Arrasó por treinta años, fue el actor más convocado y murió en la ruina: la vida de Javier Portales

En 1964, de la mano de “Operación Ja Ja”, revolucionó a un país; un divorcio conflictivo y una relación compleja lo dejaron a su suerte; el rol de su hijo y una estatua en homenaje a su recorrido
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¿Quién –con edad suficiente, claro- no recuerda el célebre sketch del programa No toca botón entre los periodistas Borges y Álvarez? Era interpretado por dos gigantes del humor como Alberto Olmedo y Javier Portales, cuyo nombre real era Miguel Ángel Álvarez, apellido que El Negro popularizó cuando lo saludaba en aquella sala de espera donde Silvia Pérez oficiaba de secretaria.

Luego aparecía Divina Gloria para agregarle aún más picante a la situación, y coronaba con la aparición final de una especie de director, a cargo de César Bertrand, que cuando iba a recibir a ambos era interrumpido por Vicente La Russa anunciando el clásico “paren las rotativas”, para que surja en el final una sensual Beatriz Salomón que remataba la escena como la gran comediante que era.

Portales era el socio ideal para aquel Olmedo genial. Ambos derrochaban humor, pero sus historias personales finalizaron de manera trágica. La de Alberto es archiconocida. La de Javier quizás no tanto. Su final aquel 14 de octubre de 2003 a los 66 años fue duro. Había tenido tres infartos, dos ACV que le produjeron una cuadriplejía, enfrentaba una severa crisis depresiva y problemas serios en la columna producto de una caída que lo llevaron a Cuba para intentar recuperarse. Y finalmente llegó la muerte por una descompensación diabética, ante la sola compañía de su hijo Javier Ángel, en un hospital público, el Ramos Mejía, en medio de una situación económica más que difícil luego de haber ganado mucho dinero.

 
Quedan los artistas...

Cordobés de Tancacha, Portales nació el 21 de abril de 1937 y comenzó su carrera artística como la mayoría en esas épocas: haciendo radioteatro en Rosario, donde se trasladó junto a su mamá luego de la muerte de su padre. Ya cumplidos los 17 se vino para Buenos Aires e inició un camino de éxitos. El primero en TV con Quinto año nacional, de Abel Santa Cruz, junto a Santiago Gómez Cou y Julio de Grazia. Hasta que en 1964 fue convocado para formar parte de un clásico que arrancaba con todo, Operación Ja Ja, rodeado nada menos que de Fidel Pintos, Juan Carlos Altavista, Adolfo García Grau y Jorge Porcel. Allí llegó a acercarse a Alberto Olmedo a través de Gerardo y Hugo Sofovich, también creadores de la recordada Peluquería de Fidel, y recorrió un exitoso camino a su lado.

Actor de raza, completo y polifacético, hizo teatro independiente, obras de Shakespeare, Chejov, y también decenas de películas, siendo autor de La sartén por el mango, declarada de lectura obligatoria en el Conservatorio de Arte Dramático. Hasta participó de films con Los Parchís, donde hacía de representante. Luego vinieron éxitos como Son de Diez y Un hermano es un hermano. Y el gran reconocimiento en 1999 con el Premio Podestá otorgado por la Asociación Argentina de Actores por su valorada trayectoria.

 

De amores y odios

Podría decirse que su éxito en lo artístico contrastaba con su vida personal, ya que los amores de su vida le trajeron más tristezas que alegrías. Para finales de los años 60 se enamoró y luego se casó con Delia, quien fuera una hermosa mamá para su hijo Javier, por entonces un niño de siete años. La relación se mantuvo por décadas, pero sufrió un quiebre cuando Portales a mediados de los 90 comenzó a vivir un apasionado romance con la guionista Marina Gacitúa, 25 años menor que él.

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Historia paralela que Delia terminó descubriendo y determinó el punto de partida en el que empezó la debacle del actor. Más que dolida, su esposa se sintió traicionada y eso fue suficiente para que iniciara un juicio de divorcio millonario que dejó en bancarrota al cómico, quien además firmó una cláusula que establecía que debía cederle el 17 por ciento de sus ingresos futuros.

La infidelidad provocó entre otros tantos problemas, y por supuesto sin desearlo, una especie de distanciamiento de hecho con su hijo, Javier Ángel, a quien no le agradaba para nada la nueva pareja de su padre.

Para colmo, un accidente doméstico ocurrido en su quinta mientras descansaba que parecía inofensivo terminó resultándole letal. Los dolores de espaldas que padecía se convirtieron en un verdadero padecimiento, se sentía totalmente agotado, sin fuerzas en sus piernas, lo que determinó que tuviera que utilizar una silla de ruedas para movilizarse. El actor le confió a Mauro Viale en su programa de TV lo que le sucedió casi entre lágrimas. “Empezó cuando me resbalé y me caí para atrás. Antes no había tenido ningún síntoma. Yo creo que eso me provocó la hernia de disco. A partir de ahí comenzaron todos mis problemas”, admitió.

A fines de 1997, luego de soportar serias operaciones de columna, Portales decidió trasladarse a Cuba con el objetivo de realizar un tratamiento intensivo de fisioterapia intentando poder recuperar cierta movilidad en su cuerpo. Mientras tanto ya vivía bajo el mismo techo junto a Marina, su nueva mujer y la hija de ella en su departamento de Capital.

Pese a su lucha y esfuerzo, más que reponerse, veía que su capacidad de movimiento se complicaba cada día más. Ese panorama le generó una severa tristeza que decantó en una aguda depresión. Además, las diferencias con su nueva pareja ya habían aparecido hace tiempo y se acrecentaban a cada instante.

Pese a no estar tan cerca de su padre como en otros tiempos, su hijo Javier comenzó a advertir situaciones que encendieron las alarmas. Primero que llevó a su padre de la habitación conyugal a la de servicio con el argumento que de esa forma tendría mayor espacio y comodidad al ocupar solo el cuarto. Eso fue determinante para que desconfiara. El hijo estaba convencido de que lo había hecho para poder entrar y salir de la vivienda sin que su papá se diera cuenta. Pero eso no fue todo: su sorpresa fue más grande aún cuando supo que en uno de sus tantos momentos de debilidad, Portales le habría firmado un poder que abarcaba todos sus bienes y hasta realizar retiros de dinero de sus cuentas bancarias.

 

Abandonado

Finalmente Marina dejó la vivienda y Javier quedó a merced de su suerte. A raíz de tantas desdichas su cuadro depresivo fue en aumento, sus limitaciones físicas crecieron y terminó recluido en su casa sin posibilidad de trabajo y sin dinero para enfrentar todo lo malo que le pasaba. Así, su hijo volvió a rescatarlo e intentó llevarlo nuevamente a Cuba pero fue imposible.

A su lado, hizo todo lo posible para ayudarlo, pero los gastos lo abrumaban: expensas, médicos, remedios, bolsas de colostomía, pañales, insulina por su diabetes avanzada. Todo se sumaba a las serias secuelas que le habían producido los dos ACV y los tres infartos que también sufrió.

Javier Portales ya se había entregado hace tiempo. Estuvo varias veces al borde de la muerte. El que seguía luchando para que sobreviviera, pese a todo, incansable, era ese hijo. En una íntima entrevista le confió a la periodista Alejandra Ponce de León del sitio posdatadigital.press: “Fue bastante triste cuando se fue. El médico me dijo: ‘Dejalo ir, porque ya no puede más’. Y es verdad a veces uno tiene que soltar a un ser tan amado. Fueron dos años que estuve con él y duermo muy tranquilo por eso. Eso sí, a veces escucho pasos en la otra habitación y pienso que es él que viene al escritorio... Escucho su tos o aún siento su perfume”.

 

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