Algunos pensaron, luego de los resultados del 14de noviembre, que el mensaje que había dado la sociedad era lo suficientemente claro como para que no haya segundas interpretaciones: la gente le estaba pidiendo a la casta política otra forma de actuar.
El triunfo de Juntos por el Cambio fue contundente, como tan contundente fue la derrota de un gobierno cuya forma de actuar y mentir se ganó el repudio de 7 de cada 10 argentinos.
Estaba claro, la política debía cambiar porque así lo había pedido la gente. Y los políticos se cansaron de decirnos que habían escuchado a la gente.
Pero no: primer fin de semana largo los políticos nos sorprenden con tres medidas insólitas, que nadie pidió. Reelección indefinida de intendentes, aumentar impuestos provinciales mediante la firma de un pacto fiscal espurio y subir el piso de tarifas de avión.
Todo en contra nuestro, no les importamos un carajo.
¿A quién le importa que haya reelección indefinida? Sólo a ellos.
El pacto fiscal será firmado también por tres gobernadores radicales, los que fueron votados para que sean oposición.
Y subir el piso de tarifas aéreas mientras subsidiamos con miles de millones de dólares a una aerolínea cooptada por La Campora está lejísimos de la gente, que al menos antes podía viajar más o menos barato en las low cost.
Pero lo grave es que no es lo único, hay mucho más.
Lo primero que pasó: los radicales como gatos a los arañazos por una pequeña cuotita de poder, los peronistas más gatos y más arañazos.
No entendieron nada.
La gente pidió soluciones para el 40% de pobreza, para la desocupación, para que 7 de cada 10 niños no estén mal alimentados, para que no haya millones y millones de personas (algunas que ni viven en Argentina) viviendo de un plan que pagamos los que cumplimos con nuestros impuestos.
Eso quiere la gente, no quiere internas, ni leyes imbéciles o innecesarias.
La gente quiere que, si tuvo que tragarse el sapo y votar a Margarita Stolbizer, esta no aparezca a la semana con ínfulas de vedetismo buscando separar su banca.
La gente quiere que una diputada que asumió hace 10 días no se vaya de vacaciones a Disney, faltando a una sesión donde se debatía una ley importante.
Los votantes no querían a Milei dando una conferencia en Rosario, lo querían sentado en la Cámara de Diputados.
Pero vayamos más acá, más cerca.
Los vecinos fueron claros, le dieron un sopapo al moccerismo, que sacó menos de 5.000 votos en la peor elección de su historia.
Y con eso dijeron: nos importa un carajo la terminación de la Terminal, la peligrosa bicisenda sobre las avenidas, una absoluta falta de cuidado a la gente después de dos años de un estado cuasi fascista, de una exagerada cantidad de funcionarios de dudosa eficacia.
La gente pidió arreglo del pésimo estado de las calles de tierra, mejor atención en el Hospital, ampliación de sistema de recolección diferenciada, menos soberbia en los funcionarios, más claridad en las decisiones.
No se nos rían más, como se nos río el diputado Ramón de Mendoza, que ingresó por Juntos y a la semana se pasó al kirchnerismo, o la diputada del partido Fe, electa por Juntos que acaba de oficializar su pase a los K. O acá, que si Fabián González fue votado para ser opositor no termine transando con el mismo moccerismo que había jurado destruir.
Nos siguen boludeando, se nos ríen en la cara.
Y la gente aguanta.
Hasta que un día no aguante más: y pase lo de Chile o lo de Trump.
Deberían saberlo, la soga pende de un hilo.