¿Son brutos o son malvados?

Por: Osvaldo Bazán
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Cada noche nos acostamos preguntándonos “¿qué irán a romper mañana?”

No hay alegría ni esperanzas por los próximos dos años, ya lo sabemos. Estamos en un crédito puente, colgados de ningún lado esperando que pase el tiempo que la constitución determina para que se vayan de una vez y no aparezcan nunca más, sabiendo además que quienes vengan tendrán que ser muy valientes, muy inteligentes y muy decididos para arreglar lo que estos elefantes de bazares nos dejarán.

Y que habrá sangre, sudor y lágrimas.

Quedan 663 días para cruzar el desierto y llegar a un lugar que no será agradable. Lo mejor que podrá pasarnos será encontrar un quinto subsuelo en donde empezar a construir.

No sé si tenemos claro la paciencia que tendremos que tener.

Dos años y dos meses después de que la Armada Brancaleone entrase en la Casa Rosada, algunas preguntas todavía no han sido contestadas

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¿Son inútiles o malvados?

¿Son ignorantes o esto es deliberado?

¿Son las dos cosas?

En ese caso, ¿son más inútiles que malvados o más malvados que inútiles?

¿Son o se hacen?

¿Están encerrados en un discurso del que no saben cómo bajarse o ni entienden de qué hablan?

¿Están mintiendo o son así de brutos?

¿Creen en lo que dicen -lo cual los convierte en negados- o saben que están mintiendo -lo que los hace cínicos-?

¿Hay algo que todavía les importe o ya no?
¿Creen que pierden 2023 y por eso arrasan todo o creen que ganan en 2023 y esto que hacen es lo que mejor les sale?

¿Son mafiosos o son mafiosos?

Cuando Sabina Frederic (quizás la habahelá más desharrapada de la democracia -en fiera competencia con Carla Vizzotti y Ofelia Fernández -, la de las manos en los bolsillos de sacones imposibles que se hacía fotografiar mientras un soldado con actitud de lacayo estaba obligado a darle un mate; la antropóloga que profundizó todos y cada uno de los problemas de inseguridad del país y que ahora luce su ineficacia también pagada por vos con un puesto en la cancillería del nieto del Estado, Santiago Cafiero), cuando Sabina Frederic, decía, disolvió la Subsecretaría de Lucha contra el narcotráfico, ¿lo hizo por negada o por cómplice?

Cuando Carla Vizzotti mintió -casi sin costo porque gran parte del periodismo está a gusto pidiendo autocrítica pero sólo si el burócrata en cuestión estuvo en funciones entre 2015 y 2019-, cuando Carla Vizzotti, decía, mintió asegurando que 500 millones de nenes chinos habían sido vacunados, ¿lo hizo de pilla o de inoperante? ¿Tiene un plan de ruindades o es así de bestia nomás?

Cuando el cuidador de Dylan intenta bailar el kasachok con el líder de los pueblos opresores, el homofóbico más feliz con su papel desde el Che Guevara para acá, ¿lo hace como una picardía, como parte de un plan de dominación mundial o de puro bocachancla?

¿Sabe lo que está haciendo?

¿Entiende qué representa?

¿Percibe que hay un contexto mundial de guerra inminente? ¿Discierne el modesto papel de pedigüeños que tenemos en el mundo?

¿Comprende que su palabra se cotiza como acción de empresa argentina en su -digamos para abreviar- “mandato”?

¿Y cuando intenta bailar la danza del dragón de jade de China y sólo se asemeja a un tío borracho haciendo el trencito en un casamiento con la corbata en la cabeza?

¿Qué cree?

¿Que a los chinos les importa que quiera hacerse pasar por comunista?

¿Qué los va a conquistar porque el embajador -muñequito de torta con actitud psycho y 18.000 mil dólares mensuales que vos le pagás- le tira a la distancia frases zalameras a Xi Jinping que lo mira pensando “¿Y este mamerto?”?

¿Por qué lo hace? ¿Qué quiere? ¿Ser el Nixon del siglo XXI quiere?

¿O es sólo para volver a casa y decirle a la querida Fabiola “Faaaa, no sabé’loj chino cómo me miraban, bah, visste que casi no tienenojo loj chino”?

A veces parece que, claramente, son malvados.

Por ejemplo, cuando en medio de la mayor crisis de PAMI en años, con duras quejas diarias de los usuarios por falta de servicio, el organismo presidido por la turista internacional Volnovich aumentó un 759% sus partidas de publicidad el año pasado -de poco más de 27 millones en 2020 a poco más de 232 millones en el ’21-.
Eso no puede ser otra cosa más que crueldad.

O cuando además el ministro Guzmán y el hiperkinético Manzur firman la decisión administrativa 145/2022 por el cual le sacan a PAMI $10.145.022.139 (sí, más de diez mil millones de pesos) y los reparten entre otros para la oficina de la tenebrosa ministra de la Verdad, Gabriela Cerrutti, -45 palos- o la “secretaría general de presidencia de la nación” en concepto de “servicios técnicos y profesionales” que recibirá generosos 1.650 millones de pesos.

Eso no puede ser otra cosa más que bajeza.

Otras veces, sin embargo, sólo parecen en babia, como el okupa de la Rosada (Fernanda Vallejos dixit) cuando, hablando de la educación, dice: “Este no es un año electoral, así que podemos dedicarnos de pleno a este tema”.

En estos casos la opción parece clara, pero en general, ¿por qué lo hacen? ¿Por inmorales o porque están totalmente a la deriva?

De todas las cosas que hacen, lo de las low cost es una de las más llamativas.

Me voy a detener en este ejemplo, que es muy significativo.

Pasó casi inadvertido y no fue casualidad.

No por nada lo publicaron en el boletín oficial del 24 de diciembre pasado, mientras el país buscaba un motivo de alegría al menos. Es el decreto 879/2021 “Régimen de asignación de capacidad y/o frecuencias para los servicios áereos regulares internacionales”. Tanto título para enmascarar un objetivo: la destrucción de las low cost. O sea, el aniquilamiento de la posibilidad de los argentinos de volar sin tener que empeñar la casa por eso.

Por ese decreto, se establecieron “bandas tarifarias mínimas y máximas”. O sea, le dijeron a las empresas que menos de tanto no podés cobrar. Estos tipos están obsesionados en decirle a todos los empresarios cuál es el máximo que pueden cobrar, pero en un mercado en el que también compiten -el aéreo- la obsesión es para que nadie cobre barato.

No vaya a ser cosa que le arruinen el increíble negocio de Aerolíneas Argentinas, una empresa que en 2021 nos costó 1.832.767 dólares por día (por otra parte, la cifra más alta desde 2013, en la segunda presidencia de la dueña de la pareja de Fabiola).

El decreto dice que es deber del Estado Nacional evitar prácticas ruinosas “que tras una efímera ventaja económica para el consumidor o la consumidora (por suerte dice consumidor o consumidora, aunque excluyen a les consumidores) se revelan, a la larga, contrarias al interés general”.

Está todo mal.

Las ventajas para los consumidores no son efímeras.

Entre 2017 y 2019 hubo un crecimiento de pasajeros del 39% en las rutas que volaron las low cost. Pero además, creció un 6% en las que no volaban. Más conexiones, más vuelos, más pasajeros. Y más movimiento comercial en las economías regionales, beneficiándose desde el fabricante de alfajores hasta el trapito de Salta o Bariloche.

Entre el ’17 y el ’19, hubo 3,6 millones de pasajeros más. No fueron pasajeros que abandonaron Aerolíneas Argentinas, que creció en 700.000 pasajeros y tampoco disminuyó la cantidad de usuarios de LATAM.

El decreto dice que analizaron los balances de las empresas y concluyeron en que “el resultado económico de todas las empresas es negativo” y que las tarifas baratas llevaron “al colapso del sistema”.

Lo que el decreto no dice es que el sistema no está colapsado y que el análisis se hizo en el momento de inicio de las empresas, cuando todavía estaban recuperándose de su inversión inicial y que el sistema funciona bien en todo el mundo.

Claro, para que actúe bien debe ser eficiente.

Eficiente. Lo único que Aerolíneas no es y no será mientras sea manejado como la cajita feliz de los militantes del atraso.

El 9 de febrero se cumplieron 4 años del primer vuelo desde El Palomar. Ese día en tuiter la usuaria @LaCaaautiva publicó un hilo emotivo sobre ese vuelo que tomó su hija en Buenos Aires y la llevó a Córdoba. Un simple y emocionante ejemplo de tantos argentinos que por primera vez se subieron a un avión pese a haber pagado toda su vida el funcionamiento de Aerolíneas Argentinas.

Por 1.700 pesos se podía hacer Buenos Aires/ Córdoba ida vuelta. En cuotas. Hace sólo cuatro años.

El ataque desde medios en aquel momento opositores fue brutal. Que se iban a caer los aviones, que los vecinos de El Palomar estaban desesperados, que todo era un negociado y que todos iban a morir. Para los medios neutrales, no pasó gran cosa. Corea del Centro no se emociona con Corea del Sur.

Hoy el aeropuerto es una casa fantasma.

¿No le convenía a esta murga adueñarse del logro, como en tantas otras ocasiones? ¿Por qué prefirieron poner un coso que hace como que vuela en Tecnópolis a permitir que la gente vuele de verdad?

¿Tanto les molesta ver a la clase media en los aviones?

¿Es ideológico?

Quieren que uno deje de ser el dueño de su dinero.

Quieren que paguemos impuestos para que el Estado “regale” alegremente el Pre-Viaje, ese sistema absolutamente regresivo por el cual, con “el iva de los fideos” te pagan tu estadía en el Llao Llao.

Dependés de la bondad de Lammens.

Eso sí, no te quejes porque su respuesta es #Lammenstable.

Y así perdiste una libertad más.

Viajás si el ministro #Lammenstable te da una ayuda.

Cuando él quiera.

Como él quiera.

Adonde él quiera.

Gracias, #Lammenstable.

¿Por qué las low cost pueden hacer negocio?

Entre otras cosas por la productividad de su flota, sus comandantes y sus primeros oficiales.

Lo de la “banda tarifaria” como precio mínimo no ocurre en ningún mercado aéreo importante del mundo. Las low cost se desarrollaron desde 1978, cuando Estados Unidos desreguló su mercado. Cualquiera que haya viajado por el extranjero lo sabe: Ryan Air, Easy Jet, Eurowings. Viajás bien, seguro y barato.

Y a los kirchneristas les encanta viajar por el mundo. Claro que si vas a esquiar a Aspen, quizás no uses low cost. Aunque te puedas caer de la aerosilla.

Para que Aerolíneas exista con su sobrepeso de empleados, baja productividad y sueldos magníficos necesita que no haya competencia, lo que se traduce en menos argentinos que puedan volar. Más argentinos obligados a rutas de la muerte -todas son rutas de la muerte- en ómnibus tambaleantes.

“¡No compitan!” ordena el decreto que pasó casi inadvertido (entre otras cosas, porque tenemos a la mitad del país con hambre) porque Aerolíneas no sabe hacerlo.

¿Es tan difícil unir que tenemos medio país con hambre porque, entre otras cosas, mantenemos a Aerolíneas?

Pablo Ceriani, presidente de Aerolíneas, alineado a La Cámpora anunció exultante el lunes pasado en tuiter: “Empezamos la semana con una excelente noticia. @Aerolineas_Ar superó durante el último fin de semana el millón de pasajeros transportado en lo que va del 2022. Gracias a los argentinos y argentinas (otra vez, le faltó “les argentines”, se va a enojar Luquitas Grimson) que nos eligieron para realizar sus viajes”.

Lo que el bueno de Ceriani no contó es que de enero del ’20 a enero del ’21 la participación de Aerolíneas en el mercado bajó 7 puntos en manos de Flybondi y JetSmart. Y que mientras los aviones de Aerolíneas tienen un 85% de ocupación, los de JetSmart llevaron un 87% y los de Flybondi un 94%. Por eso les es más fácil ser rentables. Pero, además, Ceriani no cuenta que gran parte de los pasajes fueron pagados por el PreViaje, ese anabólico #Lammenstable que no puede ser tomado en cuenta seriamente porque es una fantochada.

Mientras tanto, el temido sindicalista Pablo Biró, el que en abril del ‘19 llamó con términos soeces a derrocar al gobierno de Macri y que en diciembre pasado remarcó: “Es importante que se sepa que Mauricio Macri es un pavote”, sigue con sus listas negras en los sindicatos de aviación.

Sebastián Favre, con 18 años de trabajo en Aerolíneas, se negó en 2018, en medio de los salvajes paros aeronáuticos a leer una proclama en pleno vuelo contra el gobierno. Ahí comenzó su calvario que terminó hace poco en el despido “sin causa” de Favre de la línea de bandera. Lo mismo le ocurrió a Eduardo Claro, con casi 30 años en Austral. Según publicó esta semana Clarín, en Recursos Humanos de Aerolíneas habría una carpeta con 25 nombres de pilotos “disidentes” que correrían la misma suerte que Favre y Claro.

Biró, bendecido por el gobierno por sus viajes “humanitarios” a buscar la vacuna cara en Rusia, se maneja cada vez más como lo que es, el verdadero dueño de los cielos argentinos. Un Moyano con alas.

Acaba de mandarle una carta a la Administradora Nacional de Aviación Civil, Paola Tamburelli en donde la trata de inútil y le dice “sinceramente preferiría estar felicitándola por revertir la nefasta gestión llevada adelante por el macrismo en lugar de estar quejándome por su inoperancia”.

Le ordena cómo y qué debe hacer.

También acaba de amonestar al ministro de Defensa Jorge Taiana por la firma de un convenio entre Lade y Flybondi: “Sabemos entender algunas contradicciones del Frente de Todos -dice, perdonavidas-, una coalición que muchas veces nos desconcierta y otras tantas nos decepciona, pero créame compañero Taiana que ver su firma autorizando este sinsentido es una de las cosas más dolorosas que nos han tocado hasta hoy”.

¿Por qué dejaron a los argentinos sin posibilidad de volar?

¿Por brutos o por malvados?

La buena noticia es que Argentina tuvo un momento en que volar se estaba haciendo una costumbre.

A lo lejos, desde mi ventana, podía ver las lucecitas yendo y viniendo desde El Palomar.

Las seguía cada noche, feliz, imaginando a los compatriotas que por primera vez veían la ciudad desde arriba.

La noche en que vuelvan a aparecer aquellas luces saldré al balcón y sabré que finalmente hay un camino en el cielo para todos nosotros.

Sé que ocurrirá.

Y todos brindaremos.

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