José de San Martín: su inigualable gloria en cinco consideraciones

Militar, gobernador, visionario. José de San Martín es uno de los hombres fundamentales de la historia argentina. Un repaso por sus hitos, la epopeya de la liberación continental y toda su vida.
José de San Martín: su inigualable gloria en cinco consideraciones

Se rompió el alma y nadie le regaló nada. Por el contrario, siempre tuvo que demostrar mucho más que otros para ser considerado. Aún después de muerto.

Por consiguiente, incorporarse a la vida de San Martín es vislumbrar un genial militar y a la par un extraordinario gestor público como quedó demostrado en su paso de Gobernador – Intendente de Cuyo. Pero a su vez es el reflejo de una personalidad con fuertes convicciones sostenida en su incorruptible y humanista formación. Así descubriríamos en sus rasgos éticos que su constitución intelectual, la preparación profesional, la cultura del esfuerzo y del trabajo fueron sustanciales para la concreción de los logros. He aquí cinco consideraciones que ayudarán a valorar sus históricos pergaminos.

 
Una persona formada que sabía lo que había que hacer

En 1812 llegó a Buenos Aires un formado profesional. En su tiempo bajo bandera española participará en 17 acciones de guerra: Orán su bautismo de guerra en 1791, Port Vendres, Baterías, Coliombré, después que Carlos IV declarará la guerra a Inglaterra realizará una campaña marítima en la fragata de guerra “Dorotea” participando en el combate contra el navío británico “El León”, peleará en Torre Batera, Cruz de Yerro, Mauboles, San Margal, Villalonga, Bañuelos, Las Alturas, Hermita de San Luc, Arrecife de Arjonilla, Bailén, combate de la Villa de Arjonilla y en la Batalla de Albuera.

Conoció el riesgo de perder la vida en tres ocasiones por otras circunstancias. En el pueblito de Cubo del Vino, municipio español de la provincia de Zamora al ser asaltado por cuatro bandoleros. En Cádiz, al ser confundido con el general Solano por una multitud enardecida y en Arjonilla donde lo salvó un soldado.

Fueron 22 años de servicio militar luchando por España contra los moros en África. Por tierra y por mar. En selvas o desiertos. Contra los ingleses, portugueses o franceses. Fue tomado prisionero. Padeció graves heridas. Cruzó los Pirineos y peleó a bordo de una fragata en las costas de Cartagena. Percibió de cerca la proyección de la revolución francesa. Será dirigido por generales y almirantes brillantes. Estuvo cara a cara con Napoleón. Y ostentaba una destacada formación intelectual: Quevedo, Calderón de la Barca, Cicerón, La Bruyére, Voltaire, Plutarco, Rousseau, Montesquieu, Fénelon, etc. Todo esto lo sabemos porque fueron algunos de los libros que donó cuando en cada uno de sus destinos políticos fundó una biblioteca. Fue un seguidor de Epicteto, de quien procuraba extraer conceptos prácticos emanados de sus conocimientos militares y filosóficos, pero además Epicteto fue un moralista, que pensaba que el hombre público debía probar su valía en el contacto directo con la realidad y la vida cotidiana.

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Nunca descuidó el crecimiento social y cultural

La logística sanmartiniana nunca descuidó ante la primordial conformación del ejército libertador las exigencias y necesidades de la población civil, donde no solo contempló su subsistencia sino además su desenvolvimiento en los ámbitos sociales, afectivos, culturales y económicos con el objetivo de afectar lo menos posible el espíritu rutinario de un pueblo a fin de no lesionar su confianza y perspectiva de superación. Lo demostró en Mendoza. Los niños deberían seguir jugando y yendo a la escuela, los labriegos atendiendo las tareas de su producción y las mujeres sosteniendo con su coraje y prédica hogareña la armonía de la sociedad. No era una cuestión de fe; fue una imperiosa necesidad de Estado.

Eran tiempos de guerra que nadie ignoraba, por lo cual la estrategia fue desarrollar un esquema donde la sociedad civil caminara a la par de las necesidades del ejército que estaba naciendo.  Una prueba evidente fue que en pocos meses de gestión como gobernador cambió la matriz cultural y productiva de Mendoza para siempre, estableciendo claramente una bisagra en la historia provincial.

Su paso por la gestión de Cuyo dejó una enorme capacidad cultural, industrial y comercial instalada. Fomentó el emprendedurismo y formó trabajadores generando verdaderas incubadoras de oficios y un pionero plan de desarrollo estratégico provincial, hecho cultural que distinguió siempre a Mendoza en el campo frutihortícola, vitivinícola, metalúrgico, textil, hidráulico, vial, minero, sanitario y pionero en planes de vacunación como fue con la viruela y prevención de plagas y epidemias. Estimulando en paralelo el desarrollo de las artes y fomentando la educación creando escuelas y bibliotecas.

 

Tuvo una férrea convicción para cumplir los objetivos

Aunque parezca mentira, cruzar la cordillera de Los Andes no era suficiente. Mucho se ha comentado sobre esta grandiosa gesta sanmartiniana, aunque todo hubiera sido circunstancial (más allá de la proeza) si no hubiera estado enmarcada dentro de un plan estratégico continental que contempló cruzar Los Andes como un eslabón imprescindible para conseguir la emancipación americana, pero que precisamente representaba solo un eslabón más.

Lo virtuoso del cruce andino radicará en cómo se movilizó un ejército de algo más de 5.000 hombres y un puñado de heroicas mujeres, pero también en la convicción y visión estadista de San Martín que tenía como absoluta premisa llevar adelante la conjugación de acciones desde Mendoza que contemplaron todo América del Sur.

Seré reiterativo en resaltar la certera planificación y su cumplimiento a rajatabla: lo hecho hasta el momento del consagrado cruce fue magnífico, pero resultó solo un peldaño para poner en práctica (inspirado por el Plan Maitland) el plan continental. Primero: liberar Chile, luego atacar Lima por el Océano Pacífico y recién con Perú libre el objetivo estaría cumplido. Pero todo sin descuidar la frontera norte defendida por Güemes o el litoral mesopotámico asediado por los portugueses.

Habrá una previa que demostrará la convicción para cumplir lo planeado. Cuando San Martín llegó Mendoza, Chile estaba gobernada por una Junta patriótica (algo similar a lo que sucedía en el Río de la Plata desde mayo de 1810). Lo planificado (cruzar los Andes, y desde Chile llegar a Perú) no ofrecería hasta ese entonces la terrible adversidad de enfrentar un ejército enemigo con todo lo que la guerra implicaría. En Chile habría un ejército patriota entrenado y eso ayudaría a complementar la preparación del Ejército de Los Andes.

Pero la situación cambió abruptamente cuando los realistas después de la batalla de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814) reconquistaron Chile. Entonces lo pensado en un primer momento se trastocó, obligando a rediseñar las acciones y los tiempos, pero no modificando jamás el objetivo final. La fortaleza de la convicción y la tenacidad para cumplir los objetivos finales no hicieron dudar a San Martín, ya que claudicar a lo programado sería una verdadera sentencia de muerte.

 

Construyó una empresa desde abajo que todavía perdura

Siempre la acción de San Martín fue comparada con otras gestas militares de grandes generales históricamente reconocidos a nivel mundial: Alejandro, Escipión “el africano”, Aníbal, César o Napoleón, por nombrar a los indiscutidamente consagrados. Pero hay algo que destacó a San Martín sobre ellos y fue que todos los otros sustentaron sus ejércitos sobre bases muy sólidas y en imperios dominantes mientras que San Martín arrancó de cero. Cuando llegó a Mendoza no había nada y América se caía a pedazos ante la reconquista española.  

Así fue, y volviendo a los ejemplos, como Alejandro se apoyó en todos los logros emanados desde Filipo II. Aníbal sobre lo conseguido previamente por su padre Amílcar. Escipión en las conquistas de Quinto Cecilio Metelo y Lucio Venturio. Julio César en lo generado por su tío Mario. Carlomagno sobre Pipino “el breve”. Napoleón sobre Lazare Carnot. Pero no solo eso, todas aquellas conquistas al cabo del tiempo se desvanecieron. Esos imperios se desintegraron. Por ejemplificar nuevamente: Alejandro había conquistado desde el Danubio hasta el Indo, pero empezó a desmembrarse a su muerte. Escipión conquistó para Roma desde el Atlántico al Mar Negro y los montes Taurus, pero todo se desintegró al tiempo.  En cambio, San Martín construyendo desde las raíces aseguró para el resto de los tiempos el fruto de sus logros. “Conquistó el imperio de la libertad desde la Antártida hasta el Ecuador y desde el Atlántico al Pacifico” y aún perdura.

 

Cuando por la Patria vale la pena arriesgar la honra, los bienes y la vida a cambio de la libertad

Para finalizar agregaremos que dicha gesta libertadora, era precisamente eso: "liberadora"; y que a diferencia de las otras proezas en la historia universal (algunas ya nombradas) con la que se lo comparará a San Martín y su ejército (Aníbal, Nabucodonosor, Atila, Carlo Magno, Alejandro, Escipión, Julio César, Saladino, Khan, Guillermo "el conquistador", Hernán Cortez, Napoleón, Federico II, Wellington), sostendremos que éstas fueron expediciones conquistadoras e imperiales que buscaban tierras o sometimiento. Lo que esos jefes y ejércitos conquistaron fue repartido inmediatamente tomando posesión para su imperio.

En cambio, el ejército libertador peleará por lo que recién disfrutaran sus descendientes: la libertad propia y de los pueblos liberados. Eso es lo que hace inigualable e incomparable a la heroica proeza sanmartiniana y al mismo General San Martín. Sin parangón en magnitud e ideario.

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