La reina de la lavanda: En Sierra de la Ventana, Léony Staudt la produce de modo orgánico

Llegó a exportarla y hoy comparte las más bellas postales con los visitantes.
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En la década del setenta y a los veintipico cortos Léony Staudt, técnica en Producción Agropecuaria, se hace cargo del campo familiar llamado El Pantanoso, ubicado en Sierra de la Ventana y dedicado a la producción lanar con ovejas Corriedale. Hoy, 2021, en este predio de 5.000 hectáreas Léony junto con su esposo Bertrand Laxague producen Angus colorado y lavandas. Sí, lavanda vera (Lavandula angustifolia), de alta calidad con certificación orgánica desde 1992.

Para la familia Staudt, la historia de este establecimiento, que debe su nombre a que en uno de sus potreros nace el arroyo El Pantanoso, comienza varios años antes.

Hacia 1930 Ricardo Staudt, tío de Heriberto, el padre de Léony, compra El Pantanoso para producir lanas y cueros para exportación (Staudt&Cia tenía barracas laneras en Buenos Aires y en muchas partes del país) y a eso se dedicó la estancia hasta mediados de los ochenta y con mucho reconocimiento: “Mi padre era lanero y empresario, se había ido a especializar a Holanda y en El Pantanoso llegaron a producir hasta 20 mil kilos de lana vellón por año”, cuenta Léony.

“Luego, debido a que el valor de la lana fue decreciendo hubo que pensar en reconvertirse y se comenzó a producir Angus colorado. Originariamente en el campo teníamos cabaña de la raza Pardo Suizo con la cual hemos ganado premios en Palermo, así que decidimos comprar toros Angus para cruzarlos y gracias a eso -y al trabajo realizado con el genetista Dr. Carlos Sackman de Cabaña Casamú- hemos logrado terneros más rústicos y de gran calidad que vendemos al destete, con unos 190/200 kilos”.

En 1989 Léony siente que es momento de diversificarse, de hacer “algo más y distinto” en el campo. Y ahí es cuando entran en escena las lavandas: “Fuimos con Bertrand a Bariloche al Vivero Andino Patagónico y con el asesoramiento del especialista italiano Bruno Polastri, que había traído de Francia plantines de Lavanda Angustifolia y de Lavandin Grosso. Compramos el primer lote de 4.000 plantas, que llegaron al campo en el camión donde transportábamos hacienda”, recuerda Léony entre risas. “Era muy gracioso ver esa carga insólita y que ocupaba el 10% del camión jaula, pero así lo hicimos”.

Claro que al inicio las cosas no suelen ser tan fáciles y así fue que la primera plantación de lavandas en El Pantanoso no prosperó debido a que estaban demasiado cerca de unos eucaliptus y en un predio donde no recibían suficiente sol (algo fundamental para esta planta). Pero al año siguiente las cambiaron de lugar y allí las cosas mejoraron. Hoy tienen 35 hectáreas con lavandas y lavandines, 25 de las cuales están en producción, y un vivero para replicar sus propias plantas y para vender a otros productores.

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En 1992 obtuvieron la certificación orgánica porque querían exportar y, sobre todo, porque querían mantener el ambiente puro, tal como siempre lo fue. La clave para que el cultivo vaya bien, explica Bertrand, es el control de malezas, que en el vivero se realiza a mano, con azada y en el campo, a máquina.

“La lavanda es una planta sana que si recibe el suficiente sol durante el día y frío a la noche, prospera muy bien”, detalla. “Cuando recién se la planta, necesita algo de riego extra, pero luego con el régimen de lluvias que tenemos aquí, que ronda los 900 milímetros, es suficiente”. 

La primera exportación de lavandas fue a Holanda en 1996 y luego se sumaron otros países como Francia, Alemania, Estados Unidos, España y hasta Suiza, para lo cual obtuvieron también la certificación orgánica Bio Suisse. Fueron muchos años de producir y vender a distintas partes del mundo, pero desde 2014 no exportan más debido, entre otras cosas, a que dejó de ser rentable por la dualidad cambiaria. Entonces comenzaron a comercializar el producto de forma local.

El Pantanoso es el mayor productor del país de lavanda vera (la de mejor calidad) con un rinde de 250 kilos por hectárea y con plantas de 15 años de edad que continúan con buena producción. La cosecha la realizan con una máquina diseñada por ellos mismos que trabaja por hileras; luego de la cosecha la lavanda queda sobre una media sombra para secarse al sol, para luego pasar por la despalilladora y finalmente por la zaranda. El establecimiento cuenta con el asesoramiento de la ingeniera Susana Rayma, especializada en lavandas y plantas aromáticas, otra unidad de negocio de la empresa que comenzó apenas un año después que las lavandas.

“En 1990 incursionamos en la producción de hierbas aromáticas también certificadas orgánicas con orégano, tomillo, estragón francés, romero, ajedrea, salvia officinalis y melisa; llegamos a tener 120 hectáreas de cultivos en línea, estuvimos presentes durante varios años en las grandes cadenas de supermercados con la marca Lavandas de las Sierras y hasta le vendíamos a la firma de cosmética Avon un té de una hierba llamada hisopo que tiene propiedades diuréticas suaves”, cuenta Léony. “Pero en 2018 un gran incendio quemó gran parte de la producción y actualmente solo tenemos 30 hectáreas de aromáticas que desde hace dos años no cosechamos porque es muy difícil conseguir mano de obra”.

Hoy Léony y Bertrand nuevamente han decidido “diversificar” el campo y es por eso que se han sumado al Club de la Lavanda (una iniciativa nacida en la ciudad de Azul que realiza diversas actividades productivas y recreativas relacionadas a esta planta) y al grupo de turismo rural Torquinst del INTA, con la idea de recibir visitantes y ofrecerles distintas propuestas: trekkings por la sierras con avistaje de flora y fauna; visitas a las plantaciones de lavandas y aromáticas; pasar el día en El Pantanoso comiendo un asado e incluso quedándose a dormir en casas ubicadas cerca del casco que han reciclado con el fin de recibir turistas. El acceso es fácil porque están sobre la ruta provincial 76.

“La idea es que la gente venga, conozca el campo, lo que se produce y todas las bellezas naturales que hay, tanto en las sierras como en el propio parque que tiene árboles muy antiguos, como nuestra planta de magnolias de 120 años”, detallan Léony y Bertrand con entusiasmo. “Nos gusta recibir a la gente, recorrer juntos el campo y contar la historia de este lugar que es parte de nuestra familia y que sigue siendo un establecimiento productivo”.

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