Cuarenta años no es nada

Por Alejandro Borensztein De la marcha del martes 30 de marzo contra la dictadura a la marcha del viernes 2 de abril vivando a Galtieri, todo fue una locura colectiva difícil de explicar para quienes no lo vivieron.
Cuarenta años no es nada

Antes que nada, tranquilicemos a la gente que anda lamentándose porque la crisis energética derivada de la invasión de Rusia a Ucrania nos agarra sin el gas y sin el petróleo que una buena política energética nos hubiera asegurado. Vamos, no es tan grave. De haber tenido esa política de Estado y extraído el gas que hay en Vaca Muerta, de todos modos no tendríamos cómo transportarlo porque tampoco tenemos el gasoducto, así que da lo mismo.

En realidad, el gasoducto se acaba de licitar. Todavía no pusimos un solo caño pero ya tiene flor de nombre. Como no podía ser de otra manera, se llama Gasoducto Néstor Kirchner, seguramente en homenaje a la esposa de Néstor Kirchner sin cuya capacidad y talento jamás hubiéramos logrado perder el autoabastecimiento energético que tuvo la Argentina hasta el año 2010.

Para ser justos, el autoabastecimiento de gas y petróleo logrado a fines los 80 no es algo que perdés de la noche a la mañana. Tanto Néstor como Cristina trabajaron duro y parejo desde el 2003 hasta el 2010 para lograrlo. Y ahora lo disfrutamos.

Por suerte la soja, el trigo y el maíz siguen en manos de esos oligarcas que se compran departamentos en Miami, como muy bien los definió Feletti, si no estaríamos importando hasta las galletitas. O lo que es peor, el gobierno no podría garantizar la famosa polenta a sólo 170 pesitos el kilo, un milagro del Secretario de Comercio quien esta semana declaró con humildad que “milagros uno no hace”.

La realidad es que nadie pretende que Feletti haga milagros, solo le pedimos que el morrón rojo no supere la barrera psicológica de los 1.000 pesos. Ya tocó 800 mangos en los supermercados y, si el diablo sigue causando inflación como nos enseñó el “presidente”, el tuco dominguero pasará a engrosar la lista de las nuevas frustraciones kirchneristas, al lado de donde se guarda la promesa del asado, en el estante donde también reposa el 20% de aumento inmediato a las jubilaciones y muy cerquita de donde acomodaron el compromiso de terminar con las Leliq. Daría la impresión de que el placard donde se guardan las promesas incumplidas por el Frente de Todos está pidiendo a gritos que lo ordenen porque ya no hay más lugar. La segunda dosis de la Sputnik les ocupó demasiado espacio.

Dijo también Alberto: “Diez o doce puntos de inflación son por la guerra”. Raro porque el último dato oficial de 4,7% es de febrero, cuando la única guerra que había era entre él y Cristina. Tal vez nuestra querida inflación sea tan brillante que ya sabía lo que iba a hacer Putin y se adelantó. ¿Cómo no tener una inflación genial si tenemos secretario de comercio genial, ministro de economía genial y presidente genial?

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De la Vice ni hablamos porque ya se sabe que ella, en materia de inflación, es campeona olímpica. Cuando llegó a la Rosada en 2003 junto al Compañero Gasoducto, el kilo de yerba La Tranquera valía 2 pesos y ahora en COTO vale 551 mangos. Y una Villavicencio de litro y medio costaba 0,95 (ponele 1 peso para redondear) y ahora Carrefour te la vende a 131 mangos con gas y 114 sin gas. Así de exitosa es la política antiinflacionaria del kirchnerismo. Lo bueno es que al mismo tiempo está la política de ampliación de derechos que te permite pagar el agua y la yerba en 12 cuotas.

Estas cosas hacen nuestros próceres actuales. Muy lejos de los otros próceres que arriesgaron sus vidas o las ofrendaron en heroicas misiones de las que ahora se cumplen 40 años. Pilotos de aviones de combate y soldados a los que nadie les dedicó ni un gasoducto, ni un centro cultural, ni una plaza, ni una rotonda, ni nada.

Siempre que llega esta fecha revivimos el heroísmo y la angustia de aquellas semanas de 1982. También las mentiras y la locura. El 30 de marzo de 1982, la CGT había convocado a la primera marcha contra la dictadura juntando una multitud en Plaza de Mayo que fue duramente reprimida y, tan sólo 3 días después, el 2 de abril la misma multitud llenó la Plaza para ovacionar a Galtieri. Permítame, amigo lector, traer un recuerdo personal.

En enero de 1982, meses antes de la guerra, mi viejo Tato y Nélida Lobato estrenaron un espectáculo teatral llamado “La Mariposa en el Maipo” en el que se combinaban monólogos y sketchs de Tato con cuadros musicales de Nélida. En uno de esos sketches, Tato recreaba su personaje del Tío José, un judío inmigrante que hablaba con ese clásico acento que ya casi no existe. Se presentaba diciendo: "Soy Josei, cuatro letras: jota, o, ese, ei”.

En el sketch, el Tío Josei interpretaba a un sastre que le estaba arreglando los pantalones a un general de la dictadura de quien solo se veían las gigantescas piernas que se perdían en lo alto del escenario. Josei le iba haciendo el dobladillo mientras lo incomodaba criticando al gobierno miliar. Siempre en el límite.

A los textos originales del inolvidable Juan Carlos Mesa, Tato le fue agregando la actualidad de lo que iba ocurriendo en el país. Así fue que en abril de 1982, se sumó el relato de lo que pasaba en aquellos días dramáticos.

De la marcha del martes contra la dictadura a la marcha del viernes vivando a Galtieri, todo fue una locura colectiva difícil de explicar para quienes no lo vivieron. A 40 años de aquella tragedia, vale recordar un tramo de ese texto improvisado por Tato.

Imaginemos el escenario del Maipo, las piernas de un general que ocupan todo el alto del teatro y el sastre Josei que lo va toreando mientras le hace el dobladillo. De pronto se detiene y avanza hacía el público en la platea.

¿Saben porque tengo cara de bragueta? Yo les voy a contar. Hace un par de semanas, el 30 de marzo, vinieron unos amigos y me dijeron: “che Josei, vení… vamos a Plaza de Mayo… vamos a mostrarle al gobierno que contentos estamos con ellos”. Entonces fui a Plaza de Mayo.

Cuando llegué me lo encontré a Lorenzo Miguel. Lloraba. Saúl Ubaldini, lloraba. Este que en el 73 foi gobernador de La Rioja, el de las patillas, lloraba. El que foi ministro, Otero, lloraba… Dije, ¿Qué pasa muchachos? ¿es la emoción del reencuentro? “¿Ma qué emoción, Josei? ¡Están tirando gases lacrimógenos!!” Pasó un muchacho corriendo y me dejó un cartel que decía “queremos cobrar”. Apareció un vigilante a caballo y me dijo “¿así que querés cobrar?”... El tipo me reventó a bastonazos, me levantó del tujes, me pusieron en un patrullero y me mandaron a Devoto. Me tuvieron detenido 3 días.

El 2 de abril me soltaron. Salí a la calle, pasaron mis amigos y me dijeron… “che Josei, vamos otra vez a Plaza de Mayo” .Yo dije… ¿pero qué pasa?... ¿es una miniserie esto? ¿nos quieren reventar en episodios?

Me agararon, me metieron en una manifestación y aparecí otra vez frente a la Casa Rosada. Pero esta vez el trato era diferente… “Don Josei, ¿no quiere un cafecito?”... “Don Josei, póngase a la sombra que hay mucho sol”… Una maravilla… la Plaza de Mayo estaba repleta… la gente gritaba “¡Galtieri corazón, Galtieri corazón!”. Yo no podía creer. Disimuladamente me metí una mano en el bolsillo y me apreté un goivo para ver si estaba despierto o estaba soñando...

…De repente salió Galtieri al balcón y levantó una mano. La gente gritaba “¡que levante la otra! ¡que levante la otra!” Galtieri tenía ganas pero los edecanes no lo dejaron. Lo tenían agarrado… Le pusieron un micrófono en la boca y él gritó “¡Cooompaaa…!” Cuando él dijo “compaaa” a mí se me reventó el elástico del calzoncillo y se me subió todo hasta la garganta… menos mal que dijo “Compatriotas” porque si decía “Compañeros” yo me desmayo ahí mismo.

Todo era una fiesta… cantamos la marcha peronista, cantamos la marcha radical, cantamos la marcha del deporte, cantamos la marcha nupcial… yo no sabía que estaba pasando pero Buenos Aires era otra vez… la Reina del Plata!! Entonces se hizo un silencio y yo grité ¡Viva la Reina! Me reventaron a bastonazos, me agarraron del tujes, me pusieron en un camión y me mandaron otra vez a Devoto… ¿¡¡¡Cómo no voy a tener cara de bragueta!!!? (Tato, abril de 1982)

Los personajes cambian y la locura se renueva. Cuarenta años no es nada.

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