La triste imagen sobre el país de un emigrante argentino que vino de visita

Ricardo es un argentino que vive en Australia y hacía cuatro años que no volvía a la Argentina por la pandemia. Este reencuentro para pasar las fiestas de fin de año sirvió para contrastar con la realidad que vive es su país de elección. Esta es su impresión sobre la Argentina que encontró.
La triste imagen sobre el país de un emigrante argentino que vino de visita

Después del cierre de las fronteras y la cancelación de vuelos que impuso la pandemia, diciembre pasado fue un mes de reencuentro con el país por parte de muchos argentinos que viven en el exterior y recién pudieron visitar a familiares estas últimas fiestas ya que las restricciones sanitarias fueron levantadas por completo a nivel mundial.

Por este motivo, muchos emigrados hacía cuatro años o más que no tenían contacto directo con la Argentina. Un tiempo suficiente como para poder tener una medida de los cambios que se fueron suscitando y comparar la realidad local con la que viven en otros países. 

Es el caso de Ricardo, un argentino que vive con su familia desde hace más de diez años en Australia y no visitaba a la Argentina desde diciembre del 2019. 

En diálogo con MDZ, a su regreso a su lugar de radicación, contó las impresiones que tuvo de su paso por el país que había dejado atrás. Desde temas superficiales, como la realidad cambiaria, hasta más profundos, como la forma de vida y las perspectivas. 

“Lo primero que me llamó la atención al llegar de Australia, teniendo en cuenta la diferencia de las monedas, es que todo me resultó muy barato. En cambio, quienes viven en la Argentina perciben todo caro porque los sueldos son muy bajos. Un familiar mío, que trabaja en una peluquería, gana 2.000 pesos por día. Es muy poco. Me resultó muy llamativo el tema de la proporción entre los sueldos y el valor de las cosas. Quiero decir, cuánto se puede comprar de un producto con lo que se gana. Por ejemplo, cuántos cafés, cuántas botellas de vino o cualquier otro producto. En la Argentina son muy pocos.  Salimos a cenar. Éramos cuatro. Comimos un plato cada uno, con vino y postre y pagamos lo mismo que lo que gastamos con mi mujer si salimos a desayunar los dos en Australia. Vi que la gente la lucha muchísimo porque la plata no le alcanza debido a la inflación que hay”, explicó. 

A modo de ejemplo, contó un hecho que le llamó la atención: “Yo estuve parando por el barrio de Palermo y en la heladería en la que comprábamos el kilo pasó de 1.200 pesos a 1.400 en los pocos días que nos quedamos. Eso en Australia no pasa". 

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La seguridad es otro de los temas en los que notó diferencias claras . “Anduve por Navarro y Lobos, en la provincia de Buenos Aires, y la inseguridad es menor que en algunos barrios de la Capital Federal o del conurbano. Sin embargo, lo que se nota es que las casas están con rejas. Eso es algo que no tenés presente en Australia. El piso de seguridad es muy bajo en todo el país y no hay nivel que se asimile a lo que sucede en Australia”, señaló. 

“Es muy difícil para mis amigos o familiares en Argentina imaginar que podés dejar una cartera en la silla de un bar e ir al baño y no te va a faltar nada. A mí me llevó años relajarme y poder dejar el celular o la billetera en la mesa de un bar y saber que nadie me va a venir a robar. Cuando lo cuento, algunos no lo creen.  No sé. Debe ser algún tipo de negación para no admitir que viven muy mal y te dicen que acá (por la Argentina) podés hacer lo mismo o que en Australia también hay pungas”, agregó. 

Desde su cuenta de Twitter -“Vivir en Australia” -, Ricardo va narrando su experiencia del otro lado del mundo en temas como la inseguridad y, muchas veces, las respuestas van en esa línea. La de cuestionar que esa sea la realidad australiana, donde la gente pueda moverse sin temor a que algo malo le pueda pasar. 

Entre las cosas que lo sorprendieron para mal es el nivel de atención al público: “Ya me había olvidado cómo era en la Argentina. En Australia me acostumbré porque es muy distinto. Lo peor es en Buenos Aires. En el interior es un poco mejor. En Capital Federal es malísima la atención. Por poco te ladran en los bares, en los negocios, en un kiosco. Hay gente que te trata muy mal. Entiendo que la crisis económica no ayuda, pero eso no justifica para nada que se trate mal a la gente”. 

Ricardo también tuvo una mala sensación por la imagen urbana: “Todo está muy venido abajo. Incluso en Palermo, que es una zona de mayor poder adquisitivo. Se ven las fachadas de los edificios o las casas que falta pintura, descascaradas, maderas sin barnizar. Todo muy decaído y, obviamente, denota la falta de mantenimiento por la crisis económica”. 

Una curiosidad que en esta estancia en el país le llamó la atención, algo que había olvidado en su tiempo en el exterior, tiene que ver con un hábito no muy común en otras sociedades. 

“Hay muchas empleadas domésticas con uniforme. Me había desacostumbrado y me suena muy a telenovela. Es algo muy normal en algunas zonas de Capital y se debe a la brecha salarial que hay ya que, a pesar de no ser personas ricas y que su ingreso no se acerca al estándar de un país desarrollado, pueden contratar personas que trabajen para ellos con cama adentro. Esto pone en perspectiva lo poco que gana la gente de clase baja”, puntualizó. 

Lo más preocupante tiene que ver con el nivel de conciencia de la gravedad de la crisis social: “Con las personas que hablé de mi círculo familiar, ninguna tiene una negación sobre lo que pasa. Sí hay una especie de desesperanza.  No ven ningún cambio y si lo hay no va a ser en el corto plazo. Estamos hablando de décadas. Pero veo que a muchos argentinos les pasa lo que me contó, una vez, una venezolana. Es como las langostas. Cuando se las pone a cocinar, se las echa en agua a temperatura ambiente y no se dan cuenta que el agua se va calentando hasta que hierve y ya es tarde. Hay mucho de esa actitud en la Argentina. No perciben lo que les está pasando o no lo quieren percibir. Pero si uno no reconoce las cosas que están mal, no las va a poder cambiar”, afirmó. 

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