Filosofando la política: la tensión entre el mercado y el Estado

Por Ernesto Nicolás Mazzucco
Filosofando la política: la tensión entre el mercado y el Estado

“Enriquecerse es glorioso” decía Deng Xiaoping, el líder de la reforma capitalista China. Luego de un largo tramo de su historia bajo un régimen de planificación central económica, los chinos redescubrieron la existencia del mercado, y en él ofertaron y demandaron productos generando valor.

Según los teóricos liberales, tan en boga por la revalorización de éstas ideas en los últimos tiempos, en el mercado se premia al que le soluciona un problema a otra persona, el que beneficia al otro con su trabajo con productos de mejor calidad y mejor precio, por lo tanto, quien desea ser rico debe pensar: ¿Qué problemas les puedo solucionar a los demás?, y venderles esa solución: Lo hizo Bill Gates, lo hizo Marcos Galperin, lo hizo Henry Ford, lo hacen diariamente todos los comerciantes, profesionales, técnicos y oficios. Venden  porque hay otro que está dispuesto a pagar lo que ellos ofrecen, y esa disposición es completamente utilitaria, lo pagan porque les sirve, no es por afecto o por favor personal, es por utilidad.

El problema del mercado es que funciona a base de demanda solvente, o sea que hay que tener dinero para acceder al bienestar que procura, y por diferentes avatares de la vida, muchas personas no pueden comprar porque no tienen dinero, no tienen nada que vender a cambio para obtenerlo, incluso no pueden vender su fuerza de trabajo porque no saben cómo agregar valor a un nivel que permita generar más riqueza que la elemental. Déficit en educación, formación, capacitación, aptitudes, cuestiones de salud mental, de adicciones, discapacidad, y otros elementos restan empleabilidad, o tener muchos hijos, lo que impide trabajar a la mujer al punto que muchas personas no pueden ofrecer algo que sea capaz de procurar la más elemental subsistencia. Es así desde el inicio de la humanidad, nunca fue homogéneo el reparto de talento y aptitudes entre los hombres.

Para subsanar este impedimento de satisfacer todos los problemas sociales, que está inherente en la propia esencia del mercado, aparece el Estado a regular la vida social e impedir la violencia ilegítima, pero también para gravar con impuestos a quienes generan riqueza y luego repartir ese erario público en diferentes políticas: seguridad, salud, educación, infraestructura. Lo que el privado no tiene intención de hacer porque no puede lucrar con ello, lo tiene que hacer otro ente que piense en el interés general, y así beneficie al mismísimo privado que no tiene interés en realizar esa tarea.
El Estado que se encarga del desarrollo humano de los ciudadanos, para que sean buenos ciudadanos, peatones, trabajadores, contribuyentes, padres, etc.

El erario público, el tesoro del Estado, se conforma con los recursos que aportan todos aquellos que producen valor y riqueza. Por eso, dichos recursos deben ser utilizados de forma muy criteriosa y justa. En la Roma Antigua eran sagrados y profanarlos era una ofensa a los dioses ¡que merecería el castigo divino! (y bien fueron castigados por su corrupción los romanos, igual que nosotros dos mil años después).

El Estado articula muchas políticas públicas, algunas útiles y otras inútiles, en términos de eficiencia del gasto o de beneficio al interés general.
Evaluemos tres casos, uno positivo, uno neutro y otro negativo:

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Una persona que va la universidad el Estado le brinda educación gratuita, que previamente la sociedad pagó con sus impuestos. Luego de recibirse, esa persona tendrá habilidades y capacidades para generar mucho más valor que antes. Por poner un ejemplo arbitrario, una persona antes de estudiar medicina trabajaba de peón de albañil y ahora hace cirugías, la diferencia de valor entre lo que generaba antes y genera ahora paga (o debería pagar) impuestos, por lo cual es Estado recauda más que antes, la persona gana más que antes, y el mercado tiene un oferente más de cirugías, por lo que el precio de las mismas debería bajar. ¿Es buena política que el Estado deje de “gastar” en educación? No, porque es una inversión.

Una persona fuma tabaco y se enferma de cáncer, el Estado tiene que pagar el tratamiento oncológico, ¡carísimo!, ¿Por qué todos tenemos que pagarle el resultado de su vicio si no le dijimos que vaya a fumar?... tranquilos, el Estado ya resolvió el problema. Le pone más de un 50% de impuesto sobre el precio del paquete de cigarrillos, y esa persona puede estar tranquila que está pagando por anticipado su futuro tratamiento oncológico. Se mata, pero su costo fiscal es neutro. Lo mismo hace el Estado con las gaseosas y los diabéticos, el alcohol y los cirróticos, todo está previamente anticipado. Todos anticipan el costo de su tratamiento en salud, excepto las drogas, que como están prohibidas no tributan, están exentas.

Ahora, hay algo que los estadistas más sabios no lograron anticipar: la llegada del peronismo y la generación de una maquinaria asistencial clientelar de 23.000.000 de cheques a pagar a 12.000.000 de beneficiarios, ahí se quemaron todos los papeles. Qué pasa cuando los recursos que deberían ir a salud, educación y seguridad: se transfieren de la persona que los paga por su trabajo, a la que lo recibe a cambio de su ocio… el Estado comienza a remunerar el ocio, lo que disminuye la tasa de actividad y a la vez genera evasión, porque quien produce riqueza ve que no va al bienestar general sino a otro que no aporta al conjunto. El Estado anula el mercado y se anula en sus funciones a sí mismo, pasa a ser solamente una agencia de giro y transferencias de dinero de unos ciudadanos productores de valor a otros que consumen el valor generado por otros, es el principio del fin de una sociedad, la antesala de la disolución de una Nación.

Estamos a tiempo de dar un viraje de 180 grados, solo hay que abandonar esta política calamitosa. 

 

Por Ernesto Nicolás Mazzucco.

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