“Todo el mundo está esperando que nos levantemos un día y pase algo catastrófico”

Osvaldo Bazan entrevistó a Jorge Fernández Díaz
“Todo el mundo está esperando que nos levantemos un día y pase algo catastrófico”

Es muy fácil entrevistar a Jorge Fernández Díaz. Una simple pregunta y el prestigioso columnista de los domingos en La Nación, el conductor de las noches de Radio Mitre, el integrante de dos academias -la de Letras y la de Periodismo- el best seller más leído del país, habla y es un placer, simplemente, escuchar.

P.: – ¿Qué pasó en la sociedad argentina para que todos estos años estuvieran gobernados por el kirchnerismo?

 
F.D.: -Esa es una pregunta muy de fondo, porque al kirchnerismo le dieron la oportunidad de volver a patear el penal. Increíble, porque había hecho muchos desastres. El peronismo ha colonizado profundamente la sociedad. No se sabe si es el huevo o la gallina, si la sociedad armó al peronismo o fue al revés. Hay un enorme lavado de cerebro desde hace muchos años en la sociedad argentina que no admite que lo que tiene son supersticiones que la hacen fracasar, que el “Estado total” no se puede hacer; que “vivir con lo nuestro” es una boludez; que no salir al mundo, no respetar las instituciones ni las reglas, está mal, muy mal. Ese proceso muy persuasivo del peronismo dura décadas con intelectuales, artistas, relatos, mentiras, adoctrinamiento. Venía instalado y en los 20 años de kirchnerismo, en la “década ganada”, se profundizó. Y se institucionalizó de manera muy contundente. Lo peor que hizo el kirchnerismo fue regalar cosas, que ellos sabían perfectamente que eran imposibles, y que alguien finalmente lo iba a tener que pagar.

P.: – Desde la Fundación Evita para acá…

F.D.: – Sí, pero con el gas, con la luz. “Te doy para siempre esto sabiendo que no se puede; algún gil va a venir a pagar la cuenta, y el que venga después y toque ahí, va a volar en pedazos”. Y fue así. La sociedad argentina armó su vida en base a costos irreales y sabiendo que no podía ser que la luz costara un café con leche. Cuando vino Cambiemos y dijo: “No vale un café con leche, vale tanto”, empezaron a quebrar las pizzerías; empezó toda la progresía a salir a llorar con el gran prejuicio clasista de que los CEO son insensibles, que no tienen idea de la calle. No voy a defender a los CEO con todos los errores que cometieron, pero tienen que armar un presupuesto, ir al mercado, entenderlo, salir a vender sus productos, más o menos entienden cómo funciona el mundo y la vida. En cambio, los tipos que han sido nacidos y criados en el Estado, que pasaron de la militancia de la universidad directamente a ser adoptados por el Estado no saben de la vida real. “Ah, la insensibilidad de estos tipos que nos suben las tarifas”, “Pero si vos sabías que tenían que subir las tarifas”, “Sí, pero no me lo banco”. Ahí hubo una gran frivolidad. La gran lectura de Cristina fue dar un anzuelo que corrigiese lo que no gustaba de ella, las cadenas nacionales, la grieta y muchos presintiendo y aun sabiendo quién era Alberto Fernández, lo compran y le vuelven a dar la oportunidad al kirchnerismo sin comprender qué es y qué significa ese proyecto.

 
P.: – ¿Por qué intelectuales, artistas, periodistas, lo aceptaron?

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F.D.: – En “El opio de los intelectuales” Raymond Aron dice que siempre los intelectuales buscan una salida radicalizada contra el orden establecido, el sistema capitalista. El problema es que el orden establecido es la democracia que sostiene un orden capitalista, que en algunos lugares es próspero y en otros no tanto. Los intelectuales siempre terminan optando por salidas autoritarias, la dictadura del proletariado, los nacionalismos bolivarianos, etc. Creo que ahí hubo una operación muy espectacular por parte del kirchnerismo de hacer clientelismo cultural con actores, intelectuales, escritores. Hubo becas, traducciones, premios, un proceso de captación de todo ese segmento que siente que ser progre es virtuoso, que lo que no es progre es nefasto, directamente. El kirchnerismo destruyó las grandes causas nobles. Es un experto en manchar todo. Logró que el progresismo no crea en el progreso, que apoye dictaduras como las de Maduro o Fidel. Fijate que recién el muro de sentido del progresismo se está cayendo ahora porque Sabina lo dice y porque Milanés al morir resucita sus audios contra la revolución cubana. Parece que ahora la progresía internacional está disponiendo que Cuba no es lo que se decía. La última Cristina que estaba enlazada con los Castro y Chávez usó mucho todo ese mundo de artistas y de escritores que es profundamente analfabeto en lo político y en lo económico. No entienden ni entendieron jamás nada; compraron la historia que querían de los ’70; no se atreven a revisarla: están llenos de prejuicios. Demos un ejemplo, la seguridad. Cristina mira las encuestas y dice: “Para ganar las elecciones o le ponemos plata a los bonaerenses en el bolsillo o le arreglamos la inseguridad”. Le dicen que no hay plata entonces intenta con la inseguridad. Pero no saben, juegan a los soldaditos con los gendarmes, van para un lado, van para otro. El kirchnerismo cree que la seguridad es un problema de los ricos; el orden es un concepto de derecha y entonces su propia clientela que son los pobres, los humildes, que no pueden salir de sus casas, con sus hijos captados por los narcos o los dealers, que en el tren los tiran para robarle el celular, son las principales víctimas de la inseguridad. Todo lo que están diciendo es una serie de estupideces, sonseras y de sentido común progre, que no sólo está en el kirchnerismo, sino también en gente no kirchnerista.

P.: -¿Te costó mucho no estar en ese grupo?

F.D.: – Ser contracorriente siempre cuesta mucho, muchísimo. Fui alguna vez un pre kirchnerista, a principios de los ’80, cuando tenía 20 años. Ahora veo lo que hice y me doy cuenta de la cantidad de imbecilidades que cometí, la injusticia, la taradez, la cárcel mental en la que me encontraba; lo seductor y venenoso que es el nacionalismo como concepto. Te sentís protegido en una especie de iglesia virtuosa donde está el nacionalismo y el progresismo juntos.

P.: – Estás del lado de los buenos…

F.D.: – …y contra los malos. A muchos de esos amigos los fui perdiendo al ir tomando lucidez y haciendo una autocrítica profunda y estudiando lo que fue pasando conmigo y lo que fue pasando en general.

P.: – Hablás de un cierto sentido de protección allí, sin embargo tu autocrítica es pública ¿eso no es una especie de liberación?

F.D.: – Para mí fue una liberación y a la vez siento que estoy en una lista negra perpetua para todo ese mundo.

P.: – ¿No importa siquiera que seas un éxito de venta en literatura?

F.D.: – No, a pesar de las ventas. Por suerte tengo lectores. Con los años me fui amigando con la clase media argentina, a la que le decíamos “la clase mierda”, como le dice ahora el kirchnerismo o el medio pelo. Creo que la clase media argentina está contra la pared, pero es de lo más virtuoso que hay; el laburante que no está en clase media quiere ser parte de ella, de los viejos valores. Recuerdo mucho quizás porque me esté volviendo viejo, cuando en este mismo barrio donde estamos (Palermo, Buenos Aires) estaba la Villa Dorrego. Yo jugaba con los pibes villeros, era de clase media baja y no había una gran diferencia. No había droga, 3 % de pobreza en la Argentina, hoy hay 50% real; tuvimos el índice de desigualdad de Dinamarca; teníamos pleno empleo, era una clase media virtuosa, trabajadora, que creía en el progreso… En ese país increíble, que claro que tenía problemas, llegaron los Montoneros a decir: “Este es el gran país injusto y vamos a darlo vuelta con ametralladoras, con bombas, con lo que sea”. Ahí empezó un gran quilombo que termina acá, sigue acá y está en su período final. Hemos llegado a un punto que no podemos seguir cayendo y cayendo. Basta, todo esto fracasó, todo, todo; el Estado está fundido. Los que tienen más lucidez lo saben. El problema no es la democracia, sino el Estado. La gran pregunta para hacerse ahora es “¿hay un punto de inflexión o no para lo que viene para adelante?”

P.: – Algunos políticos de la oposición creen que sí…

F.D.: -… y algunos creen que no. Lo que temo es a la infección populista que atraviesa a todas las clases sociales, que toma también a gente que no es peronista ni kirchnerista; que piensa con supersticiones de manera automática, económica, sobre el Estado; al empresariado argentino en el que no confío nada, absolutamente nada. Cacarean que quieren cambios, pero quieren cambios cosméticos y operativos, les asusta el cambio. Hay una especie de ley de gravedad que tira para atrás el cambio en la Argentina, pero nadie en el fondo quiere cambiar o asumir los costos de ese cambio.

P.: – Cuando decís “nadie”, ¿hablás de los círculos rojos o de la sociedad también?

F.D: – De los círculos rojos, principalmente. Hay que ver si no es la sociedad la que dice “esto cambia porque no podemos seguir cayendo a este nivel” y hay que ver si la sociedad que piensa en esos términos se atreve a cambiar. De esta tensión va a salir el resultado de las elecciones.

P.: – ¿Qué te parece que piensa mayoritariamente la sociedad?

F.D.: – Tengo un poquito de dudas del Círculo Rojo, el periodismo… están acostumbrados a una cierta manera trucha, están aclimatados en el fracaso, en el toma y daca, “no entremos a ver una reforma laboral”, “hay que enfrentar no sé qué”. Hay una fiaca que produce el cambio. ¡Y como ya saben que no están dispuestos a cambiar, salen con gilada del Pacto de la Moncloa! Acá hay empresarios ricos con empresas pobres, sindicalistas ricos con afiliados pobres, periodistas ricos con audiencias pobres.

P.: -¿Qué pensás cuando alguien del Círculo Rojo dice “lo primero que hay que hacer es superar la grieta”?

F.D. – Una gilada. Ahora contrataron por millones a Felipe González, a quien admiro mucho, lo quiero, ojalá lo hubiéramos tenido acá. Sin embargo, él anda con su valijita vendiendo su insumo que es el Pacto de la Moncloa por toda América Latina. No sé en otros países, pero acá escuchás a Larreta decir: “En Finlandia…”. Negro, ¡en Finlandia no está el peronismo!, ¡no está el kirchnerismo en Finlandia!

R.: – Así es más fácil.

F.D.: – Mucho más fácil. No está el kirchnerismo que tiene 150 causas avanzadas, con pruebas, documentos, arrepentidos de una mega corrupción de Estado como nunca se vio, fallos que van a ir saliendo y que son uno de los grandes problemas para hacer un pacto. No se puede hacer un Pacto de la Moncloa sin Cristina; no se puede hacer un pacto de la Moncloa con Cristina. Sin ella no sirve de nada; con ella, lo primero que va a decir es: “Te metés, me solucionás todo, me sobreeseen y me piden perdón y ahí vamos a un acuerdo”. Eso éticamente ante la opinión pública es de imposible cumplimiento. Pero además, operativamente es de imposible cumplimiento. ¿Quién va a entrar en Casación y decir: “Che, lo de Hotesur cerrámelo y  sobreseelo, porque estamos en un acuerdo”. Es una gilada lo del Pacto de la Moncloa, y ella no acepta ningún acuerdo que no signifique que le perdonen todas las causas. Y este es un gran problema que sólo podría solucionarse con un triunfo grande de la oposición y una disposición para un acuerdo con sectores peronistas que, ante el triunfo arrollador, quieran asociarse y eso vaya bajando su poder lentamente, que vayan pasando los años y los fallos vayan saliendo y el kirchnerismo se vaya achicando. Eso podría ser, pero andar hablando del Pacto de la Moncloa es una metáfora, es “no hagamos olas, bájame la inflación, levantame el cepo para que yo pueda traer insumos”.

P.: – Arreglame alguna cosita y que venga una cosecha que nos salve…

F.D. – Nadie en el Círculo Rojo quiere de verdad hacer ningún sacrificio. Creo que es una guerra política perdida, queda la retaguardia. Estoy siendo muy pesimista.

P.: – No, todo bien, me embromaste el domingo, nomás (risas). Por formación, por generación, por lectura, hoy tendrías que haber sido kirchnerista.

F.D.: -¡Por origen!

P.: – ¿Y cuál fue el click?

F.D.: – Vos me conociste en otras épocas, (nota: año 2000, Fernández Díaz dirigía la revista Noticias en donde yo era redactor. Fue mi jefe durante algunos años) en un momento de desencanto profundo, donde no creía en nada y era como un cirujano que hacía chistes en el quirófano. Después escribí “Mamá” para mis hijos, que fue un hito en mi vida y empecé a ver que la enfermedad de no creer en nada me protege, pero es como un salitre de la vida, te va quemando y te va destruyendo y fui empezando a volver a empezar a creer.

P.: – ¿Y hoy cómo ves a la clase media argentina?

J.F.:  – Cuando caracterizan a la clase media de derecha es que no la entienden. Quisiera una clase media republicana como la española, la francesa, básicamente eso; que nadie quiera todo el poder, que no hubiera matonismo, que vinieran inversores y poner guita acá, lo básico, republicanismo popular le digo.

P.: – ¿Y por qué tantas veces votó otra cosa la clase media?

J.F.: – A veces votó otra cosa; a veces no tuvo alternativas. Hubo un momento en que el radicalismo dio la sensación de que no podía gobernar la Argentina, que era ingobernable. Se instaló en el 2001 que sólo el peronismo puede gobernar.

P.: – Eso se cayó.

F.D.: – Por eso fue tan importante que Cambiemos terminara un período entero y no se haya ido con el helicóptero, esa hubiera sido la garantía de la hegemonía peronista para siempre. Eso se cayó. ¿Cuál era el plan de este cuarto gobierno peronista? Sencillo, lo explicaron varias veces: “Macri hizo un desastre económico, y esto es facilísimo, vamos a arreglar rápidamente esto, con nuestras brillantes ideas económicas, esto en dos años vuela. Ahí arrasamos en la de medio termino y vamos por los jueces y por el sistema de medios, que es lo que más nos jode e instalamos, si nos va bien la gente nos va a permitir, eso que siempre quisimos instalar, Santa Cruz”. Desde afuera creés que es una democracia porque la gente vota; hay opositores que en realidad son sparrings que no pueden ganar la pelea nunca; y por adentro tienen el Poder Judicial, los medios de comunicación, las empresas comen de su mano, es un partido único. No salió, la economía fue un desastre, ellos no dieron pie con bola con la economía, no es que “pasó la pandemia”. No saben qué hacer, Cristina no sabe qué hacer con la economía, Kicillof no sabe qué hacer. Por eso, cuando Alberto Fernández tiene una hemorragia y se empieza a hablar de pedido de licencia, ella va corriendo asustada, desesperada, y Alberto descubre su poder, “¿Ah, Cristina, vos querés gobernar? Me tomo licencia médica por seis meses ; tomá, arreglá esto”. No tienen ni idea de arreglar esto, quieren separarse del conflicto. Una vicepresidenta que dice: “Vamos a volver”, ¿de dónde vas a volver?, ¡Hacete cargo! Ella impidió hacer un acuerdo con el Fondo que estaba casi cerrado en diciembre de 2019. En diez días se arreglaba, no lo permitió por una cuestión simbólica. Guzmán tenía que hablar más con ella que con Fernández. Ahora Guzmán es el malo y llegó Massa que es un tipo operativo. Durante 2022, la mitad de Guzmán fue de gasto expansivo y la otra mitad, de Massa, fue de ajuste. Vos echaste a Guzmán porque ajustaba cuando en realidad estaba expandiendo y apoyaste a Massa que ajusta. Eso demuestra el enorme desconcierto económico y de carencia cognitiva del kirchnerismo.

P.: – Ante este panorama que en general está muy claro, ¿qué señales está dando la sociedad, qué entiende?

F.D.: – Hay una gran alarma entre los encuestadores que leen literalmente que está la grieta y un nuevo segmento de la grieta, los que están contra la política, Milei, los antisistema al que pertenecen estos marginales descerebrados que protagonizan el atentado con Cristina, excluidos y olvidados que van contra la “Reina de los excluidos”, simbólicamente gravísimo. Hay un gran hartazgo general, que se manifiesta no sólo en ese grupo antisistema sino en los votantes del peronismo y también de Cambiemos, un hartazgo con la Argentina. Es muy difícil de medir porque falta mucho para las elecciones, hay que ver cómo decanta en los próximos seis meses, ver qué grita la sociedad y ver si la sociedad corporativa lee bien lo que la sociedad pide. No “lo que se puede hacer” sino “lo que la sociedad quiere”, aunque muchas veces se equivoca, claro

P.: – En este panorama, ¿qué función cumple el “coreacentrismo” periodístico?

F.D. – Está formado por periodistas con diversos intereses. Hay gente que quiere estar no fuera sino por encima, que cobran de todas las cajas por igual, de Larreta y Kiciloff; estar fuera de la grieta es un mundo maravilloso a veces, eh. Ellos te dicen “te putean de todos lados”, sí, bueno…

P.: – También te aplauden de todos lados.

F.D.: – La grieta persiste porque es una cuestión legítima de la Argentina, sino no hubiera persistido. Lamento decirlo, la grieta es una exageración en la era de la polarización y de las redes, de la Argentina de todos los tiempos.

P.: – Te preguntaba el coreacentrismo en el periodismo porque tengo la impresión de que aun siendo muy apoyado por los Círculos Rojos ha perdido trascendencia.

F.D.: – Puede ser que sus audiencias no rindan. Dirán “no rendimos porque somos virtuosos, somos pluralistas” y no se qué. Está muy bien, el pluralismo es algo por lo que luchamos, pero ya no es algo que el ciudadano le requiera al periodista. En la época de Neustadt lo pedíamos porque tenía 30 puntos de rating, él lo manejaba. Hoy el pluralismo está a golpe de tecla, en un celular cualquiera puede conseguir “todas las voces”, ve lo que quiere en las versiones que quiera, segundo a segundo, ve lo que todos opinan. Ya no es un servicio que brinda el emisor magnánimo y todos tienen que ir a comer ahí. Hubo un cambio copernicano en el mundo del periodismo que todavía el periodismo no ve.

P.: – El público que te sigue en el periodismo, ¿es el mismo que lee tus libros de ficción?

F.D: – ¡Si tuviera el mismo público sería multimillonario! No cualquiera quiere leer libros, y mucho menos libros de espionaje político.

P.: – A vos no te va tan mal, gordito…

F.D.: -Sí, cien mil ejemplares cada uno de los Remil (protagonista de la trilogía de novelas de Fernández Díaz)

P.: – ¿Habrá nuevas las aventuras de Remil?

F.D.: -Por ahora voy a parar con eso, aunque todos los días anoto cosas de la realidad que pueden servir para Remil.

P.: – ¿Remil te cansó?

F.D: – No, tengo otras historias que quiero contar, más personales. Llevo 42 años en la trinchera, no me interesa la tele que es donde hay una guita infernal.

P.: – No para todos, te digo con conocimiento de causa.

F.D.: – Sí, para algunos. Me interesa cada vez más escribir y leer. En estos diez años básicamente lo que hice fue encerrarme en mi biblioteca y leer y escribir y ver películas del ‘40 y el ‘50, clásicos.

“Siento que hay un problema con el periodismo en general, el pluriempleo, la velocidad del periodismo y la necesidad de aprender nuevas tecnologías para sobrevivir. Todo esto conspira contra la idea de formarnos, leer, eso nos permitiría saber que cosas que se discuten ahora ya fueron discutidas y saldadas. En los libros hay verdades que hay que interrelacionar con el presente, trato de buscar una interrelación, que mi biblioteca trate de explicar la calle. Trato de formarme, leí todos los autores nacionalistas y marxistas que inspiraban a Horacio González. Le armaría una biblioteca a los muchachos de La Cámpora con sus libros que supuestamente tendrían que haber leído y no leyeron para entenderse a sí mismos, un poco. Hay una gran precarización intelectual. Leo hoy intelectuales del peronismo que dan vergüenza; escritores que han sido amigos míos, dicen estupideces, parece que están gagá. Cuando vas estudiando la mentira del kirchnerismo ves: ‘Ah, pero mintieron acá, y acá, y acá, y sobre la dictadura, y vas para atrás y es todo mentira’. Vas levantando las baldosas y es mentira y mentira y mentira”.

P.: – …Y llegás al golpe del ’43.

F.D.: – Y al del ’30. ¡Qué gran productor de literatura política fue el peronismo! Básicamente, el peronismo fue literatura de ficción.

P.: – Dijiste “fue”. ¿El peronismo fue?

F.D: – En el sentido que fue una máquina muy eficiente. Ahora está destartalada y mintió tan descaradamente que ya no funciona. Lo primero que se les ocurre es apelar a los viejos clichés, claro una cosa es hacerlo hace 10 años con guita y otro es hoy que mostraron la hilacha.

P.: – Sin guita y con las redes.

F.D.: – Lo que más me impactó en todos estos años de estudio fue cómo mintieron sobre los ‘70. Obra maestra del terror, cómo mintió y cómo toda la sociedad se lo comió tranquilamente. En la película “1985” hay dos héroes luchando contra el mundo, los dejaron solos. ¿Cómo solos? No, no estuvieron solos, estuvo Alfonsín y una parte muy importante de la sociedad los estaba apoyando. El peronismo sí los dejó solos, contra ellos lucharon. De eso no se habla. Podría pensarse en una picardía de los autores, pero creo que es más colonización mental.

P.: – Necesito alguna frase impactante para terminar la nota, hablame del futuro.

F.D.: – El que diga que sabe qué nos depara el futuro -y cuando digo el futuro digo dentro de 2 meses- en la Argentina, está chanteando, sea economista, politólogo. No sabemos nada, ellos no saben nada; la situación económica es delicada, mucho más delicada de lo que parece. La única política del presente consistente no es Precios Justos, que es una mentira, ellos mismo lo saben. La única política es el cotillón del Mundial, quieren que Messi derrote la inflación y la pobreza. Si falla Messi vuelve la realidad.  Todo es así de precario intelectualmente. Hay una gran devaluación cognitiva por parte del kirchnerismo, que va para adelante como puede, pero la realidad se va a ir imponiendo. Todo el mundo está esperando que nos levantemos un día y pase algo catastrófico. Todo puede pasar. No me atrevería a profetizar en la Argentina nada. El clima que estamos viviendo hoy no va a ser el clima de marzo o abril del año que viene. Todo puede cambiar y nadie es un muerto político en Argentina.

 

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