¿Cuándo perdimos la magia de creer en el año que viene?

¿Cuándo perdimos la magia de creer en el año que viene?

Suponer que mañana algo va a cambiar es tener pajaritos en la cabeza.

Nada va a cambiar porque esta medianoche brindemos y el lunes escribamos cheques con fecha 2022.

 

No hay magia alguna en que la Tierra comience una nueva vuelta alrededor del sol. 

Es ridículo pensar que algo será distinto. 

 

Simplemente porque la magia no existe… es una ilusión.

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Eso pensaba anoche sentado en mi sillón, mientras disfrutaba de un rico whisky con mucho hielo y de un aire renovado en el patio, al lado de la pileta

 

 

Es cierto, ya estoy harto de todo hartazgo con estos dos años de pandemias, de abrazos no dados, de besos sublimados, de encuentros frustrados, de viajes no concretados.

 

Eso pensaba anoche, y me alertó pensar que quizás recién estemos en el comienzo.

 

Y me dije: que dos años de mierda. Encima con esta runfla de incapaces, soberbios y delincuentones en el gobierno.

 

Pero más allá de lo general me puse a pensar en lo mío, en lo personal.

 

Pandemia de mierda que me llevó dos de mis mejores amigos, y un montón de buenos conocidos.

 

Encima carezco de toda fe religiosa, con lo cual aquel dicho “de pasó a mejor vida” no me cierra del todo. Por lo menos hasta que me demuestren que es cierto.

 

Y nada cambia porque cambie el año. 

 

Porque mañana tampoco podré tomarme un café con el Negro, ni comerme una pizza en Corrientes con Miguel.

 

Un cóctel de dolor, tristeza y melancolía tiñeron de gris las blancas luces del patio y por un instante, el tiempo se detuvo y quedé suspendido en un limbo oscuro del que parecía no poder escapar.

 

Y fue entonces, en ese preciso momento en el que decretaba que éste había sido un año de mierda, cuando la magia ocurrió.

 

Recordé que también fue este año que con Silvia pudimos volver a viajar, nuestro mayor hobby, nuestro placer casi más deseado

 

Y fue también este año que en mis hijos lograron varios de sus objetivos, y eso trae paz y alegría para mí.

 

Los veo y me da felicidad observar que “crié buena gente”, por suerte mucho mejor que yo.

 

Miro alrededor, tengo una familia disfuncional, pero que a mí me gusta y que disfruto junto a mi esposa.

 

Un ensamble que no es ideal pero que supera largamente la media. Y me llena

 

También hay amigos, los justos y necesarios, porque más de eso empalaga y no te da tiempo de dedicarles el tiempo que cada uno se merece.

 

Amigos con los que a veces no hablás, pero que sabés que tienen un hombro para apoyarse y brazos para empujar si me hace falta.

 

Le di otro sorbo al Ballantines, y con el sabor girando en mi boca, sentí que el alma se me había llenado.

 

Cerré los ojos y ví como mis proyectos de pareja avanzaban, como mi alma había ganado una tranquilidad que no tenía, como había sido capaz de resistir los embates sin haber dado un solo paso atrás en mis convicciones, pero no sé si serán buenas, pero son las mías.

 

De las lágrimas que derramé, sólo quedan surcos secos. Todo asoma promisorio.

 

Y me dije: puta, tampoco creo en Papá Noel, ya no hay niños en la familia.

 

Pero quise recuperar la magia, y si bien mañana nada va a cambiar, imaginariamente me puse mi mejor traje rojo, una barba de algodón y me dije que a mis amores y a mis amigos me gustaría regalarles este día una valija con dos poesías, dos mochilas llenas de sueños y esperanzas, una flor y tres canciones, un rayo de sol en el bolsillo, el lucero para el cuarto y la mejor de las caricias para cuando haga falta.

 

Porque no hay magia en que cambie el último número del año.

 

Pero no quiero que nunca se pierda la magia de sentirnos vivos.

 

 

 

FELIZ NUEVO AÑO

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