Coronel Suárez: El amor después del amor, en el Hogar de Ancianos

Dos parejas que viven en la institución decidieron vivir felices lo que reste de sus vidas y se casaron. Irene y Ricardo, tras 58 años de casados, decidieron formalizar ante Dios y lo hicieron por Iglesia, mientras que Marta y Luis se pusieron de novios cuando ya le habían cerrado la ventana al amor y a la vida.
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Encontrar el amor suele ser uno de los anhelos más fuertes del ser humano y muchas veces, por haberlo tenido y perdido, o bien por haberse resignado a no encontrarlo, la tercera edad suele traer penas, olvidos, melancolía o añoranzas de lo que se perdió de una forma u otra. Como un tango.

Pero sucede que hay veces en las que el amor llega sin pedir permiso, se cuela por el lugar menos pensado y enciende una llama que -se creía- nunca más iba a brillar. Como en un cuento o una película.

Eso, justamente eso, fue lo que le pasó a Marta y a Luis, que llevan poco más de tres meses de novios y ya piensan en casarse. Ambos viven en el Hogar de Ancianos Domingo Goñi, en Coronel Suárez, y han sufrido la pérdida de una persona amada. Pero las ganas y el animarse a dejarse llevar por sus sentimientos los unió y su vida cambió.

Irene y Ricardo, en cambio, jamás se separaron. Se conocieron en Trenque Lauquen y al poco tiempo ya se habían casado por civil pero, por una cosa o por la otra, fueron posponiendo lo que consideraban otro paso en la relación: el casamiento por Iglesia.

Sin embargo, hace unos días decidieron no postergarlo más y con la bendición de un diácono dieron el “sí” ante Dios, también en el Hogar de Ancianos donde viven.

Al hablar con ellos se percibe la necesidad de compañía mutua que tienen y cómo se complementan en esta etapa de su vida. Las dos parejas hablan de la tolerancia y del respeto como la base sobre la cual se cimientan sus relaciones.

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A fin de cuentas, se trata del amor después del amor. Como la canción, como el disco, como la (ahora) serie.

Luego de desengaños, después de esperas y de una vida que –parecía- no iba a encaminarse en esa dirección, ellos cuatro han demostrado que lo imposible sucede y que solo hay que apostar por ello.


Irene y Ricardo

Irene Lissarrague vivía tranquila en Trenque Lauquen cuando apareció el apuesto Ricardo Schell, a quien hoy todos apodan “el tío Richard” y su mundo dio un giro de 180 grados.

“Nos casamos al año de estar de novios. Él me había prometido casarnos por Iglesia, pero hubo un problema de papeles y se fue postergando. En ese momento dijimos ‘bueno, algún día será’, pero se fue transformando en una cuenta pendiente”, dijo Irene.

Richard agregó que “por una cosa o por otra no lo hacíamos, pero una vez había un evento en el Automoto, un asado para 540 personas; allí se me arrimó una mujer y me preguntó si estábamos casados por Iglesia.

“Cuando le dije que no me respondió ‘¿y cuándo piensan casarse? Nosotros los vamos a ayudar’”, recordó.

Pero pasó el tiempo y la promesa una vez más quedó suspendida en el aire. Tuvieron un accidente y eso los llevó a vivir en el Hogar de Ancianos, donde fueron recuperándose. Y la casualidad hizo que se encontraran con esa misma mujer, quien volvió a hacer la misma pregunta: “¿cuándo piensan casarse?”.

“’Mañana’, le dije. Y así lo hicimos: tuvimos una ceremonia muy linda junto a nuestros hijos, nietos y bisnietos presidida por el diácono Julio Gorbea, con torta de bodas incluida”, recordó Richard.

Para Irene, el secreto de estos 58 años juntos es “quererse, entenderse y aceptar lo bueno y lo malo”.

“Todos hemos fallado y, hemos pasado tiempos difíciles, pero acá estamos, juntos”, resume.

 

Marta y Luis

Luis Mendoza llegó a vivir al Hogar de Ancianos suarense como un lugar de paso; no pensaba quedarse mucho tiempo. La vida lo había golpeado con la pérdida de su mujer y eso lo había terminado alejando de Bahía Blanca, donde vivía.

En la institución, Marta Melera también era viuda y pasaba sus días sin grandes motivaciones, resignada ya a un ostracismo autoimpuesto.

Y el amor después del amor volvió a ocurrir, aunque esta vez en otra canción de ese disco: Un vestido y un amor. “Yo no buscaba a nadie y te vi”: Luis vio a Marta, ella le gustó y decidió dar el primer paso.

“Primero nos pusimos a charlar, nos llevamos bien de entrada y como quien no quiere la cosa, nos pusimos de novios. Vine de Bahía y como no encontraba casa llegué al Hogar de Ancianos. Mi mujer se me murió en mis brazos y eso me dejó muy mal”, dijo Luis.

 “Él empezó a llevarme hasta el comedor –Marta está en silla de ruedas-, me contó su historia de vida y yo le dije que con ningún compañero del Hogar iba a estar de novio, pero al escuchar su historia primero lo que quise hacer fue ayudarlo”, recordó ella.

Marta contó que en ese momento estaba apagada: “No tenía interés en nada y Luis me devolvió la vitalidad, las ganas de hacer cosas; me cambió todo, ahora converso, me río y lo espero que me saque a pasear”.

Para Luis, el ponerse de novio significó una nueva luz en su vida.

“A mí me gustó, pero la vi triste y al hablarle me iba enganchando cada vez más; ahora me quiero casar. Cuando no aparece en el comedor, ya la extraño. Nos comunicamos por teléfono: somos el uno para el otro”, asegura. (Agencia Coronel Suárez)
 

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