualización de los haberes de los jubilados, que impulsó el gobierno de Alberto Fernández apenas llegó al poder, para remplazar el anterior sistema que ideó Cambiemos cuando gobernó, no lograron dar con los resultados que algunos esperaban, aunque muchos vaticinaran que perjudicarían a la gran masa de retirados que tiene Argentina. Tampoco los bonos extraordinarios resolvieron la tremenda urgencia en la que sobreviven los 4,6 millones de jubilados que cobran la mínima de 32.630 pesos que rige en la actualidad. De ese total, se presume que alrededor de 200.000 residen en Mendoza con tales ingresos.
El último bono, en este caso de 6.000 pesos, ordenado por la administración de Fernández, comenzó a pagarse este lunes. Fue una de las alternativas de emergencia a las que apeló tras el fracaso de la nueva fórmula, detrás del supuesto objetivo de acomodar en parte los magros ingresos de los casi 7 millones de jubilados y pensionados que tiene el país. Tampoco cumplió, como se sabe, con aquel 20 por ciento de aumento inmediato y extraordinario que el presidente había ordenado pagar desde el momento en que se hiciera cargo del rumbo del país, en diciembre del 2019, como lo había prometido en campaña. En cambio, lo suplantó con el primer bono de 5.000 pesos de aquel mes y año y que se repitió en enero del 2020 para las mínimas. En abril y mayo del 2021 hubo otros bonos de 1.500 pesos, pero para 1,5 millones de jubilados que cobraban la mínima.
El festival de bonos extraordinarios tendría su continuidad en agosto y diciembre del año pasado, primero con 5.000 pesos y luego con 8.000 pesos para quienes cobraban dos jubilaciones mínimas, hasta el que comenzó a pagarse este lunes en medio de un agravamiento de la crisis inflacionaria y la pulseada con el FMI para calzar el gasto dentro de las pautas establecidas por el organismo para el primer trimestre de su vigencia.
El índice Mercer y el vergonzoso lugar que le asigna a Argentina fue citado recientemente por Edgardo Civit Evans, un incansable luchador por las cada vez más escasas mejorías para el ingreso de los jubilados. En una reciente nota de Opinión, el presidente del Partido de los Jubilados calcula que desde que asumió el gobierno de los Fernández, los jubilados han perdido 70 por ciento de sus haberes y que si se hubiese continuado con la vieja fórmula, la mínima de los jubilados sería de 52.100 pesos contra los 32.630 de la actualidad.
Civit Evans cuestiona por inequitativos y para nada igualitarios los aumentos que se fijan del mismo porcentaje para todos. Toma, por ejemplo, uno del 20 por ciento, donde la principal desproporción se daría para el caso de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, la que pasaría a ganar 3.8 millones de pesos, “nada menos que el equivalente a más de 100 jubilaciones”, critica el dirigente.
“Si llevamos los ingresos a valor dólar, advertimos que hoy es cuando menos ganamos los jubilados en la historia”, agrega el líder de los jubilados, para cerrar con que “apenas la mínima supera los 150 dólares”, recordando las históricas movilizaciones de la recordada dirigente de los jubilados del todo el país Norma Pla “cuando increpó al exministro Domingo Cavallo y le reclamó que ella apenas percibía 200 dólares frente a los 10.000 dólares del funcionario. ¿Qué tendríamos que hacer ahora?”, se pregunta Civit Evans.
El índice australiano utiliza el promedio “ponderado de los subíndices de adecuación, sostenibilidad e integridad para medir cada sistema de jubilación en función de más de 50 indicadores”.
Para los jubilados, en su mayoría, debiese establecerse una escala descendente de aumentos que Civit Evans fija en 70 por ciento para quienes ganan menos de 100.000 pesos; de 50 por ciento para quienes perciben entre 100.000 y 200.000; de 25 por ciento para los que cobran entre 200.000 y 300.000; de 10 por ciento para los que están entre 300.000 y 500.000 y de 5 por ciento para los que cobran entre 500.000 y 700.000 pesos. “Para montos superiores no habrá aumentos. Creemos que es suficiente con lo que ganan y acaban de recibir incrementos”, sostuvo Civit Evans, un dirigente que, además, le recuerda a la oposición que prometió en su momento “ser la voz de los jubilados en el Parlamento”.
Este lunes en la noche, mientras esta nota se encontraba en proceso, el gobierno de Fernández se preparaba para nuevos anuncios sobre bonos, subsidios e ingresos extraordinarios para monotributistas, jubilados y trabajadores informales. Para el caso de los jubilados, el Gobierno prepara el anuncio de un nuevo bono, en este caso, de 12.000 pesos. Todo en medio de una escalada de inflación, indomable y una carrera más desigual para ingresos más postergados.