Hay una discusión que siempre vuelve, principalmente en tiempos de crisis, y es el salario de los políticos. La pone ahora sobre el tapete, y de la peor manera, uno de los dirigentes revelación de esta temporada electoral, el liberal Javier Milei. Detrás de esta iniciativa, que a simple vista parece loable, no hay más que demagogia. Si bien está cumpliendo con su promesa de campaña, ya esta plataforma venía dando zapatazos a la tribuna porque corre el debate de fondo: de cuánto debe ser el salario de un político.
Lo cuestionable de esta propuesta es el argumento: el hecho de que considera "violento" que el Estado cobre impuestos. Está claro que los tributos en una buena medida son los que sostienen los servicios básicos del Estado, como la salud, la educación y la seguridad. Eso sí, es importante discutir hoy sobre la presión fiscal, que encarece los productos que consumimos, por ejemplo, que complican a los empresarios y dificultan la recuperación de las pymes. La cuestión es a dónde nos quieren llevar estos cantos de sirena.
El debate sobre los sueldos políticos esstá instalado en la sociedad. Aca el intendente cbra más de 1 millón de psos. Está bien o está mal según el cristal con el que se mire.
Está claro que por las responsabilidades ejecutivas que implican, un gobernador o un intendente, al frente de las administraciones de una provincia o un municipio, deben estar bien remunerados. Incluso, hasta puede discutirse si ciertos cargos electivos, como los legislativos, no debieran tener un límite de reelecciones -como sucedía con los intendentes-, para evitar que los representantes se aburguesen. Pero estos debates han quedado a medio camino y como otras necesarias reformas, empezando por la de la boleta única de papel han caído en la nada misma. Lo que deja abierto el camino para estos populismos que ponen patas arriba a la política tradicional en momentos donde hay más de una necesidad en la calle.
